1/10/15

El gran problema político para el independentismo es Barcelona y su área metropolitana... se soluciona haciendo que la Cataluña rural se apodere, en términos electorales, de la urbana y más poblada

"(...) El nacionalismo ha arraigado mejor en zonas del interior del territorio que en la capital y su área metropolitana. Hay quien dice en algunos de esos lugares que el gran problema político del país es Barcelona y su continuo urbano.

Dibujar una Cataluña ensimismada, endogámica y tradicionalista vinculada a determinados territorios no es ninguna barbaridad. Son, además, zonas en las que la inmigración de la segunda mitad del siglo pasado fluyó en menor medida. Se compuso, por tanto, una imagen territorial menos cosmopolita, más favorable al mantenimiento de usos y costumbres tradicionales y, en definitiva, menos mestiza. 

Dirán que es un argumento etnicista, pero lejos de esa pretensión les recomiendo analizar los datos con detenimiento y mirar población por población, pueblo por pueblo y ciudad por ciudad para descubrir cómo se ha estructurado el voto a candidaturas el pasado 27S. (...)

La ley electoral acaba de legitimar el panorama. Un diputado de algunas demarcaciones es mucho menos costoso de obtener que los que los partidos se apuntan en la provincia de Barcelona. La legislación que establece cómo se distribuye la representación parlamentaria hace prevalecer los territorios menos poblados al resto, siempre en términos y número de representantes parlamentarios.

Se pensó que eso lo iba a resolver el tripartito durante su gobierno, pero incluso a ERC le iba bien ese dibujo de la situación. Poco a poco le restaba posiciones a la posición predominante de CiU. Así que tampoco los gobiernos de Pasqual Maragall o José Montilla fueron capaces de revertir un estado de cosas que no sitúa en igualdad de condiciones a todos los catalanes ante la política de su país. De haber sido de otra manera, el independentismo también habría tenido unos resultados diferentes en número de escaños.

Madrid acostumbra a ser el paño de lágrimas en el que una amplia mayoría de catalanes consuelan sus frustraciones. Pero la ley electoral depende sólo y únicamente de la voluntad política traspasada en competencias.

 Está prevista en el estatuto su modificación y sólo se trata de conseguir las mayorías suficientes para llevarlo a cabo. No se hará porque los mismos que están dispuestos a saltarse las leyes por un determinado propósito secesionista son refractarios a hacerlo por igualar la validez del voto depositado en las urnas si eso no resulta favorable a sus intereses partidarios. (...)

De ahí que el voto de una de las dos Cataluñas acabe ponderando mucho más que el de otra. Y, aunque nos llenemos la boca de argumentos democráticos, ahí tenemos uno de los problemas actuales de la política del país: la Cataluña rural se ha apoderado en términos electorales de la urbana y más poblada. (...)"              (Crónica Global, 29/09/2015)

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