"(...) Para que el proceso fuese democrático, ¿qué participación os
parecería razonable si se llegase a convocar? Si la opción mayoritaria
fuese la independentista, ¿bastaría con cualquier porcentaje
(mayoritario) de votos?
FM: Creo que esas cuestiones deben
formar parte de la negociación que conduzca a un referéndum de esa
naturaleza. Los propios impulsores del actual proyecto han dicho siempre
(con alguna excepción, en el caso de ERC)que se necesitarían amplias
mayorías para tirar adelante con la independencia.
Quiero recordar que
para el referéndum de Montenegro se estableció una participación mínima
del 50% y un 55% de síes a la independencia. A mí me parecen porcentajes
muy generosos con los independentistas (implican que un raquítico 27,5%
de los votantes sobre censo podrían ser suficientes para conseguir la
independencia), pero en todo caso sería el mínimo que me parecería
aceptable.
Dada la trascendencia de lo que se está decidiendo y su
carácter irreversible, sería escasamente democrática una decisión tomada
con un margen menor que el señalado más arriba.
JLMR: Para que
el proceso sea democrático la fórmula de la pregunta habría de tener
todas las garantías de pluralidad, que no es el caso. Para que cualquier
resultado sea no solo democrático - la democracia en última instancia
es la mitad más uno (¡más el respeto a la minoría!)- sino suficiente en
derecho, legítimo incluso, la participación ha de tener una cota
superior al 50% por ciento y, de manera aconsejable, claramente superior
para que no se produzca el inconveniente de que una mayoría raspada en
favor de la independencia no representara más que un cuarto de la
población con derecho a voto.
Si sólo votara el 50% y sólo el 50% de los
votantes lo hiciera en favor de la independencia, eso significaría solo
ese cuarto. Lo ideal sería una participación del 70% y un sí del 60%,
eso significa el 42% a favor de la independencia (frente a un 28 en
contra y un 30 que no se pronuncia).
¿Parece muy alto el techo? No tanto
para un país tan democrático y tan movilizado socialmente. ¿O no lo
estamos? Con todos los respetos por Montenegro, no querría que esa fuera
la referencia para mí país.
FM: En realidad, la discusión que
se ha abierto sobre la interpretación de los resultados da cuenta de dos
cosas: lo confuso que es el planteamiento de la pregunta y, más
inquietante, cómo algunos no se detendrán ante escrúpulo democrático
alguno para conseguir sus fines.
En condiciones normales, un
referéndum de esta naturaleza, con amplio acuerdo para su celebración,
concitaría una elevada participación (seguro que no menor que la de las
últimas elecciones catalanas, es decir, en torno a un 70%)
En esas
condiciones, exigir un 55% de síes para la independencia no me parece un
disparate, sino algo incluso generoso con los independentistas, como
decía antes. Hay que pensar que la decisión sobre la independencia no es
reversible; no parece aceptable, por tanto, que pueda ser tomada con
una diferencia de votos pequeña que, en otras circunstancias
(económicas, por ejemplo) podría ser de signo contrario.
Romper un
Estado y una comunidad política que se remonta (por limitarnos sólo al
Estado constitucional) a dos siglos atrás no puede hacerse por un voto
de diferencia (ni por unos pocos miles). No sólo no es serio, es que no
sería democrático. (...)" (Entrevista a
los historiadores Francisco Morente y José Luis Martín Ramos sobre la
consulta anunciada en Catalunya para noviembre de 2014, Rebelión,
20/12/2013)
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