" ETA quiere el desarme, pero «no puede hacerlo sola», en palabras de
Currin. La culpa de que no llegue ese desarme, por tanto, es del
Gobierno. Esta parece ser la nueva línea argumental de la izquierda
abertzale.
Los hechos conocidos, en cambio, revelan que a principios de 2011 ETA
cambió de sitio sus zulos y escondites para hacer más difícil la
localización de sus arsenales y no lo debieron hacer nada mal porque
desde entonces no se ha encontrado ninguno de sus zulos.
La historia revela que si un grupo terrorista quiere abandonar las
armas puede hacerlo sin mayores problemas y de muchas maneras. Puede
utilizar a la Iglesia, por ejemplo. El grupo italiano Prima Línea
decidió en 1983 poner fin a la violencia y disolverse como organización.
Unos meses más tarde entregó sus armas al cardenal Martini, arzobispo
de Milán, y lo hizo unilateralmente.
En 1977, el cabecilla del ‘comando
Iharra’, una célula de ETA que operaba en Tudela, se asustó y tiró las
armas al río Ebro. La dirección le envió más armas y el etarra se las
dio a un cura que las entregó a la Policía diciendo que las había
recibido en secreto de confesión.
Igual ETA no quiere confesarse con monseñor Munilla ni con monseñor
Iceta para confiarles sus armas. Vale. Puede entonces utilizar el
recurso al chivatazo a la Policía como ha ocurrido otras veces. En
diciembre de 1989 un aviso anónimo permitió a agentes franceses
encontrar un arsenal oculto en el edificio ‘Delta’, de Anglet, con 200
kilos de explosivos, 20 granadas, 19 lanzagranadas y otros efectos.
Francisco Múgica Garmendia, ‘Pakito’, culpó al hermano de Henri Parot
del chivatazo. Otro precedente: en febrero de 1993 Pedro Gorospe, ‘Txato
el viejo’, confesó a la policía francesa dónde se encontraba la fábrica
de armas que ETA ocultaba bajo el caserío Etxebarne, de Bidart.
‘Pakito’, que había sido su jefe, se cabreó con el ‘Txato’: «Es grave lo
que ha hecho Gorospe», escribió desde la cárcel.
Pero si ETA tampoco quiere tratos directos con la Policía puede hacer
lo que hicieron los bretones del ARB en septiembre de 1999, que
abandonaron 1.025 kilos de explosivos en una furgoneta. Era la parte que
les correspondía del botín obtenido en el asalto cometido con ETA en
Plevin, pero se asustaron y decidieron abandonarlos dentro del vehículo.
Lo mismo, por cierto, que hizo ‘Fitipaldi’, el jefe de la logística
etarra, en diciembre de 1987: abandonar 1.300 kilos de amonal en una
furgoneta para salir corriendo ligero de equipaje.
Hay muchas más opciones para desarmarse, desde tirar las armas al río
Oria, como hicieron los Zalacain en abril de 1987 con un cargamento de
explosivos de ETA que tenían para repartir entre sus comandos, hasta
hacer lo mismo que el IRA con parte de sus arsenales que se los vendió a
la propia ETA por cese de negocio a cambio de efectivo.
Así que el desarme se puede hacer sin ayuda de nadie, pero eso no es
lo que quiere ETA. La banda terrorista quiere dignificar su final
convirtiéndose en un interlocutor legítimo del Gobierno, escenificar el
proceso ante una corte de mediadores internacionales y cobrar como
contrapartida la excarcelación de sus presos. Eso es algo más que el
desarme." (Florencio Domínguez, EL CORREO 02/01/13, en Fundación para la Libertad, 02.01.13)
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