"Puede que Cataluña sea el catalizador de una oleada renovada de
separatismos en la Unión Europea, seguida de cerca por Escocia y
Flandes. La gran paradoja de la Unión Europea, que se basa en el
concepto de la soberanía compartida, es que hace que las regiones que
presionan para lograr la independencia tengan que arriesgar menos.
Si bien es posible que de la crisis de la eurozona esté surgiendo una
Unión Europea post-nacional, con un empuje para crear una mayor unión
fiscal y un control más centralizado sobre los bancos y los presupuestos
nacionales, la crisis ha acelerado los llamamientos a la independencia
de las regiones más ricas de los Estados miembros, enfadadas por tener
que financiar a los vecinos más pobres.
Artur Mas, el presidente catalán, hace poco conmocionó a España y a
los mercados con la convocatoria de elecciones anticipadas y la promesa
de un referéndum sobre la independencia con respecto a España, aunque
Madrid lo considere ilegal. Escocia está planificando un referéndum
sobre la independencia para el otoño de 2014.
En Flandes casi han
logrado la autonomía total, tanto desde el punto de vista administrativo
como lingüístico, pero siguen molestos por lo que consideran la
hegemonía remanente de los francófonos de Valonia y la élite de
Bruselas, un sentimiento que será más que visible en las elecciones
provinciales y comunales del 14 de octubre.
Por ejemplo, muchas personas en Cataluña y en Flandes exponen que
pagan mucho más al tesoro nacional de lo que reciben, a pesar de que los
Gobiernos nacionales están recortando servicios públicos.
En este
sentido, el argumento regional es como el argumento de la eurozona a
menor escala, puesto que los países del norte más prósperos como
Alemania, Finlandia y Austria se quejan de que su riqueza y éxito
comparativo se está agotando para mantener a flote a países como Grecia,
Portugal y España.
“Todo el desarrollo de la integración europea ha reducido lo que está
en juego con la separación, ya que las entidades que surgen saben que
no tienen que ser totalmente autónomas e independientes”, comentaba Mark
Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Son
conscientes de que tendrán acceso a un mercado de 500 millones de
personas y a algunas de las protecciones de la UE”.
Heather Grabbe, que trabajó durante cinco años como consejera
política del comisario de Ampliación de la UE, se mostró de acuerdo: “Si
eres un país pequeño en la UE como Malta o Luxemburgo, lo más probable
es que cuentes con una sobrerrepresentación en Bruselas en comparación a
tu tamaño, así que, adelante con tus propósitos”.
Grabbe, que ahora es
directora en Bruselas del Open Society Institute, afirmaba que la
variable clave del separatismo no es tanto una cuestión de dinero, sino
más bien de agravio histórico y de idioma.
“Mucha de la presión radica en volver a revisar los antiguos acuerdos
y derrotas, en quién se compromete a qué en los presupuestos
centrales”, afirmaba. “Pero a la hora de la verdad, no se trata de
dinero, sino de mitos nacionales, como qué tipo de personas somos,
metanarrativa y sentimientos:
‘¿Nos sentimos oprimidos? ¿Nos sentimos lo
bastante seguros como para independizarnos?’ Vuelven los fantasmas del
pasado y aunque la economía desempeñe una función clave, al final, la
gente vota con el corazón”.
Pero la crisis también ha constituido todo un enigma para los líderes
regionales, porque ha socavado la atracción de la Unión Europea. Por
ejemplo, en Escocia, se asumía que si fuera independiente, se uniría al
bloque sin muchos problemas, ya que los escoceses ya son ciudadanos de
la Unión Europea.
(Después de todo, alrededor de 20 millones de personas
de Alemania del Este se convirtieron en miembros de la Unión Europea de
la noche a la mañana sin ni siquiera tener que silbar el himno.) ¿Pero
Escocia heredaría la opción británica de no pertenecer al euro o bien,
como nuevo Estado de la UE, tendría que asumir la moneda común? Y si
fuera así, ¿quién sería responsable de rescatar al Banco de Escocia, si
se diera el caso?
“Ven cómo se refuerza el poder de Bruselas, al tiempo que menguan y
se relativizan los Gobiernos nacionales, un proceso que se ha acelerado
con el mercado único en Europa”, exponía Janning. Muchos de ellos han
formado agrupaciones regionales que eluden al Gobierno central:
Cataluña, junto a Baden-Wurtemberg en Alemania, Ródano-Alpes en Francia y
Lombardía en Italia, por ejemplo, son fuerzas motrices regionales que
se autodenominan “los cuatro motores de Europa” y juntos poseen un PIB
superior al de España.
“Pero ahora”, proseguía Janning, “llega la crisis,” que plantea un
dilema para las regiones, porque también implica una concentración de
poder en las capitales nacionales, que intentan recortar el presupuesto
nacional.
“Ahora, las miradas vuelven a dirigirse a Madrid, Roma, París y
Berlín”, comentaba, “por lo que se reducen las oportunidades regionales
y se hace pagar a las más prósperas”. (...)
Si bien los líderes europeos sostienen que la respuesta a la crisis
es “más Europa”, algo que en circunstancias normales agradaría a las
regiones separatistas, los votantes y los contribuyentes europeos se
muestran alterados, escépticos y enfadados.
Mark Leonard, del Consejo
Europeo de Relaciones Exteriores, comentaba que estuvo hace poco en
Barcelona, donde las autoridades catalanas no dejaban de preguntarle por
Escocia. “Sabían mucho más que yo sobre los asuntos escoceses”,
afirmaba. “Así que está claro que están observándose y compitiendo entre
sí”. (Steven Erlanger , Presseurop,
8 octubre 2012, The New York Times
Nueva York)
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