Morán explica que "si me preguntaran en estos últimos días de acontecimientos embarazosos qué es lo que más me ha conmovido, yo no diría que es el trampantojo del tripartito, ni el debate parlamentario en las Cortes, sino la respuesta de un treintañero mediático cuando le preguntaron por su orientación política. Respondió escuetamente: 'catalán'".
"Mala cosa cuando los jóvenes simulan ser viejos resabiados que alimentan las querencias de la parroquia. Estos chicos han salido reaccionarios, cuando nosotros, a lo más que habíamos llegado, es a ser conservadores. Imagínense si a los treintañeros de la meseta, es un decir, se les ocurre responder a la sencilla pregunta política, "¿dónde te sitúas, majo?", con un 'yo español a secas, caballero'", considera. (...)
Morán dice que "tampoco me inquieta, aunque me produzca cierta perplejidad, la obligatoriedad de que los funcionarios respondan sólo en catalán a quien les aborde en cualquier otra lengua, porque me parece legislar la grosería urbana y será fuente de la misma mala hostia que durante décadas acumuló quien iba a preguntar algo en catalán y decían que no le entendían". (...)
El periodista concluye que "lo que me deja estupefacto es que lo haga la izquierda, y anuncie su suicidio con fondo de sardanas y barretinas. '¡Endavant, Montilla!'. Todo eso lo hace mejor, y con mayor sentido, la derecha. O así pensaba yo cuando era más joven. Hemos cambiado tanto". (e-noticìes, 20/02/2010)
1 comentario:
Leído en abstracto, el artículo parece inobjetable: la política catalana, que parecía un cúmulo de virtudes, se ha descompuesto; ese arroz, que en su punto era una delicia, “se ha pasado”.
Pero si lo situamos en su contexto, enseguida se hacen visibles las intenciones ocultas.
Morán ataca sistemáticamente a la izquierda, fingiendo que lo hace desde el más puro radicalismo. No es una casualidad que escriba en La Vanguardia. Ahí le pagan para dar palos a todo lo que no sea CiU, supuestamente desde la izquierda, con la conocida estrategia de la cuña de la propia madera.
Hace poco lo reconocía sin rubor en uno de sus artículos: “nosotros estamos con quienes nos pagan”. ¿Y quién le paga? pues CiU, es decir, La Vanguardia.
Leyendo el artículo entre líneas, constatamos cómo Morán sutilmente exime de sus críticas a CiU que, por defecto, acaba santificada.
Tanto al principio como al final del texto se pueden entender claras alabanzas a CiU, sibilinamente disimuladas para contentar a sus amos sin dar la cara. Ese laudatorio y reiterado “creíamos que…” ¿a quién se refiere sino a la etapa de CiU? Y ¿qué me dicen del final?: “Todo eso lo hace mejor, y con mayor sentido, la derecha” más claro, agua; aunque juegue con una aparente ironía para seguir dando gato por liebre.
Morán está en la misma línea de los Sánchez Dragó, Amando de Miguel, Ramón Tamames, etc., etc., ex-comunistas reconvertidos a la derecha y pagados por los periódicos de la derecha para atacar a la izquierda. La única diferencia es que Morán lo hace de forma más “sibilina” e “intempestiva”, adoptando el disfraz de una crítica radical desde la izquierda.
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