Durante el franquismo, en Galicia, cuando un niño campesino (“los de la aldea”), llegaba a la escuela, lo primero que le decía su maestro es que en el aula sólo se hablaba el castellano. A este tipo de inmersión lingüística se la recuerda como un tipo de brutalidad pedagógica. Lo mismo le pasó a los niños campesinos vascos y a la mayoría de los niños catalanes, como todo el mundo recuerda.
Antoni Maria Badia i Margarit, en un artículo paraLos niños urbanos, hijos de inmigrantes gallegos, murcianos, andaluces, extemeños, sudamericano (“maketos, charnegos”) tienen que hablar catalán en las aulas. Y se considera un gran avance pedagógico, como dice este rector, no una brutalidad, como todo el mundo está de acuerdo en que lo fue la de la inmersión en el castellano.
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