"La última película de Arteta. 1980.
Un muerto cada tres días. Un estrago diario. Una soledad inacabable.
¿Civil o militar? yo le preguntaba canallescamente a mi madre cuando me
daba la noticia de un atentado, ella que me las daba todas. Arteta
trabaja con la eficacia de siempre.
Y esta vez trae el bonus track del
obispo Setién, que aún vive. El obispo reúne lo peor del mundo, que es
ser un cura nacionalista, y tal vez basta con su presencia para exhibir
qué idea asesina fue la responsable de la hecatombe vasca.
A pesar de
todo no habría estado mal que Arteta hubiera insistido un poco más en la
idea. Quiero decir que la idea que mataba ayer en el País Vasco es la
misma que hoy gobierna el País Vasco. Eta ha sido vencida, pero el
nacionalismo no.
La película tiene un gran protagonista. No lo son esta vez ni las
víctimas ni los asesinos, sino todos los que estuvieron en medio. ¡El mainstream!
Esa gente que iba a sus cosas, es decir la abrumadora mayoría de
ciudadanos del País Vasco. No solo tuvieron miedo. Es que no tuvieron
piedad.
El otro día me instruyó Savater con una máxima (más bien mínima)
de vida que un día se escribió: «Coraje para vivir, generosidad para
convivir y prudencia para sobrevivir». Me hacía ver, con el cariño de un
hermano mayor, que sin la última las dos primeras no podían ejercerse.
De acuerdo. Pero sin las dos primeras para qué." (Arcadi Espada, 13/11/2014)
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