"La fractura es profunda y tiene manifestaciones absurdas. Por ejemplo,
si usted toma el tren en Bruselas, comprobará que los anuncios se hacen
en los dos idiomas y pensará que todo va bien. El tren se pone en marcha
hacia el norte y, apenas tres minutos después de su partida, todo
cambia: ya solo le hablan en flamenco. Y arrégleselas.
El mismo revisor,
que acababa de dirigirse a usted en francés, ya solo sabe neerlandés,
que únicamente los flamencos comprenden... Así pues, en solo unos
minutos y sin salir de la circunscripción bruselense, acaba usted de
cruzar una frontera lingüística redhibitoria. (...)
Esta es una paradoja europea. Hace algunos años, la reivindicación
regional de una mayor autonomía parecía inscribirse en un proceso
natural acorde con el avance de la construcción europea.
Esta parecía
estar llamada a instaurar un mejor reparto de papeles entre los tres
principales niveles de toma de decisiones: el nacional, el europeo y el
local. Hoy, sin embargo, esas reivindicaciones han adquirido otra
connotación. De hecho, en lo esencial, han cambiado de naturaleza.
Ayer, el federalismo belga podía ser señalado como ejemplo. Y la
organización española parecía ser una fuente de inspiración. Así, en
Francia, aquellos que abogaban por una fuerte descentralización regional
invocaban a menudo el caso español: una nación formada por
nacionalidades.
Y cabe considerar que, en Gran Bretaña, las reformas
institucionales decididas por Tony Blair y su Gobierno, que condujeron a
un nuevo reparto de poderes entre el Gobierno británico y las
autonomías galesa y escocesa, se inspiraron ampliamente en el modelo
español.
Pero hoy resulta difícil separar las reivindicaciones regionales,
como las que se expresan en Flandes, del populismo reinante. Este es uno
de los reflejos engendrados por la crisis, que es un factor de
ahondamiento de las desigualdades y provoca resistencias cada vez más
graves hacia los mecanismos de solidaridad. En pocas palabras: los ricos
no quieren pagar por los pobres.
Esto es flagrante en Flandes, una región próspera y sin paro,
mientras que Valonia sigue sufriendo el fin de la era industrial que,
gracias a la industria siderúrgica, permitió su prosperidad. Y lo mismo
podría decirse de la Liga del Norte italiana y su famosa reivindicación
de independencia de Padania. O del UKIP, un partido que quiere sacar a
Gran Bretaña de la Unión Europea.
O de otras reivindicaciones que surgen
por toda Europa. No todas ellas siguen el modelo de la protesta
flamenca. Por ejemplo, Escocia, que es más pobre que el resto de Gran
Bretaña e intenta aprovechar la debilidad y las dificultades actuales de
Inglaterra. El caso de Cataluña es particular, como también lo es, en
Francia, el de Córcega, que figura entre las regiones más pobres y cuya
reivindicación es profundamente identitaria.
De todo esto se desprende que habrá que dedicar la mayor atención al
futuro del reino de Bélgica. Sobre los hombros del nuevo rey, cuya
imagen no es muy brillante, recae el peso de un reto capital: el de la
unidad de Bélgica, que atañe a todos los europeos." (
Jean-Marie Colombani , El País,
22 JUL 2013 )
No hay comentarios:
Publicar un comentario