26/1/23

Pujol es un personaje determinante en Catalunya. El procés es, tal vez, solo un cambio cultural en el catalanismo post-Pujol... un combate identitario solo por la permanencia en el poder, inspirado en lo de Banca Catalana... La gran originalidad del procés es esa: ser un abuso del Estado, si bien también ser otro abuso, más local, sobre la sociedad catalana, en la forma de un proceso de polarización, ese concepto derechista... un buen dibujo del bolsoranismo, del trumpismo. Del procesismo... La sociedad catalana debe saber qué le hicieron. Pero también lo que hizo... O, en las próximas décadas, la sociedad en su conjunto no volverá a hacer otra cosa que lo que hizo. Hasta su desaparición por aislamiento, olor rancio y pesadez... Como la sociedad catalana no se ponga las pilas y en modo crítico para analizar qué pasó desde perspectivas diferentes a las cacareadas en uno de los ecosistemas periodísticos y políticos más cutres de Europa, pasará a ser una sociedad anecdótica, antigua, antipática, tribal y trivial. Y sin razón material y operativa para sobrevivir como cultura

 "(...) 6- Nada se acaba en modo Wendy, y todo se acaba en modo Peter, tras miles de primeras últimas veces. Es difícil saber cuál fue la más importante. Es posible que fuera la suma de la mismísima declaración fake del 27-O y una cartita enviada por la Gene a las cancillerías internacionales, casi cómica, comunicando veladamente el farol, por lo que cualquier intento futuro de creación de un Estado ha quedado abortado para siempre –siempre, entre los humanos, hasta para Wendy, suele ser unos 25 años/una vida adulta operativa–.

 Sí, habrá repuntes periódicos de la disciplina “Procés” cuando se den algunas de las cuatro condiciones básicas para su surgimiento. A saber: 

a) un anclaje territorial chungo –eso está garantizado, al punto de que el actual Estatut es un refrito del TC, no votado por nadie, como esos estatutos para junta de vecinos que venden en los estancos–; 

b) un gobierno central reaccionario; 

c) un gobierno de la gene reaccionario; y 

d) una crisis macizota, o su prima de Zumosol, un cambio de época. Las siguientes líneas tienen el sentido de aportar una foto finish peterpaniana del procés, algo complicado, pues el procés, junto con la pareja, es el único negocio en que todas las partes implicadas pueden salir perdiendo. Bastante. Mucho. Todo. (...)

10- Es bueno, submodalidad muy bueno, darle una solución a uno de los dos problemas del procés –el judicial; el otro, solo solucionable por la sociedad catalana, son las arrugas, éticas y colectivas, que ha supuesto el procés; no se pierdan el punto 13–. Queda saber si la solución al lío judicial ha sido, en efecto, tal. Ha sido, en todo caso, una solución de riesgo. Muy alto. Jamás un gobierno se la había jugado tanto por tan poco, tal vez solo por una estabilidad parlamentaria de un año escaso, y no por un cambio legal o político tan vistoso como el peligro asumido. La cosa queda así. En primer lugar, se indultó a los presos juzgados, en lo que fue una medida controlada y un desafío, diría que positivo, frente a un judicial salido de madre. Con los indultos, a su vez, se desautorizaba al TS frente a la justicia europea, algo importante, tal vez determinante, cuando esa justicia tiene que satisfacer aún recursos de los presos procesistas. 

Con ello, el Gobierno contraatacó, por primera vez, y con armamento pesado, en esta guerra judicial, con lo que el lawfare ha pasado de ser una paliza unilateral a ser, en efecto, algo parecido a una guerra declarada. Una guerra extraña, en la que el PSOE tampoco quiere muchos cambios en la justicia. No quiere bombardeos que acaben con los búnkeres, sino tan solo ocuparlos. Las guerras son, por otra parte, impredecibles. Ni siquiera las que acaban en tablas, acaban en tablas. En último lugar, y esto es menos diáfano, incalculado e incalculable, se ha cambiado el Código Penal. Algo muy aparatoso, con resultados que pueden no ser los deseados, ni siquiera los previstos. Es una gran pirueta, mortal y peligrosa. 

Que, además, puede dar igual, pues el problema no era el Código Penal, sino los jueces. Por lo que el problema sigue existiendo. ¿Cómo se soluciona el problema de los jueces? Pues a medio-largo plazo, cambiando su sistema de selección y formación. No hay otra, me temo. La reforma del Código Penal se ha traducido en nuevas restricciones al delito de protesta, y en una mayor ambigüedad para los delitos de malversación. La izquierda ha hecho reformas, en fin, que hubieran escandalizado si las hubieran ideado las derechas. La sociedad ha pagado un alto precio en derecho de manifestación para solucionar un problema político, protagonizado por unos políticos que no sólo no son héroes cívicos, sino que algunos ya se han ubicado completamente en el trademark de la Extrema Derecha 2.0.

 11- Lo que nos lleva a hablar del pack procés. Tal y como está el patio, la cosa ha mejorado para algunos exiliados, y se ha oscurecido para otros. Según la cosmovisión Llarena, todos los presos exiliados tendrían cargos de desobediencia –Rovira y Ponsatí podrían volver en breve, pues solo tienen esos cargos–, si bien Puigdemont, Comín y Puig tendrían también cargos de malversación agravada –de condena difícil de calcular, pues el cargo no encaja fácilmente con el descrito en la reforma del Código Penal–. 

