"El detonante han sido las ya irreconciliables diferencias entre ERC y el
irredentismo del “circulo de Waterloo” encabezado por Puigdemont. Pero
la razón de fondo está en la gangrena del procés, enfrentado a la
imposibilidad de volver al desafío abierto practicado en 2017. (...)
Cuando ha llegado el momento de desobedecer, la realidad se ha
impuesto. Tras confirmar el Tribunal Supremo la inhabilitación de Quim
Torra, que implica despojarle de su acta de diputado, el Parlament
catalán debía ejecutar la sentencia.
JuntsxCat, la formación de
Puigdemont, exigía mantener a Torra como diputado, desafiando con ello a
la justicia española. Pero la Mesa del Parlament, encabezada por ERC,
le ha dado un sonoro portazo.
La “actuación” de Torra y JuntsxCat,
con un airado discurso del president y la negativa a votar de todos los
diputados de su grupo, no puede esconder la realidad. Ningún grupo del
Parlament respaldó a Torra… que finalmente no pudo votar y ha perdido su
acta de diputado.
La misma Mesa del Parlament que en 2017
impulsaba las “leyes de desconexión” con España, y aprobaba el
“referéndum-estafa” del 1-O, ahora ha acatado el dictamen de la justicia
española. El mismo presidente del Parlament, Roger Torrent, de ERC,
reconocía que “no existe una mayoría en el independentismo preparada
para una estrategia de desobediencia”, remarcando que las pretensiones
de Torra suponían un peligroso “salto al vacío”.
Esta ruptura en
las élites del procés se expresa también en otros ámbitos. La plana
mayor de los Mossos, la policía autonómica, encabezados por el ex mayor
Josep Lluis Trapero, acaban de negar el procés más de tres veces,
desvelando incluso la existencia de un plan para detener a Puigdemont si
hacía efectiva la DUI.
Las élites del procés no han cambiado. ERC
sigue siendo un partido independentista, el mismo que en noviembre de
2017 se negaba a convocar elecciones autonómicas y presionaba para que
se aprobara una declaración de independencia en el Parlament. Pero se
han dado de bruces con la realidad.
Ha influido evidentemente la
respuesta del Estado español. Pero el elemento determinante para la
descomposición del procés ha sido el rechazo de una mayoría de la
sociedad catalana a la ruptura. El CIS catalán, bajo control de la
Generalitat, reconoce que el apoyo a una independencia unilateral está…
en el 11%. Es decir, la rechazan nueva de cada diez catalanes.
Si ERC ha adoptado una posición “prágmática”, negándose a seguir el
camino de la desobediencia y el desafío abierto, es porque esa opción le
ha reportado sustanciosos réditos electorales, colocándole por primera
vez ante la posibilidad de arrebatar a la ex-Convergencia la presidencia
de la Generalitat. (...)
La descomposición del procés no significa que no debamos tener en cuenta su grado de toxicidad y peligrosidad.
Puigdemont
y Torra intentan boicotear el diálogo abierto entre el gobierno central
y la Generalitat, colocando en el centro temas inasumibles como la
autodeterminación o la amnistía a los dirigentes independentistas
encarcelados, o volviendo a exigir la figura de un “mediador”.
Y
la interinidad en Cataluña -con un gobierno políticamente muerto pero
que puede prolongarse durante varios meses- se superpone a la
negociación de la aprobación de los presupuestos en Madrid, claves para
dotar de estabilidad al nuevo gobierno. A buen seguro, Torra va a
utilizar su cargo como president de la Generalitat durante todo el
tiempo que pueda para dificultar el apoyo de ERC a las cuentas en
Madrid.
Pero la implosión del govern, con la guerra abierta entre
ERC y JuntsxCat, evidencia el cada vez mayor retroceso de las élites del
procés. Esta es una muy buena noticia. (...)" (Joan Arnau, De Verdad Digital, 03/02/20)
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