18/7/13

Condiciones para un referéndum de autodeterminación

"Y que mejor para esta empresa que empezar con el derecho a decidir, siendo este el eufemismo más manido y de mayor éxito del separatismo, que se ha colado en el imaginario mental de ciudadanos, partidos políticos y medios de comunicación a nivel regional y nacional, salvo contadas excepciones.

 Esta batalla simbólica la ha ganado el nacionalismo, por mucho que insistamos en que ese supuesto derecho a decidir no existe, o que las leyes no lo permiten, o que en realidad es una mentira que encubre las ansias de exclusión de una parte de la sociedad por la otra, más motivada, concienciada, obsesionada y activa. Seguiremos a rebufo si negamos la evidencia, jugando a defendernos, lo que normalmente lleva siempre a la derrota.

Así que pasemos al ataque, ¿queréis hacer un referendo separatista? Pues hagámoslo, pero no con vuestras condiciones, dado que este hecho supone vulnerar la Constitución y por tanto la modificación de múltiples leyes y poner patas arriba el sistema institucional. 

Estudiaremos en profundidad cómo hacerlo de tal manera que cuatro décadas de manipulación a través de la educación, los medios de comunicación y el entramado asociativo subvencionado no vulneren el supuesto deseado equilibrio que todos los contendientes deberían perseguir si realmente lo que quieren es que todos podamos decidir en igualdad de condiciones. 

Lo que en lenguaje pedagógico llamaríamos poner límites. Y es que no hay nada más adecuado para las pretensiones sentimentales, legítimas pero pueriles, que la pedagogía. Si tratamos con niños, hablemos el lenguaje que entienden. 

 La fecha

Es evidente que es completamente inaceptable el año 2014 como fecha para la celebración del referendo separatista, sería como hacerlo el mismo día que España ganó el Mundial de fútbol.  (...)

Para decidir hay que conocer y de momento todo está pertrechado para que sólo pueda decidir una parte y la otra se encuentre con una situación sobrevenida sin conciencia alguna de la realidad. 

Por lo tanto, el año 2018 podría ser una fecha plausible para llevar a cabo el referendo, con tiempo suficiente para modificar la legalidad vigente, explicar a la sociedad la realidad posterior de una supuesta victoria del separatismo y obtener la legitimidad suficiente para cualquiera que sea el resultado de la votación.

La pregunta y la respuesta

La pregunta debe ser clara y explícita, sin ambages, explicada de antemano con tiempo y recursos y haciendo consciente a la ciudadanía de la responsabilidad que supone ejercer el voto en un o en otra dirección.

 Una pregunta que no dejaría lugar a la duda sería podría ser: ‘¿Desea que Cataluña siga formando parte de España y de la Unión Europea?’. Evidentemente el sí significaría decir no al separatismo. ¿Por qué vamos a renunciar a una palabra que en sí misma ya tiene una connotación positiva? (...)

Extrapolación inversa de la ley electoral actual

 El un hombre un voto no ha estado nunca entre las prioridades del separatismo con lo que en este hipotético referendo se mantendría el sistema de votaciones igual pero invertiríamos los términos.

 Dado que cuatro décadas de preeminencia del voto rural de las provincias más decantadas, por tanto, hacia posturas nacionalistas han supuesto un desequilibrio de poder en las instituciones catalanas, es de justicia que en un referendo tan importante para todos, si de verdad pretenden una votación justa en la que todos decidamos de forma equilibrada, se cediese por un día ese privilegio al rival que ha salido perjudicado durante tanto tiempo.

La cortesía es fundamental en las relaciones de confianza, ¡qué menos! Con lo que en este referendo, y también sería innegociable, los votos se contabilizarían para el cómputo final mediante una extrapolación inversa de la ley electoral actual.

 El día después del referendo, pasase lo que pasase, las fuerzas políticas catalanas se comprometerían a desarrollar una ley electoral catalana que nos llevase definitivamente al un hombre un voto y así se cercenaría de una vez por todas esta manifiesta injusticia.

