"Cuando en 1927 el joven Pierre Vilar se instala en una residencia para
investigadores de Barcelona, no deja de sorprenderle la actitud del
conjunto de residentes en relación a España, algo tanto más
significativo cuanto que entre ellos encuentran personalidades como
Pompeu Fabra y Nicolau d’Olwer.
El castellano era para ellos una lengua
extranjera, reservada para los iberoamericanos; con otros no catalanes,
preferían hablar en francés o inglés. Explicaban puntualmente los rasgos
culturales de Cataluña y sus grandes hitos históricos, las derrotas de
1689 y 1714, vinculándolas a la opresión de la Dictadura. Ser de
Montpellier, la patria de Jaume el Conqueridor, le valía a Vilar gestos
de simpatía.
Prohibido entonces El Segadors, escuchaban emocionados el Canto de la Senyera.
La rivalidad con Madrid constituía un tema obsesivo. “Desgraciadamente
para España”, concluye Pierre Vilar, “el enfrentamiento entre Cataluña y
Castilla, visto por un testigo francés, se parece menos a las bromas
amistosas entre Norte y Sur que al diálogo de sordos de las tensiones
internacionales”. (...)
Volviendo la mirada hacia atrás, hay que tener en cuenta las
observaciones antes mencionadas de Pierre Vilar, y reconocer en
consecuencia el esfuerzo de la izquierda catalana, tanto del PSUC como
de los socialistas, para superar un distanciamiento y un menosprecio
hacia España muy arraigados en Cataluña, desde los tiempos de Lo catalanisme
de Almirall.
Además, no era una actitud construida sobre el vacío.
Cataluña había sido en el siglo XIX la vanguardia de la modernización
ibérica, pero adecuándose al atraso español, no superándolo. El eje
Milán-Turín hizo Italia, Barcelona “impuso el proteccionismo en España”,
en palabras de Cambó.
Con el crecimiento económico y la democracia, y,
claro, la autonomía, parecían sentadas las bases de un equilibrio, pero
ello no eliminó las raíces intelectuales de la fractura, intensificada
por la presión catalanista que tras la euforia de la Transición acabó
atrayendo a los intelectuales socialistas y excomunistas.
Fue así la incapacidad de la izquierda para lograr la cuadratura del
círculo, conjugando catalanismo y socialismo, lo que abrió la puerta,
sobre el telón de fondo de la crisis, al proceso puesto en marcha por
Mas.
Y en el socialismo, a la confusión sucedió el oportunismo, hoy clave
para la huida hacia adelante de la independencia. Con la ayuda de sus
constitucionalistas anticonstitucionales, Rubalcaba ha encontrado la
fórmula perfecta: desde su pasividad, dirá que no a la separación, pero
jugando con el a burro muerto cebada al rabo de su
indeterminado federalismo y dando luz verde a que el PSC proporcione el
apoyo decisivo ante Europa a la “transición nacional” (otra idea de
Rubert de Ventós) por parte del PSC.
Así, desde unas innegables buenas
intenciones, el caos intelectual del PSOE y del PSC hace inevitable la
catástrofe." (
Antonio Elorza , El País, 16 ENE 2013)
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