"En el País Vasco el terrorismo fue posible por la pasividad de una
gran parte de la sociedad. Unos violaban la integridad física y
psicológica de los clasificados como excluidos, y, otros, observaban,
excusaban o justificaban las agresiones. La UPV ha sido la institución
que ha compilado en su seno casi todas las formas y grados de agresión:
desde el asesinato fallido hasta el ataque físico, pasando por el
insulto, la amenaza y la coacción.
En nuestra universidad el ejercicio
de la violencia siempre ha sido unilateral: las víctimas nunca han
respondido a las agresiones que partían del nacionalismo radical. Y,
además, tampoco pueden entenderse las dinámicas de desprecio sin la
legitimación teórica ofrecida por determinados sectores de la
universidad.
Las formas de desprecio en nuestra universidad han ocasionado daños
personales, políticos y sociales. Un grupo significativo de profesores
tuvo que exiliarse, su honor y dignidad resultaron mancillados, se les
desposeyó de derechos y se les negó la capacidad para ejercer
responsabilidades.
Ahora, el equipo rectoral menciona el cese de la amenaza de ETA y la existencia de cambios políticos profundos que harían deseable su vuelta a la universidad. Les quieren hacer jugar al juego de la normalización, donde los actores (partidos políticos, víctimas, agresores…) ocupan determinadas posiciones funcionales y desempeñan roles orientados a la consecución de una meta: doblegar la fuerza de las víctimas hacia una relación de docilidadutilidad, para, posteriormente, y en justa reciprocidad, acercar e integrar a los agresores.
Ahora, el equipo rectoral menciona el cese de la amenaza de ETA y la existencia de cambios políticos profundos que harían deseable su vuelta a la universidad. Les quieren hacer jugar al juego de la normalización, donde los actores (partidos políticos, víctimas, agresores…) ocupan determinadas posiciones funcionales y desempeñan roles orientados a la consecución de una meta: doblegar la fuerza de las víctimas hacia una relación de docilidadutilidad, para, posteriormente, y en justa reciprocidad, acercar e integrar a los agresores.
Sin embargo, aunque la amenaza directa de ETA a estos profesores haya
podido desaparecer, su seguridad no está garantizada y una presión de
baja intensidad (boicot, coacción, insulto…) podría volver a tener
lugar. Además, el reingreso significa poner en marcha una estrategia
institucional de individualización de la conciencia de injusticia que
trata de neutralizar el potencial ético y político de las víctimas.
La
indignación brota porque a los representantes de los presos de ETA, que
no han hecho el más mínimo ejercicio de reflexión crítica de su pasado
criminal, se les cede, aunque sea pagando, el paraninfo de la
universidad. (...)
La vuelta de los profesores no puede ser un ejercicio de impostación. La
UPV no puede establecer simetrías, antes al contrario, debe alejarse
del paradigma del conflicto, ser inflexible con las agresiones,
garantizar la libertad de cátedra y reconocer la contribución de los
profesores exiliados al establecimiento de valores democráticos en
nuestra comunidad.
El reconocimiento es un acto público de expresión
laudatoria que hace justicia y saca a la víctima de la invisibilidad. De
una bienvenida con expresiones aprobatorias se derivan acciones
benévolas, del reingreso a escondidas y por la puerta de atrás, el temor
de que las acciones hostiles no tardarán en llegar." (IÑAKI UNZUETA / VÍCTOR URRUELA PROFESORES DE LA EHU-UPV; EL CORREO 01/05/13; en Fundación para la Libertad)
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