"Ahora se constata que hubiese sido más útil adaptar para Cataluña
modelos tan sucintos y transparentes como el suizo o el escandinavo. Se
prefirió reclamar el máximo de competencias posibles, en imitación del
Estado, emulando excesos de protocolo para no ser menos, cuando en
realidad, siendo conveniente cierto empaque institucional, lo que
legitima verdaderamente es la gestión eficaz, transparente y comedida en
el gasto público.
Seguramente, a la ciudadanía de Cataluña le hubiese
convenido más asemejarse a la gestión de lo público de Dinamarca. Muy al
contrario, se imitó, si no se duplicó, la tan malquerida formación de
la administración pública del Estado.
Es por ausencia de un modelo racionalizado de administración pública
puesta al día que la gestión diaria de la Generalitat ha generado
inercias, duplicaciones, un descontrol en la gestión de personal y
cortocircuitos en cadena, como fue en el caso de los dos gobiernos
tripartitos, con mención especial que se merece ERC.
Con el dinero del contribuyente, la reproducción de formas de Estado ex nihilo
tiene sus riesgos. Y cuanto más Estado se reproduce, menos se confía en
los órdenes espontáneos, que son los propios de una sociedad civil que
en buena medida se autorregula.
Nunca hubo en Cataluña tantas
regulaciones, tanta reglamentación, tantas páginas de legislación
normativa, hasta llegar al carné de boletaire y a algunas disrupciones de la naturaleza del mercado único que tan beneficioso ha sido y es para la economía catalana.
En algún ente preautonómico de cuyo nombre preferimos no acordarnos, la
propuesta de aplicar métodos de racionalización administrativa de modo
previo a la futura transferencia de competencias estatutarias mereció
muchas carcajadas, porque en los nichos anacrónicos de la memoria
institucional lo de menos era racionalizar, sino contratar a un sinfín
de familiares.
Ha ocurrido y algunos de los que se carcajearon tanto hoy
entran y salen de los tribunales. En el menos ambiguo de los casos, se
produjo una reproducción de sistemas administrativos que ya eran
obsoletos, una mímesis absurda y muy cara.
El intríngulis de la administración autonómica, como no lo atribuyamos a
una enrevesada voluntad política, ha incidido también en el
endeudamiento, bastante al margen de la atribución victimista de todos
los males al gobierno central. (...)
En Cataluña, cuando se reclaman estructuras propias de un Estado, quizás
se posterga la opción de reformas administrativas que han sido objeto
de demora desde las primeras transferencias, fruto de la redistribución
territorial del Estado, hasta prácticamente ahora.
Un método aconsejable
para la administración de lo público es la eficacia y la transparencia.
Un método muy distinto se ciñe todavía a la identidad ultrajada. Las
instituciones requieren algo más, sobre todo credibilidad, gobierne
quien gobierne. En el fondo, tal vez sea más fácil añorar la irrealidad
de un Estado propio que administrar la vulgar y cruda realidad de todos
los días." (
Valenti Puig , El País, 10 MAR 2013)
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