"(...) El 9-N fue una victoria personal de Artur Mas por su astucia en
llevarlo hasta el final, pero puso a las claras dos cosas. Que era falso
que el 80% de los catalanes quisiera decidir tal cosa y que no existe
una mayoría social independentista.
La radiografía de la consulta, en
cuanto a participación y resultados por municipios, desveló que la
secesión era la respuesta egoísta de las clases medio altas urbanas en
alianza con el nacionalismo identitario de las comarcas interiores. Lo
absurdo era que desde la izquierda se bailara a la comba del derecho a
decidir.
Pues no permitía que el debate social aflorara en Catalunya con
la intensidad que lo hacia, por ejemplo, en Madrid contra las
privatizaciones y los recortes, y servía para tapar la desastrosa
gestión de las finanzas del Govern o la corrupción de la etapa Pujol. (...)
El problema, pues, no está en la realidad sino en la psicología de Mas,
que se resiste a reconocer que ha emprendido un viaje a ninguna parte,
entre otras razones porque siempre creyó que, aun fracasando, le iba a
salir gratis. Ayer echó mano de la heroicidad del santo contra el
malvado dragón que no deja que Catalunya sea libre. Un ejemplo más de la
ofuscación en la que vive el nacionalismo. (...)" (Joaquín Coll, El Periódico, 24/04/2015)
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