"La noche del sábado en Barcelona confirmó que para unos miles de jóvenes, mayoritariamente vestidos de negro trágico, el mejor plan de sábado empieza a ser salir a liarla un poco. (...)
Son muchos años de kale borroka. Y como en otras noches,
detalles que luego en las crónicas quedan en segundo plano: un vecino
que arroja agua desde la ventana a los que se enfrentan a la policía,
otro que les increpa escondido en un piso alto entre los árboles. O,
como el sábado, un vecino que ante un arresto, con dos chavales tirados
en el suelo boca abajo y esposados, dijo: “Bien hecho”. Los que rodeaban
la escena grabándola con el móvil le insultaron un poco, por no pensar
que eso era represión, pero el hombre se fue tan campante a su casa.
Bastante de eso, de ese hartazgo, salió al día siguiente, esta mañana en la manifestación de Barcelona convocada por Sociedad Civil Catalana (SCC).
Gente que ha interiorizado el vivir de incógnito, sin significarse. La
frase más repetida con diferencia fue: “Barcelona no se quema”. Al
margen de ideologías, los participantes piensan que esta parte del
asunto, la violencia, no es un detalle residual ante las manifestaciones
pacíficas.
El deseo de normalidad, y no la movilización permanente, se
correspondía con la gente que había, no habituada a las manifestaciones.
La mayoría estaban vestidos como de domingo o como para ir al fútbol,
con la bandera en la cintura o en la espalda. Los independentistas están ya muy entrenados, llevan una línea más Decathlon o boy scout.
Había más gente de mediana edad o anciana que jóvenes, que en las
soberanistas son muchísimos. Alguno de los asistentes comentaba riéndose
que "estos de Sociedad Civil son un poco fachas", pero alguien tiene
que montar esto y de todos modos la protesta no es de ningún partido.
Como se manifiestan poco, en la cartelería había frases más
novedosas, paridas que sus portadores han ido rumiando estas noches
hablando solos delante de la tele: “Los extintores serán siempre
nuestros”, “Chis-Torra, no des la brasa”, “Torra llámame”, “Libertad
catalanes silenciosos”.
Se palpaba cabreo contenido que salía a la luz,
un ambiente de recreo escolar. Pero también un tono conciliador: “Seny
juntos, sensatez juntos”, “Cuando salimos nosotros, las calles son de
todos”, “No puedo escoger entre papá y mamá, lo mismo me pasa con
Cataluña o España”. O uno muy lacónico que había que leer dos veces:
“Seso”. (...)
En contraste con lo que se oye en las protestas soberanistas, el grito
era: “TV3 manipuladora”. Un equipo de la cadena pública catalana que
estaba en medio de la marcha tuvo que soportar a una señora que se
colocaba junto al periodista con una bandera de España, y también
recriminaciones de los que pasaban: “¿Qué, aquí no hace falta casco,
eh?” o “¿Veis que somos muy normales, que no quemamos nada?”. También
fue increpado un equipo de La Sexta, aunque otros manifestantes salieron
a defenderles diciendo que Wyoming es "buenísimo". (...)
Hablando con la gente se oyen relatos de familias y amistades que ya no
son lo mismo. Espías lo que dicen tus conocidos en Facebook y ya sitúas a
todo el mundo, pero luego no hablas del tema.
Un buen resumen de lo que
piensan los que han venido puede ser el de este matrimonio de Manresa,
Javier de Frutos, 49 años, y Remedios Sánchez, 50. Ella lleva una
senyera y una bandera española y al preguntarle cómo se siente de
repente se echa a llorar: “Me emociono porque yo quiero mucho a esta
tierra, pienso en mis padres, él era de Granada y ella de Almería, que
vinieron aquí por un futuro mejor para sus hijos, y yo nací aquí y me
siento catalana y española, no veo por qué tenemos que estar separados”.
Él opina: “Esto no puede seguir así, la ciudad bloqueada por unos
cuantos y hemos de salir los demás a la calle para volver a un estado de
normalidad y de convivencia, y no dejarles a unos cuantos el futuro de
Cataluña. Cuando hemos venido aquí estaba la carretera cortada. Ellos
pueden hacer lo que quieran. Los que se definen antifascistas yo diría
que son los fascistas de hoy en día, y los que intentamos que esto siga
funcionando, que haya un ambiente de convivencia, somos los que tenemos
que escondernos y no podemos salir a la calle. Hemos estado demasiado
tiempo callados. Esta manifestación te hace ver que no estamos solos,
que se puede convivir”.
Consideran que en Cataluña falta presencia del Estado, "no puede ser
solo Hacienda y el DNI". Creen que los políticos son siempre muy
ambiguos, que los colegios y la televisión pública catalana "hacen mucho
daño". "Aquí los niños están completamente coaccionados, hablan de
Franco como si le hubieran conocido. Les toca estudiar Matemáticas y
Física, y dejarse de política", aseguran. La única solución, concluyen,
es que se cumpla la ley.
La cabeza de la manifestación, con los políticos en la pancarta,
avanzó con dificultad y hubo cierto caos de organización para que
pudieran llegar al escenario. Como termómetro, los gritos que se oían a
su paso fueron: “¡A tumbarlos!”, “Puigdemont a prisión”, “A defender
España”, “Torra a la mazmorra”, “Viva la Policía Nacional”. Al que más
llamaba la gente a gritos, en plan famoso, era a Rivera, se le veía
mejor y es más alto que Casado o Iceta, por ejemplo. Él saludaba
encantado de conocerse y de que le conocieran. Muy cerca estaba Valls, y
sonreía como si se considerara también destinatario de los aplausos,
pero el caso es que nadie le llamaba.
En uno de los discursos del acto, el orador propuso: “Tenemos que
olvidar todo este periodo y volver a empezar, con el espíritu de
Tarradellas”. Con lo de todo este periodo se refería a desde 1980, la
llegada de Pujol a la Generalitat, hasta hoy. Casi nada, 40 años. El
deseo de normalidad se traduce en la utopía de hacer como que no ha
pasado nada, como si aún fuera posible, o un mal sueño del que se puede
despertar. Aunque toda esta gente luego regresará a su estado durmiente
cotidiano, se fueron con un chute de autoestima.
Como decía un señor:
“¡Aquí se te quitan todos los complejos!”. Al principio de la marcha las
banderas de España se vendían a cinco euros. Al final, ya a tres.
“Estas luego más difícil”, confesaba un vendedor senegalés, deseando
quitárselas de encima. Sabe que estas manifestaciones no son todos los
días, solo en fechas señaladas." (Íñigo Domínguez, El País, 27/10/19)
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