10/10/19

El “procés” ha descolocado a la izquierda catalana, en la que coexisten tres situaciones...

 "(...) El “procés” ha descolocado a la izquierda (el PSOE es otra cosa). (...)

 La potencia mediática ejercida por el pujolismo combinado con la crisis de la cultura de la izquierda en todo el mundo y el debilitamiento de la clase obrera como sujeto político han contribuido a una paulatina erosión de la izquierda organizada. El 15-M pudo significar un renacimiento de esta hegemonía de la izquierda (por esto generó tanta hostilidad desde el campo nacionalista, incluida la pretendidamente izquierdista CUP). Y en cierto modo la victoria electoral de Barcelona en Comú, priorizando el eje social, parecía abrir una nueva fase. Pero de momento esto ha sido más una posibilidad que una realidad. (...)

Como visión general creo que en la izquierda catalana coexisten tres situaciones. Una, que incluye especialmente a la gente cercana al trostkismo y a la ortodoxia marxista-leninista (Comunistes de Catalunya), totalemente abducida por el “procés”. Otra, bastante común entre la gente más joven proveniente del 15-M, y en la que situaría a la misma Ada Colau, mucho más distanciada pero dispuesta a aceptar propuestas de los independentistas apelando a la “radicalidad democrática” y a la lucha antirrepresiva. Y la tercera, predominante entre mucha gente de largo recorrido militante, totalmente crítica con el procés (con una ala “dura” organizada en Federalistes).

Ya he explicado en otras ocasiones de dónde proviene la abducción. En buena parte es una posición “oportunista”, en un doble sentido. Para algunos es una oportunidad de obtener prebendas y protagonismo político al socaire del independentismo hegemónico (es lo que sin duda explica el pacto de Comunistes con Esquerra Republicana). En otros muchos casos se trata más bien de un deslumbramiento por la movilización, de una cultura política que presupone que toda movilización de masas tiene que ser hegemonizada por la izquierda (y por tanto que hay que participar activamente en ella) y presidida por la esperanza, bien alimentada por los ideólogos procesistas, donde la independencia y la Republica abren posibilidades de rupturas reales y transformaciones anticapitalistas.

En ambos casos hay una referencia común a una de las propuestas tradicionales de la izquierda, el “reconocimiento del derecho de autodeterminación”. Una propuesta que estaba presente en todos los programas de los partidos de izquierda en la transición y cuya aceptación acrítica facilita que gente radical (y habitualmente no nacionalista) se integre en un movimiento desastroso en cuanto cultura democrática y avance social.

 En el segundo sector la cosa es bastante más compleja. Existe la fascinación por el tamaño de las movilizaciones. Pero sobre todo existe una sensibilidad extrema en oponerse a todo lo que sea abusos de poder. Ciertamente alguno de los comportamientos de las instituciones estatales refuerzan esta percepción antirrepresiva, como la actuación violenta de la Policia Nacional y la Guardia Civil el 1-O, o la inculpación de los responsables políticos por una insurrección difícil de determinar. 

Sería la primera vez en la historia que unos insurrectos ni siquiera arrían la bandera “enemiga”, salen corriendo a dormir al país vecino y entregan las instituciones sin ningún atisbo de resistencia real. El mantenimiento de la prisión preventiva para unos y los fracasos en los procesos de extradición de los fugados, y las manipulaciones en la cúpula del Poder Judicial y el control que sobre el mismo ejerce el sector conservador, constituyen otras tantas muestras de que en la alta judicatura española se mantienen tics autoritarios y de que son necesarias reformas en la administración de justicia.

 Y estas irregularidades, que magnifica el mundo independentista (escondiendo en cambio los aplausos que dedicaron al juez Marchena cuando condenó a los jóvenes manifestantes ante la sede del Parlament), generan un vértigo moral del que no se han sabido escapar al tiempo que provocan a menudo pronunciamientos que parecen alinear a los líderes dels Comuns con el bando independentista y enrarecen el ambiente en su propia base social. Hay mucho de inexperiencia y un poco de insensatez en este comportamiento. 

Hay también una cierta actitud reactiva en relación a un frente “españolista” que suele prácticar el tremendismo demagógico, así como cierto amedrantamiento ante la presión, a veces insoportable, del permanente chantaje moral que ejercen las bien organizadas “tropas” independentistas. No se puede pasar por alto que la izquierda de los comunes no cuenta con ningún espacio comunicativo importante donde poder comunicar y debatir las propias propuestas.

 Con la sentencia del procés van a renacer las tensiones y la emotividad dominará el debate. Ya se perfila un choque de trenes entre los que aplaudan la sentencia y los que la descalifiquen al cien por cien. El frente independentista está perfilando la nueva pantalla de la “Amnistía”, otra forma de seguir el procés en otros términos (posiblemente con ningún resultado práctico, dados los condicionantes legales de la cuestión). Y el espacio de la izquierda volverá a sentirse emplazado a una toma de posición incómoda, destructiva para el propio entorno.

 Sin duda la judicialización del proceso por parte del gobierno Rajoy acabó provocando su persistencia. Pues fabricar “mártires” es la mejor forma de producir seguidores de los mismos. No creo que las condenas vayan a resultar ejemplares para los independentistas, aunque en cualquier caso serán leídas como una prueba más del carácter autoritario del país.  (...)"       (Albert Recio Andreu, Mientras Tanto, 30/09/19)

No hay comentarios: