"-¿Hay algún periodista aquí? –preguntó el ponente antes de empezar su discurso.
La pregunta me dejó de piedra. ¿Acaso pensaba el orador variar su
disertación en función de si en la sala había periodistas o no?
La
conferencia tenía lugar en la sede del IESE en Barcelona, por lo que los
oyentes eran en su mayoría académicos, economistas y empresarios. Yo
era con toda seguridad el único periodista allí presente. Pero,
lógicamente, la insólita pregunta me llevó a hacer mutis y permitir que
el conferenciante se despachase a gusto. Nadie levantó la mano. Ni
rastro de periodistas en el aula. Adelante con la confesión.
-¿No? ¿No hay periodistas? ¿Seguro? Bien, pues entonces empecemos por
reconocer que Barcelona tiene unas infraestructuras de primer nivel,
las cosas como son –dijo el ponente en tono distendido, como si se
estuviera quitando un peso de encima al admitir en público (ante una
treintena de personas, no más) algo que hasta entonces había callado o
solo había reconocido en privado. ¡Viva la palabra libre!
Pero ¿qué tiene de excepcional que alguien reconozca la calidad de
las infraestructuras de Barcelona, algo que por otra parte reconocen
visitantes, inversores y organismos internacionales de toda índole y
condición? Pues que quien lo hacía, con las precauciones debidas, aquel
día de junio del 2014, el año del Tricentenario que el ayuntamiento de
Barcelona conmemoraba a la sazón con aires de liberación colonial, era
uno de los más altos cargos de confianza nombrados por el alcalde Trias,
el mismo alcalde que repite hasta la saciedad el mantra de que el
Estado maltrata a Cataluña.
Lo lógico sería que un alto cargo de la
administración municipal ponderara sin tapujos la calidad de las
infraestructuras de la capital catalana. De infraestructuras como el
aeropuerto de El Prat, que, desde la inauguración de la T1 hace ahora
cinco años, ha recibido en dos ocasiones el premio al mejor aeropuerto
de Europa de más de 25 millones de pasajeros que otorga la ACI (Airports
Council International), la asociación de operadores aeroportuarios de
Europa.
¿Cómo se explica semejante aberración informativa? Pues sencillamente
porque celebrar los éxitos del aeropuerto de Barcelona, gestionado por
Aena -sociedad dependiente del Ministerio de Fomento- debilitaría
sobremanera el discurso victimista de los nacionalistas, que prefieren
silenciar esos logros antes que reconocer el buen hacer del Estado -el
adversario de Cataluña, en palabras de Mas- en esta y otras materias.
De
ahí, también, que el alto cargo de confianza de Trias que da pie a este
artículo se cerciorara de que no había periodistas en el aula antes de
reconocer la evidencia, como si el hecho de que los medios no la
recogiesen hiciera menos obscena su actitud vergonzante. Hay cosas que
no se pueden decir, y punto.
Él sabe positivamente que Barcelona tiene
un aeropuerto de primera, que Cataluña es la única comunidad autónoma
con todas sus provincias conectadas por AVE, que el puerto de Barcelona
-operado por Puertos del Estado, también dependiente del Ministerio de
Fomento- es el mayor puerto del Mediterráneo y el cuarto del mundo en
tráfico de cruceros.
Él sabe que la calidad de las infraestructuras, y
especialmente de las viarias, es uno los principales activos que los
inversores internacionales destacan de Barcelona, los mismos inversores,
por cierto, que critican las trabas burocráticas derivadas de la maraña
que la actividad legislativa de las comunidades autónomas ha ido
creando en detrimento de la unidad de mercado y de la competitividad de
la economía del país.
Él, como el alcalde Trias, sabe todo eso y mucho
más. Pero no lo puede decir, al menos no ante la prensa, no vaya a ser
que la verdad trascienda y queden retratados quienes a sabiendas se han
dedicado a deformarla en aras de su proyecto político.
El episodio del alto cargo que teme decir la verdad ante la prensa es
fiel trasunto de la artificiosidad del discurso soberanista, que se
basa en premisas que los propios soberanistas reconocen como falsas,
pero que no por ello piensan dejar de repetir hasta saciedad.
Y pensar
que si me llego a identificar como periodista el discurso del susodicho,
con apellido de célebre bandido, hubiera sido el de siempre: “Cataluña
sufre un déficit histórico en materia de infraestructuras…” y blablablá.
¡Cuánto cinismo!" (Nacho Martín Blanco, Crónica Global, Miércoles, 22 de abril de 2015)
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