23/11/12

La independencia de Cataluña, vista por un canadiense: la secesión no soluciona los problemas económicos, es para los de la identidad, lo cual es muy distinto. Es importante subrayar que el contexto europeo no permite que los Estados que se desgajen se mantengan en la UE

"(Michael Ignatieff) Es mucho más común ahora que en generaciones precedentes entender los componentes nacionales de la identidad. Lo que ya no producirá equilibrio es la definición monolítica de la identidad española, decir que o eres español o no eres nada. 

Lo que ha cambiado, en todas las naciones, es que las identidades se forman de mezclas muy complejas que pueden reconciliarse.

–Es difícil verlo en mitad de un desafío…

–Será difícil, las transferencias económicas traerán dificultades, será muy complicado lograr la delegación del poder, pero la identidad española parece más flexible, porque tiene que serlo, y seguramente esa flexibilidad será parte de la solución. –Pero se debe exigir un mínimo. (...)

 Y debe haber un respeto por las instituciones. Mire usted, una de las cosas más importantes que hemos aprendido en Canadá es que deben ser respetadas incluso por la gente que impugna la legitimidad de esas instituciones. Es una idea difícil pero es muy importante dejarlo claro.

 En Canadá vivimos en una situación en la que la legitimidad de nuestras instituciones federales ha sido puesta en cuestión, pero hemos aprendido que solo podemos dialogar si todo el mundo acepta las reglas del juego. (...)

Incluso la parte que quiere dejar la relación acepta que tiene que cumplir con unas obligaciones de ese matrimonio. Y esas cosas mantienen el proceso de forma pacífica. Las reglas de juego pueden ser un arbitrio pero son las reglas, deben ser respetadas a no ser que no quieras encontrar soluciones políticas, sino fuera de la política. Y nadie quiere soluciones que se encuentran fuera de la política ¿no?. (...)

–Usted dice que «la fe nacionalista nunca ha sido erosionada por argumentos económicos». Con la grave crisis que vivimos y la probable salida de la UE de una Cataluña indepen diente, ¿cree que la economía volvería a ser relevante?

–Lo que yo digo es que nadie quiere ser independiente solo por motivos económicos: punto 1. Y la independencia nunca es una solución para tus problemas económicos: punto 2. 

Puedes querer la independencia por otros motivos, por mandar en casa, porque los políticos locales prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. Tú usas la economía para decir a tu gente en Cataluña que seríamos más ricos «si no tuviéramos que pagar por estos pobres españoles», pero creo que eso no va a ocurrir…

–En España hemos descubierto la falsedad de ese debate. Somos el principal mercado de las compañías catalanas, y su privilegiado dominio en las corporaciones energéticas y de grandes bancos no podría mantenerse tras la secesión… ¿Qué opina? 

–Debo ser muy cuidadoso en estas cosas, como extranjero. Pero la secesión no soluciona los problemas económicos, está enfocada a sus problemas de identidad, lo cual es muy distinto. Es importante subrayar el contexto europeo que no permite que los Estados que se desgajen se mantengan en la UE.

En el caso escocés, el líder nacionalista ahora tiene problemas porque ha debido asumir el aislamiento que tendría una Escocia independiente. Y no es obvio que ni España ni Gran Bretaña simpaticen con la posibilidad de la integración de estados separados nacidos de ellos. Así que, como decimos en América: Let’s get real here!, ¡seamos realistas! La sucesión tendrá coste económico para ambas partes. (...)

El ansia nacional de libertad ha sido a menudo un formidable vehículo para el sentimiento liberal y democrático. Me opongo al nacionalismo quebequés, pero soy el primer político canadiense que afirmó que Quebec es una nación, una identidad que debe ser respetada por nuestra federación. 

Pero sí hay un aspecto kitsch en el sentimiento de exclusividad del nacionalismo. La mayor parte de gente en Montreal y Barcelona habla en inglés y francés, en catalán y español, expresando una identidad compleja naturalmente…

–Y hay nacionalistas excluyentes…

–Algunos catalanes sienten que son exclusivamente catalanes y no tienen identidad española. Pero muchos más sienten una fuerte identidad española y también catalana, sin contradicción. Lo kitsch es negar la complejidad de la identidad personal. Mi objeción con Quebec no es que exista una identidad propia, sino que los nacionalistas empujen a la gente a elegir entre dos identidades íntimamente ligadas.

 Mi objección hacia el separatismo es de carácter moral porque fuerza a la gente a realizar elecciones entre sus identidades, y en nuestro país lo han rechazado cada vez que se ha consultado en referéndum por la sencilla razón de que se sienten obligados a elegir entre partes de sí mismos y no quieren hacerlo.

 Siempre hablaré a favor de quienes quieren seguir sintiendo esa mezcla. La porción de catalanes que se siente en parte español no quiere ser forzada. Sería tan kitsch obligarles a ser solo catalanes como a ser solo españoles. La vida es así, pura mezcla, y la política que fuerce a la gente a realizar elecciones que no quiere es mala. 

–El nacionalismo cívico que usted propugna lo creó España en la Transición pero hay nacionalidades nunca satisfechas. ¿Es una debilidad o una fortaleza de la democracia entrar en ese continuo debate de querellas?

–Es la pregunta que nos hacemos en Canadá todo el tiempo. Nuestro reto es encontrar un nacionalismo cívico que permita reunir los valores democráticos y que sea lo suficientemente grande para todos, porque mire, no existe alternativa.

 ¿Cuál es la alternativa? ¿Recentralizar todo el poder en Madrid? ¿Suprimir la autonomía, las leyes de lengua…? No es la solución y rompería en mil pedazos el sistema. Lo que más necesitamos es un liderazgo político en España –y en Canadá– que hable de lo que tenemos en común. Es mucho más importante que lo que nos divide.

–Dígalo, necesitamos oírlo…

–Derechos, igualdad, tolerancia, libertad, democracia. La democracia significa que estamos de acuerdo en que disentimos. Eso es precioso. Nos respetamos y confiamos en el otro, para argumentar y discrepar, pero para permanecer argumentando en la misma estancia común. 

¡Que nadie dé un portazo! Esa es la confianza, que sigamos… Y sí, resulta agotador, pero, le repito ¿qué alternativa tenemos?"           (Entrevista de Jesús García Calero a Michael Ignatieff (Toronto, 1947), ABC 20/11/12, en Fundación para la Libertad, 20/11/2012)

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