"(...) Desde el nacionalismo se habla de Cataluña como nación y de
España como Estado, ocultando el concepto constitucional de nación
española.
Efectivamente. Otro problema que tenemos es consensuar qué entendemos
por nación. Lo cual no es fácil porque se han producido muchas
interpretaciones. Hay una primera versión del concepto que incide sólo
en los componentes culturales del hecho nacional, como pueden ser la
lengua o la propia conciencia del pasado común.
Por otra parte, existe
la concepción política de nación que la acerca al concepto de Estado.
Desde mi punto de vista ya existen signos evidentes de conciencia y de
concepto cultural de nación española a finales del siglo XVI. A finales
del reinado de Felipe II hay la conciencia de que existe una lengua
castellana, que se denomina español, y surgen las primeras historias de
España: las de Garibay y el padre Mariana, que reflejan que los
españoles reclaman un pasado común.
Además existe una relativa
conciencia cultural española que está confrontada a la de los demás
países. Desde el momento en el que existe la leyenda negra, la
conciencia de una España víctima de una presunta persecución y
descalificación por parte de los otros, ya existe de alguna manera definido que somos los unos respecto de los otros europeos o foráneos. (...)
También se refiere en el ensayo a la demanda constante del
nacionalismo para reparar unos supuestos agravios pasados partiendo de
"unos derechos históricos" que nunca prescriben.
Sí. Creo que los derechos históricos prescriben. Estoy completamente
de acuerdo con Francesc de Carreras cuando reivindica que la historia no
otorga legitimidades. La historia otorga referencias, porque la
historia también es interpretable.
Existe una memoria oficial y una
historia oficial, obviamente, pero existen muchas memorias
interpretativas y muchas lecciones que se han derivado de ellas. El
pasado está muerto y lo construimos y reconstruimos en función de
condicionamientos de nuestros respectivos presentes.
Entonces los
derechos históricos, se hable del pueblo catalán o de quien se hable, no
están más allá del tiempo. No creo en las esencias nacionales. Ni de
España ni de Cataluña. Estoy en contra de unas esencias eternas e
inamovibles. Al contrario, pienso que todo es permeable y maleable.
Entiendo que no cree en esa interpretación histórica según la
cual existe una especie de determinismo de los pueblos. Una unidad de
destino en lo universal.
Por supuesto que no. Esa idea joseantoniana jamás la he
compartido. Esa idea de que las naciones tienen una misión a partir de
la coherencia con unos presuntos derechos y esencias naturales...
Las
naciones no son producto de la naturaleza sino que son producto de la
historia. Por lo tanto, como historiador me interesa la trayectoria y la
maleabilidad o flexibilidad de las naciones en función de las
circunstancias o de los condicionamientos. (...)" (Entrevista a García Cárcel, Crónica Global, 02/12/2013)
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