9/12/13

Tengo la certeza interior de que un día abandonaré el País Vasco por el clima ético irrespirable creado por quienes han matado

"(...) son muchas y muy variadas las razones socio-políticas que existen para que algunos ciudadanos vascos, y no pocos catalanes, sintamos esto que hemos definido como “La tentación del exilio”.

(...) más allá de estar basados en una amenaza inmediata o en un peligro inminente, se levantan sobre el hartazgo moral y la repulsión ética que supone para muchos de nosotros vivir cotidianamente en una tierra, nuestra tierra, saqueada por los terroristas y sus cómplices políticos.
Nuestra “tentación del exilio” se levanta, en este sentido, sobre una constatación repetida que nos recuerda, un día sí y otro también, que el dúo ETA-Batasuna ha triunfado, o está en camino de hacerlo, en la batalla ideológica, en diferentes ámbitos políticos, en el establecimiento de referentes culturales y en la hegemonía social. 
Y también, y sobre todo, nos recuerda que los asesinos y sus cómplices nos están venciendo en la implantación de una lectura y una interpretación de lo sucedido en las últimas décadas en el País Vasco que no tiene nada que ver con la realidad y que solamente responde a las exigencias del ideario totalitario sobre el que se construye el movimiento nacionalterrorista. (...)

Guipúzcoa es hoy el ejemplo más significativo de que el terrorismo de ETA-Batasuna no ha sido derrotado y de que, en determinadas zonas del País Vasco, tras cinco décadas de actividad criminal, se ha impuesto un “estilo Bildu” de convivencia que es el que impone una gran masa de la población que desprecia a la autoridad democrática, que defiende todo tipo de posturas políticas de corte radical, que nos impone los más absurdos disparates socioeconómicos, que arrasa cualquier atisbo de iniciativa cultural y que supura una extraña bazofia moral que mezcla, a partes iguales, una indecente apología del terrorismo, un intenso totalitarismo identitario y un poderoso integrismo ideológico que, en el fondo, lo único que demuestra es un odio visceral a nuestro sistema de libertades y a los valores éticos que conforman las sociedades occidentales. (...)

La Memoria triunfante ha de tener el coraje político y social de reconocer que honrar individualmente a las víctimas exige deshonrar públicamente a los verdugos. Que no puede haber equidistancias falsarias ni memorias compartidas.
Si no se hace así, si el relato predominante no es este, será lo mismo que decir a las familias de las víctimas que sus seres queridos han muerto en vano y será lo mismo que transmitir a la sociedad la idea inicua y siniestra de que asesinar, extorsionar, amenazar y delinquir sirve para alcanzar objetivos políticos, sociales o de cualquier otro tipo. (...)

Un país que asume bajar la cabeza políticamente ante los terroristas para que éstos, presuntamente, dejen de matar; un país que permite que los cómplices de los asesinos gobiernen en ayuntamientos y diputaciones; un país que confunde la apología de la violencia con el derecho a opinar y que convierte gratuita e impunemente su territorio en un caótico reino de taifas en el que todo puede ser posible; un país de estas características, alumbra una sociedad desarbolada en la que la incesante y premeditada degradación de las normas sociales queda perfectamente reflejada en la utilización vacía, tergiversada e inicua que se hace del lenguaje.  (...)

Tengo la certeza interior de que un día abandonaré el País Vasco, porque el clima ético irrespirable creado por quienes han matado, por los cómplices de quienes han asesinado y por tantos y tantos como se han aprovechado de los primeros y han hecho todo tipo de negocios con los segundos, difícilmente podrá mejorar en unas cuantas generaciones.
Sé que no terminaré mis días en el País Vasco y no sé si lo haré en algún otro lugar de España. Pero si sé que quiero que mi hijo, cuando sea mayor, abandone este país y quiero que se abra camino en una sociedad diferente que, como todas, tendrá sus problemas y sus desavenencias, pero en la que, colectivamente, se premie el mérito y no el amiguismo; en la que se entienda algo tan básico como que no todas las ideas son iguales; en la que se sienta el orgullo de defender los valores que Occidente ha legado al mundo y en la que exista la convicción de que nuestra cosmovisión del mundo merece ser públicamente defendida.
Quiero para mí y para mi hijo poder vivir en una nación sólida, homogénea e integrada, en la que los organismos de poder mantengan la firmeza democrática, en la que las leyes legítimas sean colectivamente acatadas y en la que los principales actores que gestionan la vida pública actúen según se espera de ellos.(...)
 Quiero para mi familia un país en el que, en definitiva, los terroristas no se paseen impunemente por las calles, en el que la Justicia no dependa de los intereses políticos de unos pocos y en el que nadie gobierne cuestionando grosera y permanentemente todo aquello que nos permite a los ciudadanos ser, simplemente, eso: Ciudadanos.
Hemos aguantado mucho y durante mucho tiempo. Y la mayor parte de los que estáis aquí sabéis de lo que estoy hablando. Y, de una vez por todas, es necesario poner coto a la irracionalidad ideológica, a la indigencia ética, a la conversión de lo político en soflama incendiaria, a la postración intelectual ante lo "intelectualmente aceptable", al relativismo más escabroso y a la equiparación obscena de víctimas y de verdugos.
De lo contrario, habrá llegado el momento, esta vez sí, de marcharse."         (Raúl González Zorrilla, Euskadi Información Global, 02/12/2013)

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