Esta semana le ha tocado a Bélgica. Y el independentismo catalán ve en la victoria de los flamencos la epifanía de lo que algún día nos tocará a nosotros. Probablemente, esa Bélgica inventada como país secante en 1830 acabará disgregándose. Pero, a pesar del entusiasmo infantil del soberanismo catalán, el modelo belga no nos representa en absoluto. Como tampoco nos representó en su día una independencia mucho más justificada como la de Timor Oriental, cuyos habitantes estaban sometidos a un régimen militar sanguinario y hostil.
En otras palabras, que la independencia es una herramienta, pero no es una virtud en sí misma. La independencia, en según qué lugares, no comporta una mayor eficiencia de su administración, ni una mayor cuota de libertad para todos los que allí habitan. La independencia de ciertos territorios no siempre puede incorporarse a un mercado globalizado a no ser que disponga -como es el caso de Flandes- de una supremacía industrial y financiera respecto al total de aquel precario país. Ser independiente es una cosa. Mirarse en Flandes es arriesgado’." (lavozdebarcelona.com, 15/06/2010)
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