"Buenas tardes, gente. ¿Han visto? Acabo de encontrar un
genérico terminado en “e” sin saltarme las reglas ortográficas ni
gramaticales y además suena como muy charnego… Gente.
Me dice el Serrano –el pequeño; eran dos
hermanos, los Serrano, en el Colegio Nacional Ruiz de Alda, donde nos
conocimos, ahora normalizado como Colegi Nacional del Carmel–… me
dice que tenía que venir a contaros qué es eso de ser charnego hoy…
Como si ser charnego hoy fuera distinto de serlo ayer; bueno, ayer… hace
unos años.
Lo primero es que no puedo estar, a ver,
no es que no pueda, es que no me conviene. Me explico: tras un largo
periodo de no dar palo al agua he encontrado curro y resulta que es en
un sitio oficial, de la Gene, y, aunque sea temporal y mal pagado, no
estamos como para poner en peligro la fuente de los dineros con los que
pagar el condumio y las birras, y además me lo ha prohibido mi santa… Pues eso, que os largo esta carta y que la lea el señorito Serrano.
Que sepáis que el Serrano, ese sí que es un “pijoaparte” que
logró escaparse del barrio, al menos al principio… Digamos que dio el
braguetazo –no con una Teresa con pedigrí como la del Manolo Reyes de Últimas tardes…
de Marsé, pero…– y se colocó de funcionario. Aunque al final acabó mal,
de vuelta al charneguismo, por Nou Barris, que tampoco es que se fuera
muy lejos.
¡A lo que íbamos!
Dice el Évola –perdón, Évole; me ha traicionado el subconsciente– que él es del “Xarnego Power”. Es decir: que es un pijoaparte
triunfador y punto… Pero ya sabemos que hoy en día con poner palabras
en inglés todo suena más chachi. Vamos a decirlo claro… los
secesionistas necesitan incorporar a más charnegos al Procés, y para ello están los Rufianes y Évoles de turno. Para llegar al Power hay que rendir pleitesía a los que de verdad detentan el poder.
El estilo bufón crítico, tipo “el follonero”, siempre gusta a los señores. La crítica controlada los reafirma en el poder. La crítica frontal hay que silenciarla.
Ahora, ser charnego será fashion,
otra cosa es llegar a final de mes. Y son los que no llegan a fin de mes
los que definen el charneguismo. El orgullo charnego al que alude Évole
en su entrevista en El Mundo solo es real si es orgullo de clase, de clase obrera. Lo otro es parafernalia.
En mi nuevo trabajo parlo catalá amb acent de Girona
–no sé si os acordáis de mi historia con la vallisoletana, ¿no? Pues si
no os acordáis lo buscáis en Charnego News–; en fin, por allí pululan
mancebos y mancebas con lacito en el pecho y todos hablan con nivel C
para arriba, aunque a alguno le traicionen los apellidos, como es mi
caso. Yo todavía no me he puesto el lazo, pero, si es para que me hagan
fijo, igual me lo pienso.
Me dicen que el pasado año hubo un Festival de Cultura Txarnega en Barcelona, subvencionado por el Ajuntament
de Barcelona, y yo sin enterarme. Por el Carmelo no vinieron a
preguntarnos… Lo cierto es que a la organizadora la apalearon en redes, y
eso que las pretensiones eran como muy “buenistas”, sin críticas a la inmersión lingüística y tal… ¡Más preguntas que respuestas!
El charneguismo es, sobre todo,
desarraigo, desarraigo de clase. Hay charnegos que bailan sevillanas, y
otros, bachatas o sardanas, no es una cuestión folclórica. Hay quienes
confunden folclore con cultura. A mí, que conste que las sardinas, a la
brasa, y las sevillanas… de faralaes. Recuerdo que cuando festejaba con
mi Teresa, ella bailaba sardanas y había un vejete, que manava en el círculo –no podemita, no, al cercle-, que animaba repetidamente a las mozas: “que botin els pits, els pits han de botar”… ¡Viejo verde! Lo digo por mí.
Decía Jordi Pujol sobre los andaluces (no se veía bien decir charnegos) que “viven en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”, y “si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña”. De aquellos polvos estos lodos.
