“Hay razones que aconsejarían reformar el barroco sistema
actual de financiación autonomica, pero la referencia a la ordinalidad no se
entiende, por mucho que figure en la legislación alemana.
Se trata de evitar que
una comunidad que sea contrubuyente neta
acabe disponiendo de menor capacidad de gasto per cápita que una que es
receptora. ¿Por qué hay que evitarlo?
Lo que habrá que tratar de impedir es que
la diferencia de recursos sea arbitraria, pero no es difícil imaginar
circunstancias (naturales o económicas) que hagan que en un ejercicio dado, o
en un periodo más amplio, un territorio de los considerados pobres disponga de
más recursos públicos por persona que uno de los contribuyentes.
Prohibir esa posibilidad revela una concepción algo pijotera
de la función redistributiva del Estado; como si fuera una forma de caridad,
que es la imagen que traducen sarcasmos como aquel odioso “adopte un niño
extremeño con sus impuestos”.
No es el hecho de reclamar más dinero para la propia comunidad en función de sus
necesidades, sino hacerlo en esos términos y en nombre de valores morales
(justicia/injusticia) lo que resulta ofensivo.
Contra la extensión a Cataluña del privilegio vasco juega la
distorsión que supondría en los ingresos del Estado, y por tanto en su política
distributiva, dado el peso de la economía catalana en la española; pero es
contradictorio añadir a ese argumento el de su inconstitucionalidad a la vez
que se acusa al nacionalismo catalán de haber rechazado el Concierto cuando se
negociaba el estatuto de 1979.
Si se le ofreció esa posibilidad tras la aprobación
de la Constitución es que se pensaba que no era imposible encontrarle encaje
legal, pese a no ser una comunidad foral; (…)
Sin embargo, Mas nunca ha utilizado ese argumento, limitándose
a reclamar que siendo Cataluña tan nación como Euskadi, debería recibir el
mismo trato diferencial.
Lo cual enlaza con otro argumento de los independentistas
sobrevenidos: que la generalización de de la autonomía y ampliación ulterior de
competencias ha desdibujado la singularidad de las nacionalidades, forzando la
radicalidad autoafirmativa. Pero Galicia rompe esa imagen” (Patxo Unzueta: Salirse y pedir la entrada; El País, ed. impresa, 15/11/2012)
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