9/10/13

La debilidad de la resistencia intelectual, observable en el reverencialismo dominante sobre Cataluña, es un signo evidente de ese desplome de la conciencia nacional

"(...) El desgaste de la democracia y del propio contenido político de la nación italiana habían de resultar inevitables. Con razón el portavoz de la separatista Lega Nord, en el programa más seguido de la televisión italiana, aprovechó el clima de inseguridad para plantear la necesidad de un Estado independiente en el norte de Italia, la Padania, siguiendo el ejemplo Cataluña en España.

 Puede decirse que todo el despliegue demagógico del Movimiento 5 Estrellas ha tendido involuntariamente a ese mismo fin: hacer de Italia un país ingobernable, donde la política se convierte en una expresión de malestar social, del cual emerge una descalificación radical de las instituciones y de la convivencia política. Italia como caos. La crisis de un sistema político, llegada a un cierto punto, precipita un proceso de destrucción de la nación.

Sabemos bien que las naciones no son la expresión de unas esencias, de unos rasgos inmutables existentes desde la prehistoria o desde la Edad Media que se proyectan sobre la historia a partir de un determinado momento, sea este al paleolítico del que surgiera el pueblo vasco, o la pintada de barras por Guifré el Pilós [Vifredo el Velloso] hace más de mil años. O desde el Cid.

Las naciones son formaciones históricas, resultados de procesos de construcción y de consolidación en cuanto tales, pudiendo asimismo experimentar dinámicas de desagregación y de destrucción, constatables, si se me permite decirlo, de modo empírico. La existencia de factores tales como una historia singular, más o menos reforzada con mitos, de un idioma y de un desarrollo cultural propios, determinan la existencia de una identidad.

 Son los que configuran una personalidad nacional, y hacen posible el proyecto de una comunidad, sobre la base de ese sentimiento identitario, perfectamente observable asimismo en el plano empírico. (...)

 Finalmente, la proyección política de ese hecho se concretó en la presencia de subsistemas políticos, en cuyo marco coexistían partidos nacionalistas (dominantes) con otros de ámbito estatal. 

En un grado inferior de materialización, esa dinámica se inició también en Italia, con el apoyo de la derecha estatal (Berlusconi) hasta conseguir una preeminencia política la Lega Nord en la recién inventada Padania (Lombardía, Piamonte, Véneto): una crisis del Estado como la que estuvo a punto de estallar hubiese favorecido una subida en flecha de esa orientación centrífuga. (...)

Es claro que por unos u otros caminos los nacionalismos vasco y catalán han actuado para alterar ese equilibrio, a efectos de imponer su concepción unitaria de la nación. La singularidad lingüística –la lengua ‘propia’ cuya posición hegemónica ha de verse reconocida como ‘normalización’– y, en general, el sistema de enseñanza, intervinieron en ese sentido. 

Con recurso sistemático a la violencia terrorista por un sector del nacionalismo vasco; ateniéndose a pautas democráticas hasta fecha reciente en el catalanismo. Y con notable éxito en ambos casos, si bien en Euskadi las ventajas del Concierto económico en tiempo de crisis han intervenido a la hora de congelar las demandas de soberanía. (...)

La mutación experimentada por el catalanismo ha coincidido además con la aparición de fracturas cada vez más graves en el Estado-nación español, al conjugarse una durísima crisis económica, en buena parte buscada, con altos niveles de corrupción económico-política, llevando al consiguiente desprestigio de partidos e instituciones. La debilidad de la resistencia intelectual, observable en el reverencialismo dominante sobre Cataluña, es un signo evidente de ese desplome de la conciencia nacional. (...)

Hasta Vicente del Bosque se sube al carro. Es la autodestrucción de la nación."        (ANTONIO ELORZA, EL CORREO 04/10/13, en Fundación para la Libertad)

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