Contabilización del voto

 Romper el statu quo no es algo baladí, con lo que la victoria de la opción separatista no podría ser nunca aceptable al 51% del cómputo del voto total desarrollado de la extrapolación inversa de la ley electoral actual. El 65% sería lo aceptable por parte del Estado. 

Si prácticamente ninguna nación del mundo acepta en sus constituciones el derecho a la separación y España sí lo hace, lo debería hacer asegurándose que los ciudadanos que no queremos renunciar a nuestras raíces históricas y culturales no quedemos aplastados por una parte de la población que no es capaz de convivir con la multiplicidad de identidades a la que muchos catalanes no vemos ningún problema.

A ese 65% del voto total se debería añadir la innegociable también necesidad de voto negativo de más del 50% en cada una de las cuatro provincias catalanas. Es decir, si el cómputo total del voto resultante de la extrapolación inversa de la ley electoral actual sumase más de un 65% a favor del no a seguir formando parte de España, cada una de las provincias debería tener más de un 50% del voto negativo también para que la separación se hiciese efectiva.

 Esto evitaría que una parte importante de la población catalana concentrada en los núcleos mayores de población se encontrase atrapada en una realidad que no desea mayoritariamente, escenario que podría conducir a una no aceptación del resultado y a una posible rebeldía ante el mismo que nos llevaría a la situación creadora del conflicto pero a la inversa.

Consecuencias del referendo

 Así, la lectura de una derrota por parte del secesionismo sería como la del seguidor fiel a su equipo que pierde, estaría clara y sería esperar al año siguiente para hacer otro referendo, así ad infinítum hasta la victoria final; ya ganaremos la liga del año que viene, esta estaba amañada por los árbitros, hemos tenido mala suerte, se nos ha lesionado nuestra estrella, justo ayer pasó un gato negro delante de mí, derramé la sal o vete tú a saber.

Así que las condiciones, de nuevo innegociables, deberían quedar bien claras. En 2018 habrían pasado 40 años de la votación afirmativa por parte de más del 90% de los catalanes, con un 68% de participación, de una Carta Magna que el Estado se habría visto obligado a modificar para contentar a una parte de la población muy ruidosa y veríamos cuánto de numerosa.

 Así, pasarían otros 40 años hasta que pudiese volver a celebrarse otro referendo de iguales características, si así lo deseasen la mayoría de fuerzas parlamentarias que en el 2058 ocupasen el Parlamento autonómico de Cataluña.

Mientras tanto, además de la modificación de la ley electoral, se suprimirían todas las subvenciones partidistas dedicadas a la construcción nacional, siendo revisadas las mismas por parte del Estado para evitar la picaresca. (...)

Por último, TV3 sería completamente renovada y recortada hasta llevarla a la dimensión adecuada al tamaño y la realidad de una Comunidad Autónoma como es Cataluña, ejerciendo de vehículo de transmisión plural de la realidad o en su defecto, si eso no fuese posible por la selección que durante años se ha hecho de sus profesionales entre lo más selecto del nacionalismo orgánico, privatizarla. Si los nacionalistas deseasen mantener una televisión al servicio de unos cuantos deberían pagársela ellos y tendrían toda la libertad para hacerlo, faltaría más.   (...)

Rompamos su marco mental, lideremos la iniciativa política, conceptualmente tenemos todas las de ganar. El contexto de crisis económica está resultando la excusa perfecta para el auge de los extremismos en todo el mundo.

Mientras la población despierta sobresaltada de la ilusión burguesa y camina sin rumbo definido hacia no se sabe dónde, el retorno a los valores de solidaridad, fraternidad, igualdad y justicia social harán imposible el triunfo de un nacionalismo que cada vez esconde menos su componente discriminatorio. Trabajemos en esa dirección, por el bien de todos."          (Daniel Perales, lavozdebarcelona.com, 18/07/2013)

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