"Las diferentes teorías del derecho corrector reconocen una serie más
extensa o más reducida de injusticias que dan origen al derecho a la
secesión. Mi propia versión de la teoría del derecho corrector reconoce
cuatro tipos distintos de injusticia:
(i) anexión injusta del territorio de un Estado soberano,
(ii)
violaciones a gran escala de derechos humanos fundamentales,
(iii)
redistribución discriminatoria continuada y grave (distribución de los
recursos del Estado que perjudica de manera injusta a una región
determinada)
y (iv) vulneración por parte del Estado de las
obligaciones del régimen autonómico intraestatal o la negativa
continuada a negociar una forma de autonomía intraestatal adecuada (...)
En el caso de Cataluña, la anexión por parte de la España castellana
tuvo lugar hace tres siglos. Cualquier principio moral general según el
cual la secesión estaría justificada si sirviese para recuperar un
territorio anexionado injustamente, que se remontase tan atrás en el
tiempo, resultaría inaceptable.
Provocaría una inestabilidad política
masiva y, casi con toda seguridad, una violencia generalizada. También
considero que es relativamente indiscutible que los catalanes no están
sufriendo violaciones de sus derechos humanos fundamentales por parte
del Estado español.
Me centraré en la aplicabilidad del tercer y cuarto tipo de
injusticias. La acusación de redistribución discriminatoria se expresa a
menudo de manera retóricamente dramática y tal vez exagerada con el
lema “España nos roba”. Quienes alegan esto a veces pasan por alto el
hecho de que en prácticamente todos los Estados comprometidos con el
bienestar de la totalidad de sus ciudadanos habrá una considerable
redistribución entre regiones. (...)
A menos que rechacemos la idea
misma del Estado de bienestar, debemos aceptar la redistribución. La
verdadera cuestión es determinar cuándo la redistribución es injusta o
discriminatoria. (...)
Demostrar que la redistribución discriminatoria está teniendo lugar y
que es lo suficientemente grave como para justificar la respuesta
radical de la secesión unilateral es más difícil de lo que admiten
quienes alegan que es lo que está sucediendo en Cataluña.
Un argumento contundente a favor del derecho de Cataluña a la secesión
no consensuada puede alegarse sobre la base de que España no ha
demostrado buena fe a la hora de responder a las demandas de mayor
autonomía intraestatal. (...)
La cuestión es que ambos bandos tienen razones para desconfiar. La falta
de confianza puede malograr la que, por otra parte, sería una solución
satisfactoria: un acuerdo autonómico intraestatal que conceda al grupo
regional descontento competencias considerables de autogobierno y
permita al Estado conservar la soberanía sobre la región. (...)
En el otro plato de la balanza, resulta bastante razonable que a España
le preocupe que, en caso de responder afirmativamente a la demanda de
mayor autonomía de Cataluña, a dicha demanda le siga otra y que, al
final, no le satisfaga nada que no sea la independencia.
No veo otra
forma de resolver este problema de seguridad bilateral que no sea con la
ayuda de una tercera parte independiente capaz de respaldar el proceso
de negociación de autonomía intraestatal, de controlar que ambas partes
cumplan con los términos del acuerdo y de proporcionar incentivos
efectivos para que ambas partes cumplan. En el caso de Cataluña, la
candidata evidente es la UE. (...)
Desde el bando catalán, la buena fe debería incluir un compromiso firme
con el Estado de bienestar de España, lo que significa reconocer que
cualquier acuerdo autonómico que pueda surgir del diálogo debería ser
compatible con el hecho de que Cataluña aporte la parte que le
corresponda al sostenimiento del bienestar de todos los afectados." (
Allen Buchanan , El País, 26 MAY 2013 )
No hay comentarios:
Publicar un comentario