24/4/14

¿Por qué las fuerzas nacionalistas y/o soberanistas catalanas de izquierda no han celebrado este 14 de abril? ¿Es una celebración “española”? ¿Y por qué hay que celebrar entonces el 11 de septiembre?

"Vicenç Navarro ha publicado recientemente un artículo titulado “Por qué las izquierdas catalanas siempre han conjugado la lucha por la justicia social con la lucha por la identidad catalana” [1]. Coincidiendo con muchas de sus consideraciones de fondo, unas breves observaciones: 

1. La izquierda catalana, como la vasca o la del resto de Sefarad, no ha hablado nunca o apenas lo ha hecho de identidades catalanas, vascas, gallegas, aragonesas o españolas. No era el punto esencial. No estaba ni en sus genes ni en sus memes. (...)

2. Una crítica frecuente que sectores de las izquierdas españolas hacen a las izquierdas catalanas, señala VN, “es que están contaminadas con el nacionalismo catalán”. Tampoco la expresión “izquierda española” es muy nuestra. Es más bien terminología del nacionalismo catalán: Mas da ejemplo de ello con frecuencia, como muchos otros independentista que dicen ser de izquierda.

 Pero, sea como fuere, admitiendo mi posible desenfoque, muchos sectores de las izquierdas “españolas” no han hecho normalmente esa crítica porque, de hecho, no existía tal contaminación. No hemos sido nacionalistas, no nos han contaminado, no hemos buscado alianzas de clase con CiU y sus diversas prolongaciones o ayudas. (...)

3. La terminología y narrativa que se utiliza para hacer esa crítica varía, prosigue Navarro, pero en el fondo esa es la acusación nuclear. “No se dan cuenta de que en Catalunya la lucha por la justicia social ha estado siempre entrelazada con la lucha por el reconocimiento de Catalunya como nación”. 

Añade: “siempre fue esa izquierda catalana la que lideró el movimiento de reconocimiento de la identidad catalana que incluía la demanda de autodeterminación”. Se olvida VN, o no lo indica en este escrito, de un detalle muy importante: la izquierda catalana transformadora, como la del resto del Sefarad, que no hablaba en términos de “identidad” porque está suele ser muy plural (tanto en Cataluña, como en Euskadi como en el resto de Sefarad: 
existen identidades, no una identidad) defendió ese derecho, como pocas otras fuerzas, no por temas de identidad como decía sino por lucha contra opresiones, por defensa de los derechos culturales y lingüísticos de los pueblos, de todos los pueblos, al tiempo que abonaba, tendía puentes y luchaba por la unidad fraternal de todos los pueblos. 

Era su razón de ser, el ABC de sus principios y postulados. Lo mismo que Salvador Espriu, Miquel Martí i Pol y tantos otros. (...)

“La mal llamada Guerra Civil fue una lucha del nacionalismo españolista contra la nación catalana y su identidad y cultura, el cual impuso con sangre y fuego su visión exclusivista de España, reprimiendo brutalmente la otra visión de España, que fue perseguida, denunciándola como anti-España y separatista”. Remarco: otra visión, otra concepción no uniformista ni opresiva de España.

 De acuerd, hay que insistir en ello. E insisto: “una lucha del nacionalismo españolista contra la nación catalana y su identidad y cultura” es una forma nacionalista de hablar. Josep Benet está en sus orígenes. ¿Cambo y los que como él apoyaron el golpe militar, Josep (entonces José) Plà por ejemplo, luchó contra la nación catalana y su identidad y cultura?

La Guerra Civil, señala VN con razón pero con prioridad más que discutible, “fue también otro conflicto, que no aparece en la exposición y que disminuye su valor. El enemigo del fascismo no era solo lo que llamaban el separatismo, sino también los rojos”. ¿No sería mejor haber escrito que el enemigo esencial del fascismo, incluidos los fascistas catalanes, fueron los rojos, los roji-negros, los republicanos, los demócratas en general?

Algo similar puede decirse de expresiones como “La represión se centró no solo contra la cultura nacional catalana, sino también contra la cultura obrera y contra la clase trabajadora”, que parece presuponer que la cultura obrera no fue o no es parte de la cultura nacional catalana (Nous Horitzons, es un contraejemplo destacado) o parece dar a entender que la represión contra la clase trabajadora estuviera en segundo plano.

