"Jesús Ángel Prieto y Rosa Botella
querían comprobar si en Cataluña se ha producido una fractura social a
causa del ‘procés’ y la respuesta es clara: la rotura existe y costará
mucho recoserla.
A esa conclusión han llegado tras entrevistar íntimamente a 29 catalanes
en el documental “Ferida oberta” (“Herida abierta”), que se estrenó la
pasada semana y está en fase de distribución. Hombres ancianos, chicas
jóvenes, sindicalistas, ex consellers, maestros. Unos a favor del
‘procés’, otros en contra.
El objetivo de los cineastas era encontrar un punto de empatía que
permita superar esta crisis emocional, y no parece que los catalanes,
al menos los entrevistados, estén cerca de encontrarlo. En parte porque
la mitad de la sociedad, ese 47% independentista, se niega a admitir que
la otra mitad está sufriendo (“se les tilda de exagerados”, dicen los
cineastas), mientras que los no independentistas ya casi dan por perdida
la relación que tenían con amigos, primos o compañeros de trabajo
militantes antes de que todo saltara por los aires.
“Existe una fractura emocional enorme, y sin embargo varios
entrevistados independentistas nos preguntaban, extrañados, si de verdad
hay gente contraria al 'procés' que sufre. No saben que hay gente que
lo pasa fatal, que ha tenido hasta taquicardias, porque no se mezclan
con esos círculos”, explica Prieto.
“Es normal que si tu ilusión
es llevar a tu país hacia un lugar que crees es fantástico, te cueste
mucho entender que eso provoque heridas muy profundas en la mitad de la
población. En su marco mental, la independencia es un ideal perfecto, no puede ser algo que provoque dolor.
Esto les lleva a estar algo alejados de la realidad social en
comparación a los no independentistas, sin entrar a valorar argumentos
políticos de unos y otros”, continúa el autor.
Esto explica que mientras los contrarios al ‘procés’ se sinceran en el documental y admiten con tristeza que han perdido relaciones personales muy importantes,
los procesistas, también sinceros, centran toda su empatía en los
‘presos políticos’. Inquieta ver como sienten más cercanía hacia un
grupo de políticos a los que no conocen que hacia el primo con el que
discutieron o el amigo con el que ya no toman cervezas. "Muchos no creen
que hayan perdido a nadie de su entorno, y si alguien ha desaparecido
es que no debía ser tan cercano. Piensan que los presos políticos son lo más importante,
sufren por ellos, pero no se dan cuenta de que el vecino que no
coincide con sus ideas también lo está pasando mal", indica Botella,
psicóloga de formación.
Los autores de “Ferida Oberta”
consideran que ese rechazo del soberanismo a mirar hacia el otro lado es
uno de los grandes problemas a la hora de abordar la reconstrucción
social en Cataluña. Otro factor que no contribuye a rehacer los puentes
rotos es la sobreexposición del ‘procés’ en televisión, radio y prensa, que “inflama las emociones” de los afectados.
A gritos en la familia
A continuación algunas
perlas del documental, que lejos de ser una anécdota han sido la triste
realidad en miles de hogares, grupos de amigos y entornos laborales en
Cataluña: “En el cumpleñaos de mi prima, mi tío, que es independentista,
gritándome el día antes del 11 de septiembre y no dejándome argumentar,
solo acusándome diciendo que yo era franquista y cosas así.
Me hizo mucho daño porque soy su sobrina. Le quería mucho pero ya no
siento el mismo afecto”, se sincera Bruna, una de las entrevistadas más
jóvenes. Otra joven también lamenta que al oponerse al procés, sus
amigos “se ofenden como si estuviese criticando a su familia” y la
llaman falangista.
Del otro lado, la visión contraria.
“No podría tener una relación de pareja con una persona que no pensase
como yo. Porque se trata de ideales”, dice una veinteañera convencida.
“El ‘procés’ no me ha supuesto ningún problema emocionalmente. Al
contrario, me ha estimulado y me ha ayudado a explicar a mis hijos algunas cosas”, explica Lluís, maestro de escuela, quien resta importancia a las disputas entre amigos.
Más estallidos emocionales: “En una cena entre amigos tuvimos una bronca
monumental porque no aceptaban que dijéramos que no éramos
independentistas. Allí es donde vi que el país estaba muy mal. Cuando
hablaba con otra gente todos me decían que se habían discutido y aquella Navidad muchas familias no comieron juntas”,
recuerda María. Otro entrevistado le pone fecha: otoño de 2015, durante
la campaña de las elecciones plebiscitarias, fue cuando Cataluña empezó
a caer por el precipicio.
“He visto una radicalización de gente catalanista normal con la que
podíamos hablar de todo. Hace unos meses en una conversación por
teléfono, me cuestionaban la falta de honestidad y de moral y me hacían partícipe de que estuviesen en la cárcel los Jordis,
los consellers. (…) Se enfurismó, gritándome, hasta que colgó el
teléfono. Al cabo de un momento volvió a llamar pero fue peor”, recuerda
Pep, empresario. “Es un movimiento muy familiar, tiran de bisabuelos,
abuelos, nietos… Es como festivo, pero con mucha rabia.
Es una ilusión casi iluminada de un nuevo país, una nueva sociedad,
pero también una situación muy visceral que llega a cuestionar si uno,
porque no lo ve claro, ya no es catalán o es un traidor”.
Necesidad de hablar
“Al comenzar el documental se
nos acercaba mucha gente que nos pedía participar. Nos decían ‘yo quiero
hablar porque en mi casa nos hemos peleado mucho y ya no puedo hablar”,
recuerda Prieto. Todos procedían del sector no independentista, que es
el que ha tenido más problemas a la hora de expresar sus ideas. El
soberanismo, al ser la corriente mayoritaria, no ha tenido ese
conflicto. “Viendo el documental, mucha gente se ha sentido apoyada, han visto que no están solos y que otra gente ha expresado cosas que ellos piensan”, indica por su parte Botella. (...)" (David Brunat, El Confidenciual, 07/02/20)
No hay comentarios:
Publicar un comentario