"Domingo, en la misa de una de la Abadía de Montserrat, la que recibió
con honores al nazi Himmler y al franquista Franco, el capellán Salvador
Plans pronunció la frase definitiva sobre el proceso separatista
catalán: «El año que viene seremos consultados sobre nuestra identidad
como pueblo de Dios».
La frase es una buena síntesis de la actitud ante
el proceso de la Iglesia en Cataluña. Ciertamente no ha elegido la
fraternidad evangélica. Aún es hora de que se le haya oído una frase
sola en defensa de la trama de afectos que vincula a los ciudadanos
españoles, rareza moral pero también práctica, si se piensa que la
Iglesia en Cataluña, tan escasamente recaudatoria, vive de la caridad
cristiana del resto de España.
Aún es hora de que uno cualquiera de sus
capellanes haya levantado la voz (o al menos un susurro de confesionario
y sacristía) para contener las voces desdeñosas, xenófobas y racistas
que se han vertido en Cataluña contra ciudadanos de otras partes de
España.
Aún es hora de que la Iglesia en Cataluña haya reaccionado
contra la violencia nacionalista y los ataques que sufren las personas y
las organizaciones desafectas. La Iglesia en Cataluña ha optado, frente
a la posibilidad fraterna, por el mandato místico. La identificación
que el capellán montserratino hacía el domingo entre el pueblo de Dios y
el pueblo catalán no supone mayor novedad teológica ni política: el
pueblo de Dios es el que se levanta contra la opresión pagana como el
pueblo catalán lo hace frente a la opresión española.
La Iglesia en
Cataluña adopta esta actitud sin que, por supuesto, haya mediado por la
parte española persecución ninguna. La Iglesia en Cataluña se ha puesto
del otro lado de la fraternidad y de la ley por una decisión que nada
tiene que ver con la propagación evangélica, sino con la pura decisión
política.
No es, ¡claro!, la iglesia guerracivilista que elegía entre
matar y morir; ni la del pobre padre polaco Popiełuszko enfrentado al
ateísmo de Estado.Se trata de una Iglesia cómodamente instalada en el
mundo, que en vez de la neutralidad y el apaciguamiento ha elegido la
confrontación.
Una Iglesia nacionalista es razón automática para dejar
de ser católico y nacionalista. Pero lo interesante de su caso es hasta
qué punto demuestra cómo dios obedece cabizbajo los mandatos de los
hombres." (ARCADI ESPADA, EL MUNDO 17/12/13, en Fundación para la Libertad)
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