"(...) Hoy se decide la continuidad o la destrucción de un Estado europeo y se
constata, como si aún no fuera suficientemente amarga y elocuente la
lección de la historia de que el nacionalismo, después de dos guerras y
ochenta millones de muertos, sigue siendo el principal riesgo de Europa. (...)
Europa ha reaccionado ante estos dos supuestos de secesión con la
boca mínima del juridicismo, fiada a que la arquitectura legal y el
principio –económico– de la realidad bastarían para disolver las
intenciones secesionistas. Y ha olvidado que estos dos intentos de
secesión no obedecen a razones económicas ni tampoco a razones
vinculadas con el ejercicio de la llamada identidad cultural, sino a
emociones políticas perfectamente gestionadas por un caciquisimo
populista y sentimental.
Aún es la hora de que en todo este larguísimo
año de agitación nacionalista se haya oído la voz grave y tajante de un
político europeo, ¡uno solo!, subrayando el lugar moral que el
nacionalismo ocupa en la historia europea. Es cierto que parece un
tópico aludir a la retórica francesa que cíclicamente, y a la vista del
paisaje político, se pregunta: «Ou sont les grands hommes?»
Pero en esta
hora de banalidad se echa de menos, por ejemplo, el Mitterrand que en
su último discurso, en Berlín, sentenció: «Le nationalisme, c’est la
guerre». Y se echa de menos, sobre todo, la ausencia de un profundo y
comprometedor relato europeo.
Si hoy el voto escocés se decanta por el secesionismo Europa habrá
entrado, casi sin advertirlo, a su funesto estilo siglo XX, en una
dinámica de fagotización imparable. Ella misma, entonces, se habrá
convertido en un asunto interno. La pregunta es un asunto interno de
quién." (EL MUNDO 18/09/14, ARCADI ESPADA, en Fundación para la Libertad)
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