"(...) En su nuevo libro, Equidistantes exquisitos
(Ediciones Hildy), Robles retrata a aquellos periodistas e intelectuales
que no solo callaron ante los abusos del nacionalismo catalán, sino que
“para hacerse perdonar la cobardía ayudaron a estigmatizar a quienes
los denunciaban”. (...)
¿Y cómo define usted a aquellos a los que, en relación al nacionalismo catalán, llama “equidistantes exquisitos”?
Son
personas, que en un contexto de arbitrariedad, exclusión, abuso,
supremacismo y agresión al Estado de Derecho y a la libertad por parte
del catalanismo, callan, justifican, o peor aún, estigmatizan a quienes
se rebelan contra el mal, o directamente colaboran con los agresores. La
más sibilina de las equidistancias es la del cobarde que coloca en pie
de igualdad al agresor y al agredido, pero por arte de magia siempre
acaba reforzando al agresor. Si el nacionalismo nos ha traído hasta
aquí, en buena parte, se debe a esa colaboración.
El libro arranca con una carta
abierta al cómico Pepe Rubianes, al que usted considera uno de los
equidistantes más paradigmáticos ¿Cuál es la razón?
Por
ser un pobre hombre aplastado por el síndrome de Cataluña, que ha de
demostrar un odio gratuito a España para hacerse perdonar el hablar en
castellano. Su intervención en TV3 y el tono patético con que escupió
aquello de: “Y que se metan a España ya en el puto culo a ver si les
explota dentro” representaba la sumisión del siervo al amo, una forma
triste y desolada de renunciar a la inteligencia y a la dignidad para
mendigar acogida a la audiencia nacionalista.
Al
contrario que en el conjunto de la sociedad catalana, entre los
denominados equidistantes hay pocos —si no, ninguno— que no se muestren a
favor de la inmersión lingüística en catalán. ¿Cómo explica que,
diciéndose no nacionalistas, respalden dicha medida?
La
hegemonía moral que el nacionalismo impuso desde la Transición a base
de explotar su victimismo cultural y lingüístico aprovechando el
hartazgo de 40 años de franquismo, logró identificar España y su lengua
común con ese hartazgo. Y en esa trampa cayeron periodistas,
intelectuales y toda la izquierda. La normalización lingüística fue
vista así como la panacea de la democracia y la libertad, y no como lo
que fue, una trampa para eliminar la lengua española de la escuela, y
las instituciones. No hubo coraje, y sobraron complejos y miedos. Y lo
que es peor, para hacerse perdonar la cobardía ayudaron a estigmatizar a
quienes lo denunciaban.
También suelen manifestarse a favor del derecho a decidir. Pero, ¿es éste verdaderamente un “derecho”?
En
absoluto. Este concepto es el paradigma de la manipulación del lenguaje
con el que el catalanismo ha infectado de fraudes la misma democracia.
De hecho, El ex director de la Fundación Catdem de CDC, Agustí Colomines
inventor de la estafa, afirmó en La Rambla de BTV, que “el derecho a
decidir era una chorrada que nos inventamos” para sustituir “el derecho
de autodeterminación”, porque tal derecho no era posible venderlo
internacionalmente al aplicarse sólo a países sometidos a colonización,
pero prohibido en Estados democráticos consolidados. De hecho, el
supuesto derecho a decidir pretende robar el derecho a decidir del resto de españoles sobre su soberanía, sobre la soberanía que nos pertenece a todos.
Pero más allá de lo evidente, en una democracia, el derecho a decidir
está regulado por las propias reglas del orden constitucional. Ningún
Ayuntamiento de España podría decidir declarar la guerra a Francia, o
ninguna mayoría parlamentaria podría tener derecho a decidir si podían o
no votar las mujeres. Lo primero está regulado, lo segundo es un axioma
democrático que no se puede votar. Por poner sólo dos ejemplos. La
manipulación es tan burda como el comportamiento mafioso de unos
fascistillas de medio pelo que quieren pasar por demócratas. Es el
colmo.
