"Hoy se cumplen catorce años del asesinato de Juan Mari Jáuregui,
militante del clandestino PCE en los tiempos de la lucha contra la
dictadura franquista, gobernador civil de Guipúzcoa con el Gobierno
socialista de Felipe González y que soñó que le asesinaban la víspera de
que ETA le tiroteara en el bar del frontón de Tolosa (Guipúzcoa), en la
mañana de un tórrido sábado de julio de 2000.
Jáuregui fue una persona que toda su vida luchó por la libertad, como
tantas otras víctimas de ETA, como su viuda, Maixabel Laxa, directora
durante un tiempo de la Oficina del Gobierno vasco para las víctimas del
terrorismo.
Once años después del asesinato de su marido, Maixabel se reunió con
uno de los tres asesinos de Juan Mari Jáuregui. Fue un encuentro
restaurativo, como los que han tenido otros asesinos con los familiares
directos de sus víctimas.
Un tipo de encuentros que resultan reparadores
para los asesinos que un día mataron y que hoy se arrepienten, que
sienten vergüenza y piden perdón por haber matado, y unas víctimas que
aceptan sentarse a hablar, mirar a los ojos a aquellos que asesinaron al
ser que más querían y que partieron sus vidas para siempre.
Estos encuentros han podido tener un efecto balsámico para los que un
día asesinaron, y sin duda han provocado un volcán de emociones
cruzadas en las viudas, los hijos, las hermanas de los asesinados.
Hay
en estos encuentros entre asesinos y víctimas una componente que a los
que los realizan compete, pero que no puede anular en ningún caso el
carácter de asesinos de quienes formaron parte de una organización que
puso en marcha –a base de asesinatos, odio y miedo–, un proyecto
totalitario para hacerse con el país y que felizmente ha sido derrotado.
Bienvenido sea su arrepentimiento, su petición de perdón, su
reconocimiento del daño causado, pero esa nueva actitud no clausura la
evidencia de que aquí ha habido un proyecto totalitario que exigía para
su éxito el asesinato de sus oponentes. Han fracasado, pero si hubieran
podido estarían aún asesinando.
Hay víctimas que han rechazado frontalmente esos encuentros e incluso
hay quien ha asistido a ellos sin creer en su posible efecto
terapéutico movido por un impulso humano de querer saber.
José Luís Urrusolo Sistiaga, conspicuo miembro de ETA cuando la banda
asesinaba a razón de 90 crímenes/víctimas al año, forma parte ahora de
ese grupo de exterroristas comprometidos con el «final irreversible» de
la violencia y que fueron expulsados de la banda por abrir una vía que
ahora han seguido otros presos sin la más leve autocrítica. A este
dirigente de ETA, después de una entrevista en una radio, le han quitado
los permisos penitenciarios. No es esa buena vía para estimular el
arrepentimiento." (JOSÉ MARÍA CALLEJA, EL CORREO – 29/07/14, en Fundación para la Libertad)
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