"‘[...] El resultado de las elecciones [autonómicas] desmintió la visión
de Cataluña que la formidable manifestación del Once de Septiembre había
desatado. Las elecciones relativizaron la marea independentista
(preciso: relativizar no quiere decir desautorizar). Demostraron que, si
bien el catalanismo es fuerte y se ha calentado mucho,
una parte considerable de la sociedad catalana es inmune o contraria a
este calor.
El resultado electoral fue de cal y arena. La suma de CiU y
ERC permite conformar una mayoría parlamentaria coherente, sí, pero se
trata de mayoría normal: no excepcional. Y, sin embargo, el objetivo que
dicha mayoría se propone conseguir es excepcional: dejar de ser
Comunidad [Autónoma] española para convertirse en Estado singular.
[...] Durante la noche electoral, el presidente [autonómico] Mas, que
había recibido una colleja humillante, podía hacer dos cosas. O
rectificar la estrategia asumiendo que el rupturismo catalán era menos
fuerte de lo imaginado.
O no darse por enterado de la respuesta
reticente del votante y considerar que la suma de CiU y ERC era la
mayoría excepcional que él había pedido. Esto es lo que hizo; y el
resultado a la vista está: el camino pasa por tierras movedizas. La
teoría más insistente en el entorno mediático rupturista es que el
cierre español servirá para ampliar y robustecer el soberanismo.
Pero lo
que uno detecta es exactamente lo contrario: mientras el catalanismo se exaspera en su circuito cerrado de calefacción, el españolismo gana protagonismo en el ágora catalán.
Es más desacomplejado hoy que ayer; y menos que mañana.
Paradójicamente, a darle carta de naturaleza contribuyen algunos medios
fervorosamente catalanistas: barriendo las posiciones matizadas y
favoreciendo el tremendismo (los choques estridentes entre figuras
mediáticas de signo antagónico). Aznar anunció la división interna y el
resultado de las elecciones, bien leído, ya la insinuaba [...]‘." (lavozdebarcelona.com, 10/05/2013)
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