21/12/07

Identidad, libertad, representación política y lengua común

“En las democracias, los grupos que forman la comunidad estatal suelen provenir de diferentes genealogías étnicas, con tradiciones distintas. De modo que la Ilustración propuso basar la unidad armónica de los ciudadanos en las normas presentes y futuras que podían compartir, no en los rastros del pasado distintos para cada cual. Como no eran iguales su memoria o su folclore, deberían serlo sus derechos y deberes (porque estos últimos atienden a lo común de todos, por encima de los caprichos atávicos que enfrentan a las banderías). Según este criterio, la libertad cívica es la proyección conjunta de opciones y garantías para todos los socios, mientras que el libertinaje es la obstinada reivindicación de la peculiaridad que no puede generalizarse ni comprende la virtud de lo general. (…)

Mención aparte merece el arrinconamiento vergonzante del castellano como lengua educativa. Por supuesto, el daño así causado no estriba sólo en el menosprecio de la lengua materna de muchos alumnos (no ya como españoles, sino estrictamente como vascos, catalanes, gallegos, etcétera) ni en el perjuicio laboral y social que se causa a los privados sin su consentimiento de un instrumento comunicativo de proyección mundial en nombre de otro culturalmente respetable pero menos rico en oportunidades por cuestiones geohistóricas: el núcleo del problema es que las democracias necesitan una lengua común por razones estrictamente políticas (el ejemplo de Bélgica es claro al respecto).” (FERNANDO SAVATER: El triunfo del libertinaje. El País, ed. Galicia, Opinión, 08/12/2007, pp. 27)

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