"(...) Se está hablando -algunos comentaristas, como la prestigiosa Chantal Hébert,
venían haciéndolo ya desde tiempo atrás- del riesgo de que el PQ sea
"partido de una sola generación"; de la generación que protagonizó los referenda por
la soberanía de 1980 y de 1995. Se habla de un "partido de viejos".
Los
integrantes de esta generación reconocen que los jóvenes han dado la
espalda al anhelo político que ha marcado sus vidas; la vida de una
parte importante de varias generaciones de francófonos.
¿Por qué se interpreta una derrota electoral en términos tan extremadamente dramáticos?
Las elecciones del 7 de abril no son las primeras elecciones que pierde
el PQ, desde su estreno electoral en 1970. Pero el resultado es el
segundo peor resultado de toda su historia, tras, precisamente, el de su
estreno electoral.
Pauline Marois, que tiene el honor de haber sido la primera mujer en ejercer el cargo de premier de
Quebec, es la primera líder que no renueva su mandato tras un primer
periodo en el gobierno. Su gobierno ha durado solamente dieciocho meses,
tras un periodo de casi diez años ininterrumpidos en la oposición. (...)
Todos estos datos muestran una derrota sin paliativos. Pero no son
suficientes para entender el terremoto producido en las filas
independentistas. La sensación de fin de ciclo en sus filas se debe a
que las elecciones, por errores propios y habilidad ajena, se
convirtieron en un auténtico plebiscito sobre la oportunidad -aún
temporalmente indeterminada- de un nuevo referéndum sobre la
independencia.
Y el resultado de ese plebiscito ha sido demoledor: la
ciudadanía de Quebec, de forma ampliamente mayoritaria, no quiere volver
a oír hablar de un nuevo referéndum..., en largo tiempo, cuando menos;
especialmente, los jóvenes. (...)
Cuando había superado un año en el cargo, Pauline Marois y su gobierno presentaron su propuesta de Charte des valeurs (Carta de valores),
por la que se pretendía restringir el uso público de distintivos con
connotaciones religiosas. La reacción de las minorías en contra de la
propuesta fue importante, acompañada por la oposición de los sectores
más progresistas y laicos de la sociedad de Quebec.
Entre quienes se
opusieron, se encontraban importantes intelectuales francófonos de
simpatía independentista e, incluso, destacados políticos pequistas, como el antiguo premier y referente vivo del independentismo, Jacques Parizeau, quien condujo a Quebec al referéndum de 1995.
Pero, a pesar de estas reacciones contrarias, pronto se constató que el
electorado francófono acogía muy favorablemente la propuesta. Las
encuestas indicaban que era el momento idóneo para convocar elecciones
anticipadas y lograr la mayoría absoluta que le permitiese gobernar con
soltura. Solo era necesario seguir alimentando la polémica sobre la Charte.
La estrategia tenía el riesgo de transformar la imagen 'progresista'
tradicional del PQ -y dejar los consiguientes jirones-, pero parecía
garantizar el triunfo electoral.
Sorprendentemente, sin embargo, en la campaña electoral casi no se ha hablado de la Charte. (...)
Pauline Marois y su partido tenían preparado un gran golpe de efecto: la presentación como candidato pequista del magnate de los medios de comunicación Pierre Karl Péladeau, el famoso PKP, quien dirigiría la política económica del gobierno. (...)
Para sorpresa -según parece- de la propia Pauline Marois
que lo presentaba, el candidato dio rienda suelta a su radical
independentismo, afirmando que el objetivo del PQ seguía siendo la
convocatoria de un nuevo referéndum que llevase a Quebec a la
independencia.
El PQ quedó atrapado en el laberinto
del referéndum: había que desactivar la idea, pero sin desilusionar a
los integrantes de esas generaciones que ven cómo sus posibilidades de
lograr en vida un Quebec independiente se desvanecen irremisiblemente.
Los liberales no soltaron la presa y el electorado se convenció de que
el PQ no tenía remedio; era incapaz de olvidarse de un nuevo referéndum
por la independencia a pesar de las múltiples señales que vienen
mostrando, desde hace ya años, que una importante mayoría del electorado
francófono no quiere otra batalla como las de los años 80 y 90. Está
por ver hasta qué punto el proceso de marginalización política del
independentismo es ya irreversible." (Alberto López Basaguren, eldiario.es, 12/04/2014)
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