"(...) El Archivo de la Casa de Juntas de Gernika, por ejemplo, alberga
todos los expedientes de hidalguía vizcaína concedidos entre 1526 y
1864: son 2.487. El genealogista guipuzcoano Juan Carlos Guerra compuso
en 1923 un libro clasificándolos por orden de apellidos.
Los hay
euskéricos en sus dos terceras partes y el resto son o bien mixtos o
bien no euskéricos. Quiere decirse que entonces el apellido, ni siquiera
siendo euskérico, suponía por sí solo la hidalguía: había que
demostrarla, y esta consistía en no tener antecedente judío, moro o de
hereje, en ser católico sin mancha, para poder ejercer cargos, tanto en
Vizcaya como en el resto de posesiones de la Monarquía hispánica.
Los vascos, como es sabido, fueron los que más se esforzaron por
demostrarle al poder que la sangre vasca era más limpia que ninguna
otra, inventándose la teoría del vasco-iberismo, base de la foralidad:
que eran los últimos íberos, nunca sometidos, y el euskera la primera
lengua de la península, algo que les otorgó el favor real durante
siglos, dentro de los territorios de la Corona española. Fuera de ellos,
como es obvio, eso no significaba absolutamente nada para nadie.
Cuando al calor de la primera industrialización, a finales del siglo
XIX, empezaron a llegar en masa españoles, la inmensa mayoría sin ningún
apellido vasco, fue la ocasión propicia para escoger el apellido como
marcador de identidad y los primeros nacionalistas, ignorando u
ocultando que la Casa de Juntas de Gernika certificaba la hidalguía
sobre religión y no sobre raza, convirtieron los apellidos en distintivo
racial y, cuando no, étnico.
De cómo esta irracionalidad social se
mantuvo entre nosotros hasta hoy tiene mucho que decir nuestra
desgraciada historia contemporánea, con guerra civil, más
industrialización, más inmigración y mucha ignorancia sobre nuestro
propio pasado.
La estadística más solvente al respecto, la de José Aranda, da cuatro
millones de españoles con uno de sus dos primeros apellidos euskérico,
el doble de todos los habitantes de la CAV.
Lo que pasa es que aquí
están más concentrados y hay gente que tiene muchos más que dos, aunque,
no obstante, solo el 20% de los vascos tiene los dos primeros
euskéricos, mientras un 30% solo tiene uno y el resto, la mitad,
ninguno. Entonces, ¿cómo se explica que en el Parlamento vasco actual,
de sus 75 miembros, 50, dos tercios del total, tengan el primer apellido
euskérico y nada menos que 36, casi la mitad, tengan los dos?
La conclusión es evidente: los vascos votan más a los políticos con
apellidos euskéricos. Y no necesariamente por quien los porta, sino por
lo que simbolizan. Los apellidos euskéricos constituyen el meollo de la
singularidad vasca, su principal patrimonio histórico y cultural, y la
clave de todo el entramado institucional, político y económico de
Euskadi.
Quienes han estado casi siempre en el poder lo saben
perfectamente y es por ello que en el Parlamento vasco son los partidos
nacionalistas quienes presentan, con diferencia, y desde el inicio de la
Transición, un porcentaje de apellidos euskéricos en sus candidatos
desproporcionadamente alto respecto de la base sociológica vasca, la
misma que mayoritariamente les vota.
Y de entre ellos, la llamada
izquierda abertzale bate récords, desde 1980, con parlamentarios de
apellidos euskéricos, más que los jeltzales. En cambio, candidaturas que
reflejan de modo más fiel la realidad apellidística vasca, como las no
nacionalistas, no consiguen por eso premio electoral.
Dicho de otra forma: para tener el poder en Euskadi hay que asumir
que los apellidos son la seña de identidad vasca por antonomasia, la
distinción colectiva que nos beneficia a todos.
El monopolio
nacionalista se ha conseguido, simple y llanamente, presentando más
candidatos con apellidos euskéricos que los demás, y por ahí se han
apropiado del euskera y de la historia vasca, ante un socialismo siempre
a remolque cultural del nacionalismo, y ante el desistimiento de la
derecha, que consiente, de modo suicida e inexplicable, que toda su
cultura foral legendaria haya pasado en su integridad tanto al
nacionalismo moderado como también a la izquierda abertzale." (PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, EL CORREO 23/03/14, en Funcación para la Libertad)
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