No es cuestión de que los charnegos dominen, es cuestión de que se apunten al “Procés”; y si es necesario dar “power” a algún charneguito, se le da, pero siempre como subalterno –aunque sea a titulo de President o Diputado–, y se le monta algún escrache de tanto en tanto para que no olviden quien manda: es el caso de Montilla en la famosa manifestación contra la sentencia de L’Estatut (tuvo que salir por piernas siendo President), o del Truhán (perdón Rufián) en sus últimos baños de multitudes.
Decía en 2016, me auto-cito, que “existen
otros muros económicos, sociales, culturales, lingüísticos, políticos
que pretenden mantener o levantar los defensores de las esencias
patrias, sean catalanes, vascos, españoles, franceses, corsos, húngaros,
alemanes, padanos, estadounidenses o europeos.
Y al otro lado como
víctimas están, de una forma o de otra, con más o menos gravedad, los
negros, los árabes, los sirios, los palestinos… los charnegos. No tanto
por su adscripción étnica, sino por pertenecer a los marginales, a los
que molestan al poder, a los que solo son mano de obra barata o carne de
cañón”.
Es ahí donde está el charnego, incluso sin conciencia de serlo, incluso votando al secesionismo, cual pijoaparte que cree que recibirá un mayor trozo del pastel cuando Cataluña sea independiente. Para ser charnego no hace falta tener conciencia de serlo, es una realidad objetiva, política y económica. Eso es así, aunque crean que se han asimilado, que han sido aceptados en el club de los “Catalanes Catalanes”, con pase de “Xarnego Power”.
¿Saben de algún lugar del mundo donde
para marcar la diferencia repitan el gentilicio? Aquí, en Cataluña, sí.
Dado que se popularizó aquello de que es catalán el que vive y trabaja
en Cataluña, se necesitaba remarcar la catalanidad de pro, la
catalanidad con barretina… La redundancia como elemento de distinción.
¡Manda webs!
Tiempo ha, asistí a un seminario impartido por una pija de Madriz, a la que encantaban los “Catalanes catalanes”.
La mayoría de los asistentes éramos catalanes a secas y sin barretina.
Desayunaba sola. Y eso que era una experta en motivación…
Los charnegos estamos mal vistos en Madriz: ni Pedro Sánchez nos tiene en cuenta para el “diálogo”.
Claro, allá no les llaman charnegos, allá es un conflicto de clases.
Aquí, es un conflicto más complejo… de clase, pero alimentando un
conflicto étnico y secesionista. Aquí, la alienación es más fácil. El
empoderamiento –¡Jo! qué palabro– exige aceptar la subordinación al
proyecto identitario, incluso en los sindicatos supuestamente de clase y
en partidos autodenominados de izquierda.
A lo que íbamos. Ser charnego no es un
estado idílico, es más bien el producto de un proceso social en un lugar
–Cataluña– y tiempo determinado –Siglo XX, con parte de finales del XIX
y principios del XXI–, y
responde a unas condiciones de producción y de reparto de la riqueza en
un entorno económico –neoliberal, acompañado de un proceso de
concentración de la riqueza en burguesías regionales– y un proceso
histórico complejo –descolonización, crisis del proyecto España,
procesos revolucionarios y fascistas en Europa y en el mundo, dictadura
de Franco, desnortamiento de la izquierda española…)
¿Lo ha leído de corrido, todo esto, el Serrano? Y, encima, seguro que le ha gustao. Tan marxista él. Son las reminiscencias de las charlas que nos daba uno del PSUC en un sótano de la calle Tolrà, allí apelotonao,s apoyando mi cabeza en el regazo de una pijoflauta de la época –años 70–, esas que intentaban salvarnos del feroz capitalismo… de sus papás.
No hay charnego sin pijoaparte y no hay pijoaparte sin pijoflauta. Antes “teresas”, en la terminología marsetiana.
El pijoaparte es el charnego que
pretende escapar de la condena social de ser pobre e inmigrante en
Cataluña –A mí me gusta decir las cosas por su nombre: uno es emigrante
cuando se va, pero cuando llega al destino es inmigrante. Cuando uno se
va es querido, amado y despedido con llantos. Cuando llega, cambia su
condición socioeconómica, se degrada–.
