"Ser un buen catalán se está poniendo cada vez más difícil. Si hasta el momento bastaba de lucir un lazo amarillo noche y día, ahora nos tenemos que sacar el carné. El Carnet de Bon Catalán es como el del Club Super 3, pero en adulto y de pago.
Al igual que no hay niño que no haya mostrado en clase el carné del Super3, no hay llacista orgulloso de serlo, que en una cena no saque el de la Republiqueta, que este es el nombre oficial por más que todo el mundo sepa que se trata de un certificado de catalanidad.
Ya iba siendo hora de que un documento indicara quién es catalán auténtico y quién un sobrevenido, que aquí hay mucho botifler y así no hay manera de montar ni una republiqueta ni nada. La otra opción, que era la de obligar a los no suficientemente catalanes a lucir un brazalete encima de la ropa, se ha descartado -de momento- por sus desafortunadas reminiscencias históricas.
Se ha criticado que el documento, promocionado por el mismo Vivales en las redes como si estuviera mostrando al mundo la resolución del teorema de Poincaré, no sirve de nada. Sirve para hacerse suscriptor del Punt y de Vilaweb, o sea, de nada. Pero no debemos perder de vista que más allá de esta inutilidad se trata de un recibo, este es su valor. Un recibo que demuestra que el portador ha pagado doce euros para sufragar la vida del Vivales y su cuadrilla de Waterloo.
No es que doce euros solucionen la vida a todo tren en la que se han entregado, con eso no tienen ni para las propinas, pero es una forma de decir «yo también colaboro en su vidorra». ¿Hay orgullo más grande para un lacista?
Vamos a los temas prácticos, que también los hay. Antes, para agilizar gestiones con la administración, se deslizaba en la mano adecuada un billete de mil pesetas. Las cosas han cambiado. Ahora, para prosperar bastará mostrar al funcionario puntilloso el carné de la Republiqueta para que se abran todas las puertas, se agilicen todas las gestiones, se adjudiquen todos los contratos y otorguen todas las plazas.
La misma Laura Borràs ya ha conseguido su extraña plaza de profesora universitaria porque el día de las oposiciones enseñó al tribunal -como quien no quiere la cosa, «ay, que tonta, me ha caído esto en el suelo» - un carné provisional de la Republiqueta, una especie de «fila cero» de los carnés para que se beneficien los amigos antes de ponerlos en circulación.
En cuanto corra el rumor de la utilidad de los carnés de la Republiqueta, habrá mercado negro, así que háganme caso y compren-ahora que sólo cuesta doce euros, que dentro de poco ni por 120 lo encontrarán.
Como los DNIs, los primeros números, del 0 al 10, estarán reservados para la familia real, es decir, para el Vivales, su señora y las infantas, así como para el pianista Comín, en caso de que posea, como es de esperar, el certificado de convivencia con el monarca. A partir de aquí, quien no corre vuela, que por sólo doce euros uno puede hacerse con la llave que da acceso a la fortuna, venga señoras que me los quitan de las manos.
Conozco muchos que viven bien porque encontraron lugar en la administración gracias al lazo amarillo, pero el lazo era gratis, y ya va siendo hora que quien quiera colocarse apoquine, que por sólo doce euros uno puede tener la vida solucionada. En Cataluña las cosas van así de bien, y si hubieran montado su republiqueta, mejor aún, esto sería jauja." (Albert Soler, Diari de Girona, 08/04/21)
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