"(...) Pero sobre todo porque se trata de Messi y no de Mas o Pujol. Estos
últimos, por muy presidentes de la Generalitat que sean o hayan sido, no
dejan de representar, al cabo, intereses partidistas, mientras que el
primero, en tanto que icono del Barça, encarna, a estas alturas, la
transversalidad misma del catalanismo.
Su figura está por encima del
bien y del mal. O debería estarlo. La simple posibilidad de que nos
hallemos ante un tramposo produce escalofríos en el nervio de la nación.
Y ni siquiera sirve de consuelo atribuirle la fechoría al padre o
pensar que, en definitiva, si Messi ha obrado así, los Ronaldo y
compañía habrán hecho otro tanto.
No, no nos engañemos. Ni el
desconocimiento del delito ni su generalización entre la casta
futbolística constituyen eximente alguna. Lo único que podría salvar a
Messi, en las presentes circunstancias, sería que la declaración de
independencia no se demorara mucho.
En un Estado catalán, ¿a quién le
iban a importar las deudas contraídas anteriormente con España por el
ídolo de la nación? Al contrario, hasta serían celebradas como el mejor
de los regates." (Xavier Pericay, 14/06/2013)
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