"(...) Últimamente se han realizado bastantes encuestas entre los ciudadanos
catalanes para conocer el grado de apoyo que obtienen las diferentes
formas de entender la relación entre Cataluña y el resto de España (en
resumen: autonomismo, federalismo e independentismo).
El resultado venía
a ser casi siempre el mismo: un tercio para cada opción, con ligera
ventaja para federalismo e independentismo. Sin embargo, tan importante
apoyo al federalismo quedaba reducido prácticamente a nada (apenas el
5%) en la pregunta pactada por el bloque soberanista para el 9 de
noviembre.
La respuesta SI-NO a la que se supone que deberían acogerse
los federalistas, cumplía en realidad la función de convertir en
irreconocible la única alternativa al frentismo al que las otras dos
opciones pretenden abocarnos. (...)
La crítica en sentido propio deja su lugar de esta manera a
afirmaciones decididamente pragmáticas como “con el PP es imposible”,
“la derecha española nunca lo aceptará” y similares. Se le hurta así al
ciudadano la posibilidad de saber qué argumentos específicos tienen en
contra del federalismo las fuerzas políticas soberanistas, tan empeñadas
en ningunearlo.
Aplicando la lógica más elemental, cualquiera pensaría que quienes
ponen tanto énfasis en este orden de argumentos lo hacen porque
consideran que su opción independentista supera los obstáculos
señalados, es decir, resulta mucho más practicable que la federalista.
Lo cual significaría que según ellos el PP está dispuesto a negociar la
independencia o que la misma derecha española que no parece dispuesta a
transigir con el federalismo, sí se mostraría receptiva a permitir la
secesión de Cataluña, tesis ambas que no son, manifiestamente, el caso.
Estamos ante una flagrante contradicción: los mismos que se acogen al
tacticismo más pragmático para descalificar la propuesta federalista,
son los que, cuando son requeridos a explicar el contenido de su
propuesta independentista, la definen como la última utopía ilusionante
en tiempos de descreimiento político generalizado y cosas parecidas.
La
lógica queda en este planteamiento severamente castigada: en efecto, si
el motivo para desdeñar el federalismo es su inviabilidad, mucho más
inviable, por definición, resulta cualquier utopía. Sin embargo, es
curioso, lo que en un caso (el del federalismo) sirve para rechazar una
propuesta, en el otro (el del independentismo) constituye su principal
atractivo.
Tal vez el meollo inconfesado de la contradicción radique en otro
lugar. En ese “no, si ya me gustaría que fuera posible” que muchos
independentistas sobrevenidos terminan por admitir cuando se les insta a
que se definan respecto al federalismo en cuanto tal y dejen de hablar
por un momento de su hipotética viabilidad.
Están reconociendo algo que a
los redactores de la confusa pregunta que se pretende someter a
consulta el 9 de noviembre parece preocupar sobremanera, y es que muy
probablemente la opción federalista no solo constituya la única salida
para el embrollo en el que estamos metidos sino también la mejor
solución para el futuro de Cataluña y de España." (
Manuel Cruz
, El País, 12 JUL 2014)
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