"De nuevo el nacionalismo con los tambores de la catástrofe. Nadie
propone que el catalán deje de ser vehicular ni la separación de niños
por lenguas, sino la simple aplicación de sentencias del Constitucional y
del Supremo, que avalan una tibia educación bilingüe.(...)
A la izquierda catalana le falta tiempo para apuntarse. Algo
inexplicable. Desde 1953 la educación en lengua materna es un derecho
reconocido por la Unesco y, entre nosotros, el bilingüismo era el modelo
de la República, incluido el Estatuto de Nuria, y el que defendió el
PSC hasta hace dos días, apelando a su pedagoga de cabecera, Marta Mata.
Ahora, sin que se sepa cómo ni por qué, nos encontramos a la izquierda
relacionando “identidades” con naciones y ciudadanías, urdiendo
argumentos con los mimbres intelectuales que nutrieron la peor historia
europea. Si lo dudan, vean la entrevista de Raül Romeva, eurodiputado de
ICV, en el interesante blog A Word In Your Ear. (...)
En algún libro y en estas mismas páginas he intentado mostrar la pobreza de los fundamentos teóricos de las políticas “normalizadoras”. Ahora, por debajo de la maraña retórica, aparecen nuevas razones, menos teóricas. Apelan a la realidad, la eficacia y los consensos. No está de más evaluarlas.
La primera invoca la realidad catalana, agredida en su identidad.
Dilucidar identidades no es cosa sencilla, ni siquiera cuando se trata
de individuos. En el caso de las comunidades, ni les cuento. En todo
caso, cualquier idea de identidad tiene que atender a lo común o, en su
defecto, mayoritario. (...)
Y los datos, tampoco esta vez, cuadran con el relato nacionalista. Según
la propia Generalitat, el 55% de los catalanes tenemos como lengua
materna el castellano y el 31,6% el catalán. Relean: el castellano es la
lengua común y ampliamente mayoritaria de los catalanes. Ahora la
pregunta: ¿quién no respeta la identidad?
La segunda apunta a la eficacia pedagógica. Se nos dice que los niños
catalanes, sin escolarizarse en castellano, tienen un dominio superior
de la lengua común al resto de los españoles.
Si así fuera, solo caben
dos posibilidades: bien los catalanes somos un portento de la
naturaleza, bien la escolarización en una lengua es contraproducente
para su conocimiento. Como ninguna de las dos resulta plausible, hay que
dudar de las fuentes. (...)
Ahora sabemos, por boca de Joaquim Prats, exresponsable del informe PISA
en Cataluña, que “el informe se hace en catalán, (y que) por tanto, no
mide la comprensión lectora en castellano”.
En realidad, los escasos
datos disponibles no desmienten el sentido común y, entre catalanes,
muestran el mayor fracaso escolar de los castellanoparlantes, los de
menos recursos, por cierto. (...)
En la escuela se busca otra cosa, lo que los especialistas llaman
Cognitive Academic Language Proficiency, competencia para entender
información nueva, ajena al contexto y con un cierto grado de
abstracción.
Eso solo se adquiere con la escolarización, como bien sabe
el presidente de la Generalitat cuando elige un colegio trilingüe para
sus hijos
La tercera invoca la cohesión. Según parece, el bilingüismo dividiría
a la sociedad catalana. Un argumento pobre.
Si la enseñanza en una sola
lengua es garantía de cohesión, habría que escolarizar solo en
castellano, la lengua mayoritaria, común y, además, de muchos emigrantes
y de los vecinos “españoles”. Además, la experiencia disponible no
avala la tesis fratricida.
Sin ir más lejos, Finlandia, el país con
mejores resultados educativos en Europa, imparte la enseñanza en dos
lenguas y no parece que esté al borde de la guerra civil.
Finalmente, el
argumento resulta impreciso porque equipara bilingüismo a separación
por lenguas, cuando no es lo mismo un sistema en donde los alumnos
permanecen juntos mientras reciben enseñanza de distintas materias en
las dos (o tres) lenguas oficiales que otro de doble red, el de
Finlandia, en el que las distintas escuelas imparten la enseñanza en las
diferentes lenguas oficiales según la elección de los padres y aprenden
la otra lengua como asignatura.
Esos son los sistemas que podemos
encontrar en Europa. Y en el mundo, incluido Quebec. En realidad, la
anomalía planetaria es Cataluña. (...)
El último argumento apela al consenso ciudadano. Su aval: casi todos los partidos defienden la inmersión. (...) La afirmación “estoy de acuerdo porque todos estamos de acuerdo” se sostiene en el aire, esto es, en ninguna parte.
Lo mejor en estos casos es preguntar a los ciudadanos directamente. Y
asómbrense, las encuestas de la Generalitat, que preguntan sobre lo
humano y lo divino, jamás han mostrado interés en saber qué prefieren
los ciudadanos.
Quizá la explicación del descuido hay que buscarla en los resultados
de las encuestas de CSIS que, mientras se hicieron, mostraban una clara
preferencia por el bilingüismo.
El único pie empírico en el que se
sostiene la supuesta unanimidad es “la falta de demanda social”. Una
falta de demanda que se entiende bastante bien al leer la respuesta del
Departament d’Ensenyament a la pregunta de en qué consistía la (posible)
enseñanza en español durante la etapa de primaria, recogida en el mejor
libro que conozco sobre la experiencia catalana, Sumar y no restar.
Ahí va: “El profesor imparte la clase en catalán y una vez acabada la
lección, se acerca al alumno en cuestión y le repite en español lo que
acaba de explicar en catalán. El alumno tiene derecho a hablar en
español con el profesor y a realizar los exámenes en esta lengua, pero
sus libros de texto deben estar escritos en catalán y él debe permanecer
siempre en la clase con los demás alumnos”.
Traducido: “a ver, el
valiente, un paso al frente”. Calificar este procedimiento como
humillación es quedarse corto. Segregación, tampoco alcanza.
Naturalmente, la obscenidad intelectual básica radica en relacionar
derechos con “número de demandantes”. Con ese argumento los negros no
habrían pisado las universidades norteamericanas." (
Félix Ovejero
20 DIC 2012
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