 Basta recordar los torturados por Creix en la comisaría de Laietana y las distinciones que él hacía entre comunistas y “los otros” para darse cuenta de la inexactitud. De ahí VN infiere, “que los que lideraron la resistencia antifranquista, como el PSUC, siempre tuvieron muy claro que la defensa del mundo del trabajo era, en Catalunya, lo mismo que la lucha para recuperar la identidad catalana”.

 No, no era lo mismo, aunque, ciertamente, como él señala, la cultura e identidad catalanas (que de nuevo presupone uniforme y no diversa) “y el mundo obrero tenían el mismo enemigo: el fascismo y su versión nacional-católica”, con enormes apoyos éstos en la iglesia católica-catalana que fue capaz de facilitar grandes ideólogos del rancio nacional-catolicismo español. ¿Recordamos los nombres?(...)

 Las clases populares, señala VN, y da casi vergüenza decirlo y leerlo y, muy en particular, “la clase trabajadora de todos los pueblos y naciones de España”, también fueron víctimas del Estado fascista, del que, debido a lo inmodélica que fue la Transición, el Estado actual continúa teniendo algunas características heredadas. De hecho, no es que también fueran. No, no fue eso. Fueron en primer lugar.  (...)

Uno de los momentos más emotivos, comenta, “en las Marchas de la Dignidad del 22 de marzo fue cuando el contingente procedente de Catalunya, con banderas catalanas incluyendo independentistas, llegó al punto de encuentro”. 

No sé si el profesor de la UPF llego a estar finalmente y no puedo acudir a ese encuentro o se lo han explicado mal pero, en realidad, y como es de sentido común de izquierdas, hubo protestas por la confusión entre banderas catalanas y banderas independentistas, críticas más que razonables que algunos dirigentes sindicales nacionalistas no eran capaces o no querían entender.

 Para ellos, la estelada es ya la bandera catalana. Destaco, el punto es importante, las protestas no tuvieron su origen entre ciudadanos-trabajadores de otros territorios de Sefarad sino entre los propios manifestantes catalanes que no querían manifestarse tras una bandera que representa una opinión, a un sector social, no a la clase obrera catalana. Detrás de una bandera que nunca ha sido la suya.

En aquel momento, concluye VN, “los otros contingentes de otras partes de España les aplaudieron”. No fue así. Aplaudieron la presencia solidaria de ciudadanos catalanes (o vascos o andaluces o extremeños), no la bandera independentista, la que representa la ruptura del demos general.

 Ahí, en esa confluencia, señala VN con razón, “se estaban estableciendo las semillas para una nueva España con un nuevo Estado, el que las fuerzas republicanas habían soñado antes de ser derrotadas”. 

No es sorprendente, por lo tanto, en opinión más que compartible, que la bandera republicana, junto con las banderas de los distintos pueblos de España, la catalana, no la independentista, entre ellas, “fueran las más presentes en tales marchas”.

 Presencia, por cierto, que no suele ser signo destacado (ni incluso signo) en los encuentros y concentraciones nacionalistas catalanes. La republicana, dicen algunos, es también una bandera “española”. No es suya.

 ¿Por qué las fuerzas nacionalistas y/o soberanistas catalanas de izquierda, incluyendo el Procés Constituent, el partido o agrupación actual de Vicenç Navarro, no han celebrado este 14 de abril? ¿No es de recibo? ¿Es una celebración “española”? ¿Y por qué hay que celebrar entonces el 11 de septiembre? ¿Porque es nuestro, porque es un signo identitario? ¿Esta es la lógica del asunto?

La cuestión de fondo: ¿nos importa, nos debe importar a los trabajadores catalanes, de origen o de adopción, con identidad acentuada o en estado templado tendente a frío, que las cinco comunidades europeas con mayor paro sean Andalucía, Ceuta, Melilla, Canarias y Extremadura, y que a éstas se unan, entre las diez primeras, Murcia y Castilla-La Mancha? ¿O esto no es cosa de “catalanes” sino de “españoles”? ¿Es o no es una cosa nostra?"              (Salvador López Arnal, Rebelión, 18/04/2014)

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