La mayoría de los pijoapartes se
frustraron en su intento de escapada: lo del ascensor social, en
Cataluña funciona mal, muy mal; no es que en el resto de España funcione
mejor, pero aquí el estigma acompaña de por vida… ya puedes hacerte con
un título de “nivell C de català”, que si no abrazas el nacional-catalanismo lo tienes jodido.
Solo hay que mirar cómo despreciaba Sor Ferrusola al Montilla, President de la Generalitat,
charnego agradecido como pocos, correveidile de Maragall y bufón bien
pagado del nacionalismo; eso sí, no mejoró su catalán ni a palos… ni a
palos, como los que le dieron en la manifesta contra la Sentencia del
Estatut. O el entrañable, para Charnego News, Gabriel Truhán, digo
Rufián, que le dimos en 2016 el premio “Charnego aMontillado” –parece
que cuando venía a recoger el premio, unas birras, no supo encontrarnos
pues llevaba mal puesta la barretina–.
Ellos son el paradigma del pijoaparte
triunfador, sí; pero siempre, a pesar de sus ingentes ingresos –que
alguno quisiéramos–, están y estarán marcados por su origen charnego.
El charnego es el objetivo del nacional-secesionismo, pero no para colocarlo arriba de la pirámide social, no… ¡para obtener su voto!. Y para ello necesita gentes como Montilla o Rufián… o “intelectuales” como Justo Molinero –lo de intelectuales entrecomillao,
se entiende–, o “trotskistas” como Jaume Roures, o “revolucionarios”
–entrecomillados los adjetivos, ¡eh!– como David Hernández, “el Niño la
Chancla”.
¿Se acuerdan? Cuando tras honda genuflexión ante il capo dei capi, Don
Jordi Pujol, amenazaba con tirarle la chancla a otro delincuente, el
Rodrigo Rato. ¿No les recuerda a Ruiz Mateos cuando amenazaba con el “que te pego leche, que te pego”?
La escuela ha sido para el nacionalismo
la gran baza para adocenar a los charnegos. Pero, a pesar de llevar 40
años de matraca, puede decirse que han fracasado estrepitosamente.
Cierto que hay charneguitos en la Meridiana embozados con una estelada,
pero son los menos.
Charnego y obrero son sinónimos. Tener conciencia charnega es tener conciencia de clase, y eso, en estos tiempos, es complicao.
El obrero tiene tendencia a querer ser burgués, ¡es la vida! A nadie le
amarga un dulce… Yo también quiero un casoplón como el Iglesias y la
Montero o un palacete como los duques de Mallorca. La alienación del
trabajador se hace más llevadera con la sociedad de consumo, mientras
que la del charnego nunca se hace fácil: aunque te creas “charnego power”, tu apellido, tu origen, siempre será un estigma.
Acabando. Ser charnego es una situación a
superar, como ser obrero. Es decir, que lo tenemos crudo. Podríamos ir
por partes, que decía Jack el Destripador, y parece que sería más fácil
solventar lo del charneguismo, mas me temo que va inexorablemente unido a
ser trabajador. Aquí el nacionalismo nos hará sonar trompetas
celestiales ofreciéndonos el cielo de la secesión. “La independència ens farà més iguals i ens portarà rius de mel”. ¡No, gracias!, no me lo creo ni harto de ratafía.
Yo pensaba más bien en acabar con el nacionalismo y luego ya entrar en los temas de igualdad social.
En fin. Mientras tanto, disfruten y ríanse del procés,
nosotros les ofrecemos Charnego News como referente y además les
invitamos a participar. Hemos abierto la convocatoria para el “Premio
Charnego aMontillado 2020”. Anímense, propónganos nombres, dígannos
cuales son las cualidades del personaje para recibir tan honorable
galardón. No se corten… Échenle imaginación y envíenos sus propuestas.
Nos encontraran en Facebook, Twitter o en la página web
charnegonews.com.
¡Con Dios! ¿o no?
El Carmelo, Farselona. 22 de febrero de 2020.
* Este
texto fue leído en la Mesa Redonda “¡Charnegos!”, celebrada el pasado 22
de febrero en el Pati Llimona, de Barcelona, y organizada por
Alternativa Ciudadana Progresista."
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