"Urkullu, por su parte, aunque sin prisas, ha hablado de la necesidad de “ganar un nuevo horizonte europeo para Euskadi”. (...)
Todos sabemos que esta insistencia en lo europeo es para evitar asociar
la independencia a un aventurismo político de poca viabilidad. Fuera de
Europa hace demasiado frío y resultaría a todas luces inimaginable para
cualquiera de estas dos comunidades. Con todo, no deja de sorprender ese
continuo recurso a Europa, porque, que se sepa, ya están en ella. (...)
A donde quiero llegar es a que, escuchándolos, uno no puede dejar de
pensar que quizá hay también un sentimiento más o menos inconsciente de
que estando en España no acaban de ser europeos de verdad.
En esto
tiene mucho que ver la propia deriva de nuestro continente hacia una
Europa de primera y segunda división, que hoy algunos son más europeos
que otros. Y nuestros dos lehendakaris parece que quieren jugar en la Champions, desprenderse del lastre ibérico.
Esta idea me trajo a la memoria una estupenda anécdota del libro de M. Ignatieff, El honor del guerrero
(Taurus, 1999), donde el autor refleja un comentario de un soldado
serbio en plena guerra civil yugoslava refiriéndose a sus enemigos: “Los
croatas se creen más que nosotros. Les encanta pensar que son unos
europeos muy finos, pero, ¿sabe lo que le digo?, que todos somos mierda
de los Balcanes”.
Esto le lleva al escritor canadiense a reflexionar con
perplejidad sobre por qué en vez de partir de aquello que les une, “ser
mierda de los Balcanes”, y actuar conjuntamente para acabar de una vez
con esa lacra, se empecinaban en acentuar sus pequeñas diferencias y
combatirse con crueldad.
Hoy, muchos miles de muertos después, se están
reencontrando poco a poco en Europa —hasta Serbia acabará entrando en la
UE— e incluso se votan entre sí en Eurovisión. Después de tanto tiempo
de crímenes y miseria, el “horizonte europeo”, si no se frustra, está
sirviendo en esta zona también, como ya hiciera antes entre Francia y
Alemania, para recrear una nueva —aunque difícil— unidad.
Está claro que no nos consideramos mierda de Iberia, ni somos vistos
así por los más conspicuos independentistas catalanes o vascos. Eso ya
lo tenemos superado desde después del franquismo. Pero, curiosamente,
para nosotros “el horizonte europeo” se está convirtiendo en el
principal motivo actual de nuestra ya histórica desvertebración. Europa
no parece ser ya la orteguiana solución de España.
Y no porque nuestros
dos lehendakaris quieran integrarse en ella con sus regiones como
Estados propios, sino por la propia deriva de la UE hacia la acentuación
de los egoísmos estatales y la fragmentación nacionalista. Es como si
una Europa desestructurada tuviera la consecuencia de provocar el mismo
efecto en nosotros. (...)
El problema consiste en que no hemos conseguido lubricarlo con la
legitimidad necesaria como para que el cruce de identidades nacionales
se armonice dentro de esa compleja estructura reticular de instituciones
superpuestas.
Ni en Europa ni en España. Pero para ello hay que
moverse. En Europa y en España. Buscar el encuadre en el que las piezas
encajen cómodamente. Atender a la realidad, no aferrarse a fetichismos
constitucionalistas o a las ensoñaciones de una Europa partida en nuevos
feudalismos estatalistas." (Fernando Vallespín , El País, 3 ENE 2013)
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