"«Cataluña, formada por gente responsable y austera, paga lo que
otros gastan, y cuando pide su parte en reconocimiento de su identidad,
se la ignora o se la humilla. Los catalanes ya no aguantan más ni el
ninguneo ni la ofensa de España. Y quieren decidir sobre su futuro.
Punto». (...)
¿Cómo fue posible la construcción de ese relato? ¿Cuándo comenzó? ¿Por qué no ha existido uno alternativo, siquiera con la mitad de la fuerza del irresistible dret a decidir?
La alineación planetaria se produjo hace dos años. El relato alcanza el
punto más dramático, se sintetiza, acelera y se acerca al desenlace.
Seiscientas mil personas (según cálculos de La Vanguardia, aunque los
convocantes dicen millón y medio) reclamaron en la calle que Cataluña es
«un nuevo Estado de Europa» (...)
Mas parece ese cónyuge que ha decidido ya divorciarse pero que simula
agotar las posibilidades dialogando con su pareja por última vez. Ha
ido a Moncloa a un diálogo imposible para demostrar que España no
escucha a Cataluña.
Ha tolerado un cambio de facto de la senyera por la estelada. Ha
promovido dos Diadasindependentistas y masivas. Se ha repartido
funciones con la Asamblea Nacional Catalana, para que esto no parezca
una iniciativa de Junqueras y de él mismo, sino del pueblo catalán.
Y
por supuesto, he ahí el gran acierto, ha enmarcado el problema como el
derecho de una sociedad a decidir su futuro, no como un referéndum por
la independencia. Ha definido el objetivo como el nacimiento de un nuevo
Estado, no como una ruptura.
Sin dramatismo, nos dice. Junqueras y él y
la miríada de apoyos civiles con que cuentan presentan un relato
festivo, optimista, familiar e inspirador. Y para votar Sí y Sí. En el
otro lado, los del No y No son anti-catalanes, pesimistas y aguafiestas.
Es innegable que hay en Cataluña un fuerte sentimiento de agravio, de
hartazgo y de ganas de votar. Basta con pisar un bar de Barcelona para
vivirlo. Pero es muy ingenuo pensar, o muy falaz decir, que se ha
generado espontáneamente. Mas dice estar escuchando un clamor, pero son
él y Junqueras quienes lo han promovido primero, para luego reclamar el
derecho a decidir. (...)
Hoy parece ya tarde para plantear un relato unionista tan poderoso como
el del derecho a decidir. Tan generalizada ha sido la denuncia del
agravio que el agravio se percibe como real. Y tanto se ha escenificado
la tensión entre quienes reclaman el derecho a decidir y quienes lo
niegan, que Cataluña hoy pide que la dejen hablar.
Quienes, como yo,
queremos que Cataluña siga siendo España, nos encontramos atrapados en
esa trampa retórica fatal (...)" (LUIS ARROYO, EL MUNDO – 09/11/14, en Fundación para la Libertad)
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