¿Y por qué parte de la
izquierda española suele mostrarse tan reacia a denunciar los casos de
adoctrinamiento escolar en Cataluña?
Porque
ha cambiado los valores de igualdad, solidaridad y libertad, por valores
identitarios. En buena medida por el lenguaje tóxico nacionalista que
han asumido con toda naturalidad, frente a España, como espacio del bien
común. En gran parte por la confusión que la izquierda arrastra desde
la dictadura, entre el régimen franquista y el Estado español.
El
nacionalismo de Franco estuvo tan obsesionado en identificar su régimen
con España, que la izquierda hace lo imposible por distanciarse de
España para defenderse del estigma franquista. Es como si la izquierda
alemana actual confundiera el régimen nazi con Alemania. Es la respuesta
de una izquierda reaccionaria infectada de populismo que le ha llevado a
defender todos los ismos étnicos nacionalistas y sus estrategias
pedagógicas, desde la exclusión de la lengua común como lengua
vehicular, al adoctrinamiento escolar en la plurinacionalidad, el
multilingüismo y el odio a España.
Es bien curioso que partidos de izquierdas nacidos para
defender la igualdad de los ciudadanos frente a las desigualdades
sociales, se dediquen a apuntalarlas cuando tales desigualdades las
defienden los territorios. Persiguen la igualdad económica entre los
ciudadanos tomados uno a uno, pero sacralizan la desigualdad económica
de los territorios. Esa falta de un proyecto nacional de la izquierda
frente al nacionalismo disgregador ha provocado una agudización de las
diferencias económicas, sociales, culturales y lingüísticas entre los
españoles en función de dónde vivan.
Todo ello camuflado por el lenguaje
ambiguo y tóxico que la izquierda ha tomado de los nacionalistas, y que
ha dejado indefensos intelectualmente a muchos demócratas. La
consecuencia nefasta de esa alianza con el adoctrinamiento escolar de
los nacionalistas ha sido la renuncia a defender una idea democrática de
la nación española. De hecho, ha permitido poner en duda su legalidad y
su legitimidad.
Varios líderes
separatistas se han servido de la pandemia del coronavirus como un
instrumento más para erosionar la imagen de España, pasando del “España
nos roba” al “España nos mata”. ¿Le ha sorprendido?
En absoluto, ya sabe, la mentira esparcida entre el rebaño propio, cuanto más gorda, más vitoreada.
Ante
las crisis provocada por el virus, el Govern ha emprendido una campaña
para estimular el turismo del resto de España en Cataluña apelando a la
“unión” y ocultando la simbología separatista de las imágenes
promocionales. Pero, ¿puede sentirse “como en casa” un turista nacional
en la Cataluña del 2020?
Cometeríamos un
error vender en el resto de España la Cataluña nacionalista. Sería
hacerles un favor, ellos quieren que el resto del mundo confundan la
Cataluña real con su Cataluña identitaria, monolingüísta que detesta
España. Y no es así. Hay más catalanes no nacionalistas que
nacionalistas, una Cataluña española, abierta, bilingüe, tolerante que
debe ganar visibilidad entre los españoles. Y la mejor manera de hacerla
visible, es que nos visiten y ejerzan de ciudadanos en su patria sin
complejos. Nos haríamos mutuamente un gran favor. (...)
¿Debilitará la pandemia al secesionismo o, por el contrario, lo reforzará?
Creo
que de momento lo ha dejado como un cien pies patas arribas. No dejará
de patalear, pero sus días de gloria han pasado. Espero que esta
izquierda reaccionaria en el poder, no le ayude a darse la vuelta. ¡Pero
cualquiera se fía de ese par de impostores que nos dirigen!" (Entrevista a Antonio Robles, Óscar Banítez, El Liberal.cat, 31/05/20)
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