El cargo de malversación puede facilitar, sea como sea, una extradición rapidita. Recordemos, hermanos, que cuando detuvieron a Puigdemont en Alemania, la RFA propuso extraditarlo por ese cargo, a lo que Llarena se negó, porque eso era poca condena para, snif, tanta España resquebrajada. Por otra parte, el conjunto de exiliados, que tiene poco que ver con la honestidad y virtud tibetanas, no asiste unido a este cambio de velocidad. 

Ese colectivo humano, subsector Bélgica, está un tanto a la greña. El exconseller Puig, así, ha pasado de ser defendido por Boye, a optar por el cambiazo de defensa por el que optaron otros exiliados que prefirieron, en el tiempo, pactar con el Estado, con resultados, hasta ahora, satisfactorios para sí mismos. La defensa que ejerce Boye aún sobre Puigdemont y dos exiliados más es, en sí, otra garantía de problematización e inestabilidad del asunto. 

O, al menos, se corre el riesgo de que Boye, otro firme candidato a ningún Nobel, utilice el caso para defenderse/esquivar/embrollar problemas legales que le vienen de otro lado –nada, menudencias: la Fiscalía le pide casi 10 años por su presunta implicación en una trama de blanqueo de Sito Miñanco; quien recomendó a Boye se lució también, indeed–.

 12- La buena noticia es que, en su día, en la Liga de 2017, con toda esta tropa procesista, pepera, mayestática, jurista, policial, no hubo ningún muerto. Lo que habla de la existencia de una divinidad desconocida, que vela por la paz en Iberia. Según mis creencias, no es otro que Sant Johan Cruyff. Pero la calidad de las soluciones conseguida hasta la fecha no es lo suficientemente alta como para garantizar el carpetazo al asunto. La derechona española sigue defendiendo que el procés, esa nada, fue una primera vez de Wendy: un golpe de Estado, abortado por las FF.SS. y otros funcionarios, políticos y reyes. Lo seguirán defendiendo. La derechona catalana –reformulada, reactualizada con el procés– sigue defendiendo que fue un golpe de Estado, niquelado, si bien perdido por lo que Ludendorff y Hindenburg, para explicar la derrota alemana, por KO, en 1918, denominaron, “una puñalada por la espalda”, una suerte de traición interna, ejercida por judíos, marxistas y etc. Parece ser que la derecha catalana seguirá apostando por ello. E irán ampliando la lista de traidores hasta ser, como ya lo es hoy, una lista que renueva por sí misma el humor catalán. La opción puñalada por la espalda, ese fake, irá creciendo en popularidad, no obstante, si nadie hace nada al respecto. ¿Quién tiene que hacer algo al respecto?

 13- La sociedad tiene que hacer algo al respecto, alejada de jueces y políticos, para enfrentarse a un problema que no es precisamente judicial, sino ético. Como la sociedad catalana no se ponga las pilas y en modo crítico para analizar qué pasó desde perspectivas diferentes a las cacareadas en uno de los ecosistemas periodísticos y políticos más cutres de Europa, pasará a ser una sociedad anecdótica, antigua, antipática, tribal y trivial. 

Y sin razón material y operativa para sobrevivir como cultura. Jordi Pujol, en una reciente entrevista, opta por eso, por señalar la catalanidad como algo en peligro de minorización en Catalunya, gracias a la inmigración que bla-bla-blaZzzz, ese llenapistas de la vieja y nueva extrema derecha, que, precisamente, Pujol aplazó en los 60-70, y ahora, tras el shock cultural del procés, viste de largo. Pujol es un personaje determinante en Catalunya. 

El procés es, tal vez, solo un cambio cultural en el catalanismo post-Pujol, en el que, partiendo de categorías y dinámicas pujolistas, se reactualiza el catalanismo a través de mitos posteriores a 1981, pero esta vez sin empatía alguna hacia el otro, ni hacia la inmigración de los 60-70, o la actual, en un combate identitario solo por la permanencia en el poder, inspirado en lo de Banca Catalana. La gran originalidad del procés es esa: ser un abuso del Estado, si bien también ser otro abuso, más local, sobre la sociedad catalana, en la forma de un proceso de polarización –ese concepto derechista–. 

En 2017, por ejemplo, un grupo reducido de personas dispuso –gracias a la violación de la ley de protección de datos, de cualquier código deontológico, de cualquier decoro– de una conexión vertical, mediante apps, con datos de más de 700.000 ciudadanos, hecho del hace un mes informó La Vanguardia, con escasa repercusión. 

Un grupo de personas entradas en edad, consumiendo parainformación parcial, no verificada, reiterada, compartiendo con ello una forma de actividad fronteriza con el ocio, muy absorbente, es, a su vez, un buen dibujo del bolsoranismo, del trumpismo, del plazadecolonismo. Del procesismo.

14- La sociedad catalana debe saber qué le hicieron. Pero también lo que hizo. Y debe verlo por fin, con ojos de niño. Ojos de Peter Pan. Ojos sensibles a la sorpresa, que ven primeras veces donde ya no las hay. O, en las próximas décadas, la sociedad en su conjunto no volverá a hacer otra cosa que lo que hizo. Hasta su desaparición por aislamiento, olor rancio y pesadez."                    (Guillem Martínez  , CTXT, 24/01/2023)

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