"El apellido de Theodor Kallifatides (Molaoi, Grecia, 82 años)
remite al mar de Homero. Él sostiene que deriva de calafate, el oficio
de poner brea y estopa en las juntas de las embarcaciones.
De joven
quemó sus naves en el Peloponeso y emigró a Suecia, donde se reveló como
un prestigioso narrador que España ha descubierto muy tarde, a través
de Otra vida por vivir (2019), un libro traducido por Selma Ancira que emocionó a Mario Vargas Llosa y a Fernando Aramburu.
(...) A los 75 años se atascó como escritor. No era solo un problema creativo:
también de la sociedad que lo rodeaba. Suecia se enredaba en los
tentáculos del dinero, se alejaba del país de justicia social y
solidaridad que había sido cuando él llegó. Los ciudadanos se convertían
en individuos. Kallifatides envejecía en un mundo que le parecía cada
vez más ajeno. Entonces viajó a Grecia. La crisis económica había
reducido a escombros la dignidad del país que una vez fue el suyo. En
medio de esa hecatombe volvió a ser griego y escribió este libro, el
primero en su lengua materna y no en sueco. (...)
Del mismo modo que la maestra recurre en la novela al poder del mito
para ayudar a sus alumnos a sobrellevar el terror, el escritor considera
que el poder de la literatura puede ayudar ahora a Grecia en su
adversidad. “La literatura y el arte son de gran ayuda a un país sumido
en la pobreza”, prescribe.
Recuerda que los grandes libros de la Grecia
moderna han sido escritos en momentos difíciles, como en los años
veinte, cuando un millón y medio de griegos emigraron desde Turquía con
la caída del Imperio Turco. “Después de esto es cuando tuvimos la
primera generación de novelistas griegos. Y tras la ocupación nazi y la
guerra civil, llegó la segunda generación de escritores. Siempre
necesitas a los intelectuales y los escritores, pero más que nunca en
situaciones de crisis”.
Encuentro de dos lenguas
Ahora los indigentes han sustituido a los pobres en Grecia.
Kallifatides había sido pobre toda la vida, excepto cuando su padre aún
tenía trabajo como maestro. Su madre solía decir que la pobreza estaba
allí, pero los pobres iban limpios. “Somos pobres, pero tenemos nuestra
dignidad, decía mi madre.
Pero ahora a los pobres se les niega incluso
la dignidad”, deplora. Con el impacto de esta devastación, el escritor
volvió a ser lo que había sido: griego. Recuperó su idioma como
instrumento literario y escribió Otra vida por vivir. Ahora
crea en ambas lenguas: “Me encanta trabajar así”. “Las lenguas se
enriquecen una a otra. Son como dos pequeños ríos que confluyen. Es otro
río. El tercero. Es un proceso muy fascinante. La lengua no son solo
palabras. Son ideas, ética, valores morales.
Cuando permites que dos
lenguas se encuentren suceden muchas cosas buenas. Empiezas a entender
el mundo de una manera distinta”, consigna. (...)
Aunque Kallifatides dudó sobre si debería de escribir después de los 75
sigue haciéndolo a los 82. ¿Cuál es la última barrera para el escritor?
“La muerte, naturalmente”, señala. Recuerda el caso de Simenon, que un
día, tras escribir 400 libros, dijo que no podía escribir “ni una
palabra”. “En mi caso, he prometido no escribir cuando vea que el texto
que hago no es bueno, cuando empiece a escribir mal. Es una especie de
muerte, pero no la muerte”, zanja." (Miquel Alberola, El País, 02/03/20)
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