"El articulista Antonio Puigverd dice hoy en La Vanguardia que
el nacionalismo catalán fue muy débil en el franquismo y en la
transición y lo dice para desengañar a los niños que creen que en aquel
momento, y de haber presionado, Cataluña sería un país independiente, o
casi.
Creo que Puigverd tiene razón en parte y que el Estado español acabó
siendo más generoso con los nacionalistas catalanes de lo que la fuerza
de éstos podría hacer obligatorio o conveniente.
El hecho decisivo para
que esta debilidad objetiva se aminorara fue la histórica decisión de la
izquierda de hacer suyas las reivindicaciones nacionalistas, un hecho
al que Jordi Pujol contribuyó con gran inteligencia estratégica
subvencionando y lubricando iniciativas que estaban muy lejanas de su
corte de carácter derechista.
La izquierda abrazó el nacionalismo y
viceversa, porque no hay abrazo si dos no lo quieren. Sólo que en este
último caso se trató del abrazo del oso.
La alianza entre la izquierda y el nacionalismo fue lo que en el
epicentro de la transición hizo creer y declarar a José Benet, un
histórico del antifranquismo catalanista, que si «Cataluña hubiera
querido lo habría podido tener todo, porque tenía mucha fuerza».
Pero
parte de ella la perdió con la operación Tarradellas, que fue el primer
intento exitoso de desvincular el catalanismo de la izquierda. Una
operación dirigida por la derecha catalana, el gobierno Suárez y unos
cuantos tecnócratas de gran calidad. Jorge Pujol se mostró siempre muy
renuente al tarradellismo, por puro prurito personal.
Él se veía ya como
el caudillo y no quería competidores. Pero, paradójicamente, fue la
operación Tarradellas, con el debilitamiento que supuso para una
izquierda que acababa de triunfar en las urnas, lo que acabaría
contribuyendo a sus más de dos décadas de caudillaje." (Arcadi Espada, blog, El Mundo, 12/05/2014)
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