Xavier Rius @xriusenoticies
"Fuentes de la administración de la Generalitat han explicado que el reciente relevo al frente de la dirección operativa de los Mossos d’Esquadra, con la sustitución de Miquel Esquius por Eduard Sallent, pretende, como enfoque general, un mayor control del independentismo sobre el mando efectivo de la policía catalana.
Este aumento del control sobre el cuerpo policial, según las mismas fuentes, tendría, además, dos objetivos concretos.
"La consejería de Interior ha destituido a Miquel Esquius -nombrado hace sólo 10 meses- como jefe de la policía catalana en sustitución de Fernando López, que los dirigió durante el 155 tras la destitución de Trapero.
El nuevo jefe será Eduard Sallent, actual número dos de la comisaría general de información. La decisión la ha comunicado esta mañana el consejero Buch con el argumento de que después de una etapa transitoria y convulsa en que se ha recuperado la confianza en el cuerpo, se necesitan nuevas visones por nuevos retos. Esta decisión de la conselleria de Interior supone un nuevo encontronazo con los comisarios de Mossos." (e-notícies, 03/06/19)
"Los Mossos, atrapados en el ‘procés’.
Lo han politizado todo: TV3, la escuela, ahora los Mossos https://politica.e-noticies.es/purga-en-los-mossos-124471.html … @enoticiescat
"(...) En fin, ver si vamos a acabar añorado a Josep Lluís Trapero.
No me gustó su actuación pero nadie discute su profesionalidad.
En cambio, el nuevo máximo responsable, Eduard
Sallent, llega al cargo tras una carrera fulgurante: el mismo día que
ascendía a comisario lo nombraban comisario jefe.
Hay también lgunos detalles inquietantes en su curículum: como su escasa experiencia operativa.
No haber mandado nunca una comisaría general o una
división territorial. Y haber estado destinado a quehaceres como
relaciones institucionales.
De joven fue secretario general de la Federació
Nacional d'Estudiants de Catalunya (FNEC), un sindicato estudiantil
independentista, donde coincidió con la presidenta de la ANC, Elisensa
Paluzie.
Ningún problema siempre que deje sus ideas en casa o
que su carrera no se haya visto favorecida por sus ideas políticas. No
parece que sea el caso.
Por eso, si el cuerpo policial se enfrenta a una
crisis como la de los atentados del 2017 y no está a la altura el primer
reponsable será él por haber aceptado.
Pero después las personas que han confiado en él: el
presidente de la Generalitat, Quim Torra; el consejero de Interior,
Miquel Buch; el secretario general, Brauli Duart; y el director general,
Andreu Martínez. E incluso la portavoz del Govern, Meritxell Budó, que
al fin y al cabo es la que da la cara ante los periodistas de la obra
de gobierno. Apunten sus nombres por si acaso. Espero no tener que volver a recordarlos en el futuro." (Xavier Rius, director de e-notícies, 06/06/19)
"Fuentes de la administración de la Generalitat han explicado que el reciente relevo al frente de la dirección operativa de los Mossos d’Esquadra, con la sustitución de Miquel Esquius por Eduard Sallent, pretende, como enfoque general, un mayor control del independentismo sobre el mando efectivo de la policía catalana.
Este aumento del control sobre el cuerpo policial, según las mismas fuentes, tendría, además, dos objetivos concretos.
Por
una parte, el Govern quiere evitar cualquier oposición a la creación
del área de seguridad institucional, una unidad de unos 140 agentes, que
estaría bajo el control de la presidencia de la Generalitat, y al
margen de la dirección operativa del cuerpo.
Esquius y su equipo más cercano habrían planteado algunas reticencias sobre este proyecto, y el Govern espera que Sallent, más cercano a las posiciones independentistas, asuma totalmente la creación de esta unidad.
Por otra parte, Puigdemont y Torra quieren tener totalmente controlados a los Mossos, con una dirección afín al independentismo, cuando llegue la sentencia del juicio por los hechos del otoño de 2017.
Desde que se difunda esa resolución judicial, el independentismo intentará movilizaciones, y quiere tener garantías de que los Mossos no actuarán para evitar estos eventuales disturbios. Puigdemont y Torra quieren impedir que se repitan actuaciones pasadas de los Mossos, que no permitieron acciones callejeras de los activistas independentistas." (e-notícies, 07/06/19)
Esquius y su equipo más cercano habrían planteado algunas reticencias sobre este proyecto, y el Govern espera que Sallent, más cercano a las posiciones independentistas, asuma totalmente la creación de esta unidad.
