"La nación es un enigma y el nacionalismo un enigma levantado sobre otro
enigma. No es raro. Lo han repetido los mejores estudiosos del asunto:
el nacionalismo no es el resultado de la nación, sino que, al revés, el
nacionalismo se inventa la nación en nombre de la cual habla.
Más
exactamente, en los términos, adaptados, de Rodríguez Abascal, en Las fronteras del nacionalismo:
un conjunto de individuos (los nacionalistas) sostienen que otro
conjunto más numeroso es una nación y se proclama su portavoz. (...)
El problema no es la retórica del nacionalismo, sino que todos, sin
reparar, estamos presos de su andamiaje conceptual. No es que nos
pasemos la vida discutiendo sobre naciones. Eso, como tal, no es malo.
Hasta es razonable. Quizá resulte fatigoso y envilecedor
intelectualmente, pero razonable: aunque Dios no exista, las religiones
sí y deciden la vida —y la muerte— de muchas gentes. (...)
Que muchas gentes crean en algo no dota a ese algo de fundamento: ahí
están los OVNI y los dioses. Incluso quienes creen en marcianos no
apelan a su propia creencia, a que ellos creen y son muchos, sino a
razones y pruebas más o menos desquiciadas.
(Algo que no deberíamos
olvidar cuando se nos habla de “dar respuestas políticas” al reto
secesionista: la verdadera respuesta política consiste en discutir las
exigencias y sus supuestos, ver si son justas o cómo se han formado, que
las preferencias (o hipotéticas demandas) no están más allá de
valoraciones.
Y no importa el número: muy probablemente, el 100% de los
ricos está en contra de los impuestos).
El enigma de la nación, con todo, es solo el preámbulo de otro mayor:
el nacionalismo como movimiento político, en especial ese extraño
empeño en “extender la conciencia nacional”.
Ese es el núcleo de su
programa y el punto de partida de la madeja de paradojas a las que se
enfrenta, al menos, mientras suscriba una idea voluntarista —no la
citada de Pujol— de nación, según la cual existe una nación cuando un
conjunto de individuos creen que son… una nación (o tiene voluntad de
serlo).
Porque la política nacionalista de extender la conciencia
nacional solo tiene sentido bajo el supuesto de que los individuos no
creen que son una nación (...)" (EL PAÍS 11/04/14, FÉLIX OVEJERO, en Fundación para la Libertad)
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