"La coalición electoral Juntos por el Sí, creada para las elecciones
catalanas de septiembre, tiene dos propósitos. Para Artur Mas, acudir a
esa cita con fuerzas políticas heterogéneas es la forma de evitar un
posible descalabro electoral.(...)
El segundo propósito de la coalición soberanista es aprovechar la
ventaja técnica que concede la Ley d’Hont a las listas más votadas.
Sumando la representación parlamentaria conseguida por la coalición de
Convergència y Esquerra, así como la de otros partidos que respaldan el
proyecto, se llegará a una mayoría absoluta en el Parlamento catalán,
que permitiría realizar una declaración unilateral de independencia.
Este plan equivale a dar gato por liebre (garsa per perdiu). Querer
declarar unilateralmente la independencia desde una mayoría
parlamentaria es una maniobra para eludir los criterios internacionales
que exigen alcanzar un respaldo suficiente en procesos democráticos con
los términos del debate bien establecidos.
El dictamen del Alto Tribunal
de Canadá sobre la secesión de Quebec fijó una pauta razonable para
aceptar la separación: debe verificarse una mayoría clara ante una
pregunta explícita y suficientemente debatida. Las próximas elecciones
catalanas, por mucho que se califiquen de plebiscitarias, no suponen una
pregunta clara en este sentido. (...)
Una posible mayoría absoluta en el Parlamento catalán convertida en
asamblea constituyente sería un símbolo perfecto del pensamiento único
que cultivan los que apoyan la independencia unilateral. La idea viola
la noción de Estado de derecho defendida por el Tratado de la Unión
Europea, la Constitución española y también el propio Estatut.
Como ha
recordado recientemente Xavier Vidal-Folch, se requiere una mayoría de
dos tercios para reformar el Estatut, que representa la legalidad
catalana. A no ser que esa legalidad sea como la de Juan Palomo, que en
el rico refranero catalán podría decirse: cadascú s’entén, com aquell
que balla tot sol. (...)
Los partidarios de la declaración unilateral prescinden del Estado y de
cualquier marco jurídico, y esta actitud arrojaría el caso catalán a
otra categoría: la que plantea un conflicto abierto de consecuencias
imprevisibles. Nos vamos de Escocia a Kosovo. En Cataluña existen
algunos partidarios de la ruptura de la legalidad, espíritus románticos
que aceptan el ‘cuanto peor, mejor’.
Es comprensible que haya posturas
inconscientes de este tipo, pero es más difícil entender que votantes
tradicionales de Convergència quieran apartarse de la política como
práctica de diálogo para buscar soluciones, y se vean secuestrados por
planteamientos que parecían superados en Europa. (...)" (
Martín Ortega Carcelén
, El País, 6 AGO 2015)
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