"¿por qué siempre tenemos que estar en España
hablando de las últimas ocurrencias de los nacionalistas catalanes o
vascos? ¿Es que en el resto del país no sucede nada digno de atención?
¿Sólo ellos merecen interesarnos por sus cuitas? ¿Por qué no hablar de
lo que queda de España en lugar de devanarnos los sesos con las
tribulaciones metafísicas de los periféricos?
Por eso, en lugar de con catalanes hablo con un amigo
conquense. ¿Qué hay por ahí? Lo primero, me dice, estoy muy orgulloso
de la calidad de la ciudadanía de aquí, que ha asumido con toda
naturalidad (incluso con un cierto deje de indiferencia) la reciente
reclamación de independencia de Cataluña.
Hace unos años, no tantos, se
hubiera montado una verbena patriótica para defender la sagrada
unidad. Estos meses, por el contrario, las gentes han mirado con un
cierto asombro el estallido catalán, pero sin acritud ninguna y, sobre
todo, sin excitarse.
Han visto cómo llovían sobre sus cabezas los más
curiosos improperios del catalanismo, que les acusaba al tiempo de
robar a ese país, de despreciar su cultura y de intentar imponerles
otra identidad.
¡Vaya pataleta absurda!, han pensado, deben referirse a
otros, no a nosotros. Se han reído un poco cuando los catalanistas han
hablado de ejércitos y sables, meneando la cabeza con sorna: ¡pues sí
que están los tiempos para golpes militares!
Les ha resultado un pelín
patético ese recurso de los catalanistas a la amenaza de la fuerza para
hinchar su fervor. Al final, la mayoría ha pensado que, si de verdad
nos ven así, mejor que se vayan, que ya nos arreglaremos sin ellos.
Aunque también muchos han rumiado que no, que en el fondo no quieren
irse, que sólo quieren gritar para mamar.
Y este es el punto que tiene un tanto escamados a los conquenses. El
por qué en este país nuestro sólo maman los que gritan. No acaban de
entender la razón por la cual toda la intelectualidad española proclama
compungida que, desde hoy mismo, hay que encontrar la forma de que los
catalanes estén contentos en España, que hay que reformar el Estado
para que estén cómodos y se sientan queridos.
Que hay que federalizar
el Estado, como dicen los más finos. Pero bueno, si ellos son los que
han armado el lío, que lo solucionen ellos, dicen los de Cuenca. Si
tienen un problema tan gordo para ser ciudadanos de este Estado, ése es
su problema, no el nuestro.
¿Por qué debemos asumir como propio el
problema de ellos, por qué siempre tenemos nosotros que dar para que
ellos vuelvan otra vez a quejarse? Los conquenses son en esto muy
castizos y de mente un tanto cuadrada: cada uno debe resolver sus
problemas, no endosárselos a los demás como si fueran de todos.
Porque
no lo son. Y resulta un tanto pueril pedirnos ahora que les demos besos
a los catalanes para que se sientan estimados. Que se aclaren ellos
solitos sobre sus sentimientos, que ya son mayores para hacerse un
psicoanálisis.
Además, dicen en Cuenca –en voz baja– ¡vaya momento han buscado los señoritos para montar el pollo!" (El Correo 2/12/12, J.M. Ruiz Soroa, en Fundación para la Libertad, 02/12/2012)
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