"El movimiento independentista catalán tiene lugar en un mundo en el que
la secesión es cada vez más factible y deseable, al menos para los
secesionistas.
Dos acontecimientos fundamentales ocurridos tras la II
Guerra Mundial han posibilitado la aparición de Estados mucho más
pequeños: un régimen de seguridad internacional centralizado formalmente
en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que incluye una
norma sorprendentemente eficaz contra las guerras entre Estados, y la
expansión de los mercados más allá de las fronteras estatales, llevada a
cabo a nivel global por la Organización Mundial del Comercio y, desde
un punto de vista regional, por la Unión Europea.
En el pasado, los
Estados pequeños resultaban inviables o, como mínimo, inseguros, ya que
eran presa fácil para los más grandes y sus mercados nacionales eran
insuficientes para que hubiese crecimiento económico. Ahora que esas
limitaciones al tamaño de los Estados se han eliminado en gran medida,
se plantea la pregunta de si unidades soberanas más pequeñas resultarían
ventajosas y para quién.
Al fin y al cabo, las fronteras estatales
existentes no son fruto de una planificación racional o del consenso
democrático; son accidentes históricos que surgieron de procesos que, en
su mayor parte, distaban mucho de ser aceptables desde un punto de
vista moral. (...)
Algunos secesionistas catalanes apuntan que si una mayoría de
catalanes quiere la independencia, el respeto a la democracia exige que
les sea concedida. Sin embargo, esto es demasiado precipitado. (...)
Existen dos objeciones democráticas fundamentales para apelar a los
valores democráticos como justificación de la secesión mediante un
plebiscito local.
En primer lugar, si la secesión fuese así de sencilla,
se correría el riesgo de que la amenaza de la misma fuese utilizada
como instrumento de negociación estratégica para minar la toma de
decisiones democrática. Al amenazar de manera creíble con abandonar el
Estado, una minoría podría, en la práctica, ejercer un veto siempre que
los procedimientos democráticos pudiesen producir un resultado no
deseado por ella.
En segundo lugar, para que la democracia funcione, lo razonable es
que los ciudadanos esperen reciprocidad; tienen que tener la seguridad
de que si hoy pierden, mañana ganarán, y tienen que tener suficiente
conocimiento sobre sus conciudadanos y sobre sus valores y preferencias
para predecir que también ellos aceptarán los resultados de los
procedimientos democráticos.
Si los límites del sistema de Gobierno
fuesen demasiado inciertos, es decir, si pudiesen crearse nuevos Estados
cada vez que se formase una mayoría en una zona de un Estado existente,
los ciudadanos no gozarían de la garantía de reciprocidad necesaria
porque, en tal caso, sería impredecible saber quiénes son sus
conciudadanos. (...)
Por tanto, no existe un argumento sencillo basado
en la democracia a favor de la justificación de la secesión de Cataluña.
Sin embargo, el compromiso con la democracia bien entendida sí exige
que España se muestre dispuesta bien a dar cabida a un estatus
autonómico más sólido y estable para Cataluña o bien a pactar una
secesión negociada." (
Allen Buchanan , El País, 26 MAY 2013 )
No hay comentarios:
Publicar un comentario