"La consecuencia lógica de la ausencia de perspectivas estratégicas para
implementar la independencia y la profunda división de las formaciones
secesionistas condujo a que la respuesta a la sentencia abandonase el
ámbito institucional para producirse en la calle. (...)
El hecho de que este estallido de violencia, con ribetes vandálicos,
haya sido protagonizado por jóvenes y adolescentes de las clases medias
obliga a una reflexión de fondo y también nos permite esbozar de modo
microfísico cómo se (re)elaboran los discursos en el movimiento
independentista.
En principio, el brutal choque con las proclamas sobre el carácter
cívico y pacífico del movimiento independentista condujo a que Torra
negase la realidad y responsabilizara, sin pruebas y contra todas las
evidencias, a “infiltrados y provocadores” de los disturbios. Unas
afirmaciones que posteriormente fueron matizadas por el cuestionado
conseller de Interior Miquel Buch al atribuirlos a “grupos antisistema”
en que el podían participar independentistas.
Sin embargo, desde los sectores más radicales del movimiento se
apresuraron a desmentirlo. Así la exdiputada de la CUP, Mireia Boya,
aseguró en un tuit (traducimos del catalán): “sabéis perfectamente que
estos jóvenes en las calles no son grupos violentos, son vuestros hijos,
hijas, nietas, sobrinos que han perdido el miedo.”
Paralelamente,
Vicent Partal, director del digital ultraindependentista Vilaweb,
generosamente subvencionado por la Generalitat, le dedicó un editorial
titulado (traducido del catalán): “Basta de mentiras: son nuestros
muchachos, los hijos del 1-O, quieren ganar y merecen nuestro apoyo”,
donde podía leerse:
“El hecho preocupante de verdad, en este momento, es
la campaña de criminalización de la nueva generación de jóvenes, de
nuestros muchachos, vuestras nietas, los sobrinos y las sobrinas, los
hijos y las hijas de vuestros amigos que hace días que plantan cara sin
desfallecer al autoritarismo y a la inenarrable violencia policíaca de
que somos objeto en las calles de nuestras ciudades (…) ¿Pero cómo
podéis ir contra ellos? Si sois vosotros quienes los llevasteis a todas
las manifestaciones, cogidos de la mano, prometiéndoles un país nuevo
donde se viviría con dignidad y que estaba a punto de llegar. Si les
habéis comprado las camisetas y las banderas, sí, la negra también. Si
les enseñasteis vosotros mismos a gritar ‘¡1-O, ni olvido ni perdón!’.
Si os vieron gritar indignados el día del referéndum, encendidos de ira
con la misma policía que ahora los apalea a ellos”.
En efecto, estos jóvenes han crecido en el medio ambiente procesista
donde se les ha inculcado el odio a España, caracterizado como un Estado
dictatorial, y en la intolerancia respecto a todo aquel que discrepara
con el independentismo, al que se le tacha de fascista, cuando la
supuesta voluntad del pueblo está por encima de leyes y constituciones
en un país donde las calles son únicamente suyas.
De modo que no resulta
extraño que la frustración generada por el incumplimiento de las
promesas de una independencia exprés y de bajo coste haya degenerado en
estos brotes de violencia.
También es significativo que en la denominada
huelga general del pasado viernes, según los sindicatos de clase un
cierre patronal, el único sector que casi paró en su totalidad fue la
enseñanza, pues gran parte del profesorado es militantemente
independentista. Por otro lado, quizás también haya influido el consumo
de videojuegos ultraviolentos tan de moda entre jóvenes y adolescentes.
Asimismo, debe destacarse cómo el foco de la crítica se desplaza de
la violencia de los jóvenes a los excesos policiales. Sin duda, éstos
últimos han existido y son rotundamente condenables, pero se obvia que
las fuerzas de seguridad no han cargado contra las manifestaciones
pacíficas, sino únicamente contra las explosiones de violencia
vandálica.
Cronificación del conflicto
En las movilizaciones del movimiento de los indignados participaron
sobre todo jóvenes de los barrios obreros de la periferia que ocuparon
pacíficamente las plazas de las ciudades catalanas, que en Barcelona
fueron brutalmente desalojados por los Mossos d’Esquadra, siguiendo las
órdenes de Felip Puig, y fueron invitados por Josep-Lluís Carod Rovira a
“irse a mear a España”.
Ahora estos jóvenes parecen haber desaparecido
de la escena sustituidos por miembros de su generación pero de las
clases medias catalanohablantes que, a diferencia del 11-M, no
reivindican cambios sociales, sino demandas nacionalistas. Asimismo, se
aprecia un corte generacional entre los adultos que, en ANC y Omnium
Cultural, se movilizan de modo pacífico por la independencia con sus
hijos y nietos que ahora la exigen de modo violento, para desolación de
Carme Forcadell.
Por cierto, una de las escasas dirigentes del
movimiento que se ha atrevido a entonar una autocrítica y que ya está
siendo objeto de durísimas críticas por los sectores más
fundamentalistas. https://www.racocatala.cat/forums/fil/228265/carme-forcadell-plora-containers-pero-no-pels-joves-demostra-ignorancia-total
Todo ello constituye un inquietante indicador de que el conflicto
nacionalitario en Catalunya se cronifica, pues ha arraigado entre la
juventud de las clases medias, lo cual parece asegurar su continuidad al
menos durante una generación.
Los recientes acontecimientos en
Catalunya parecen conducirnos a una sociedad profundamente fracturada
donde ha estallado en mil pedazos el sueño del sol poble,
inspirado por el PSUC y recogido por el catalanismo conservador.
Tristemente, el país se dirige hacia un tipo de sociedad como Irlanda
del Norte o Bélgica, donde católicos y protestantes o valones y
flamencos, viven en comunidades separadas y profesándose un odio mutuo.
Una perspectiva de empate infinito en el que el Estado español carece
de la fuerza necesaria para acabar con el independentismo y el
movimiento secesionista es incapaz de asumir la mayoría necesaria en el
país para alcanzar sus objetivos. (...)
Este sombrío panorama dificulta extraordinariamente el éxito de las
fuerzas políticas y sociales que defienden destensar el conflicto y
hallar alguna suerte de solución negociada. Las formaciones como
PSOE-PSC y ERC que tímidamente y con muchas contradicciones han mostrado
cierta propensión en este sentido podrían verse desbordadas por los
sectores más fundamentalistas. (...)" (Antonio Santamaría, El Viejo Topo, 24/10/19)
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