Por otra parte, Puigdemont y Torra quieren tener totalmente controlados a los Mossos, con una dirección afín al independentismo, cuando llegue la sentencia del juicio por los hechos del otoño de 2017.
Desde que se difunda esa resolución judicial, el independentismo intentará movilizaciones, y quiere tener garantías de que los Mossos no actuarán para evitar estos eventuales disturbios. Puigdemont y Torra quieren impedir que se repitan actuaciones pasadas de los Mossos, que no permitieron acciones callejeras de los activistas independentistas." (e-notícies, 07/06/19)
"La consejería de Interior ha destituido a Miquel Esquius -nombrado hace sólo 10 meses- como jefe de la policía catalana en sustitución de Fernando López, que los dirigió durante el 155 tras la destitución de Trapero.
El nuevo jefe será Eduard Sallent, actual número dos de la comisaría general de información. La decisión la ha comunicado esta mañana el consejero Buch con el argumento de que después de una etapa transitoria y convulsa en que se ha recuperado la confianza en el cuerpo, se necesitan nuevas visones por nuevos retos. Esta decisión de la conselleria de Interior supone un nuevo encontronazo con los comisarios de Mossos." (e-notícies, 03/06/19)
"Los Mossos, atrapados en el ‘procés’.
Un mando intermedio de los Mossos d’Esquadra
se vale de una imagen para definir la situación que se vive en la
actualidad en el cuerpo: “Un despacho cualquiera con una tele encendida y
un juicio que se transmite en directo. Diferentes personas trabajando
en ese despacho en silencio. Declara un guardia civil. Da igual cuál. Y
de repente, de lo más profundo del despacho, se oye una voz que dice:
‘Joder, es que tiene razón’. Y otra voz a unos siete metros le responde:
‘¿razón en qué? ¿No ves que está mintiendo?”.
Los Mossos viven atrapados en el procés: primero, por las consecuencias que tuvo para el cuerpo el desafío independentista, que les dejó intervenidos, divididos, cuestionados y con unas heridas abiertas de las que aún intentan sanarse; y ahora, por el debate público sobre su trabajo para impedir el referéndum que se revive en el juicio del Tribunal Supremo desde hace más de dos meses. “Cada uno interpreta las declaraciones en función de su ideología”, explica ese mismo mando.
Las fuentes policiales consultadas opinan distinto según el lugar en la escala del cuerpo que ocupan. “Hartazgo” es una palabra repetida en la base. “Han conseguido trasladar las batallas políticas a los uniformados”, lamentan. “Cada día que pasa, la distancia entre la cúpula y la base se amplía”, añade otro agente. Creen que el procés, que debiera ser un conflicto político, ha mutado en un problema policial y eso ha supuesto “barbaridades” como que en campaña electoral Vox pidiese su disolución. “La máxima preocupación que tenemos es cómo afectará todo esto al futuro del cuerpo de Mossos”, reflexionan.
En la otra punta, en la cúpula, hay una mezcla de sentimientos. Mandos del cuerpo se refieren al “brutal alivio” que supuso exponer su versión de lo sucedido,
con las declaraciones del mayor Josep Lluís Trapero y de los comisarios
Ferran López y Joan Carles Molinero, que dirigían el cuerpo durante el
1-O. “Ha sido un descanso poder explicar a la sociedad en general,
además de al tribunal, lo que habíamos hecho, nuestra verdad, demostrar
que no tenemos claroscuros”, dicen.
La parte negativa, que indican diversas fuentes, es cómo la presión del juicio ha afectado a la estructura de mando de los Mossos. “No hay nadie liderando”, lamentan jefes del cuerpo. Políticamente, indican, hay unos responsables que solo piensan en la independencia y en los presos del procés. Se refieren a la “esquizofrenia” de tener que hacer cumplir la ley y estar a las órdenes de unos políticos que juegan con la idea de violarla. Operativamente, describen a una cúpula policial amedrentada por las consecuencias del juicio y atrapada por su deseo de agradar a la Judicatura. “Se dirige el cuerpo sin estrategia, sin pensar en la protección al ciudadano”, analizan.
Otros jefes admiten que los “equipos operativos” ven una “carencia de liderazgo”: “Para ellos la actual dirección es un sinsentido sin rumbo. Y es complicado encontrar el equilibrio diario que permita mantener la tensión”. “Lo que más preocupa al grueso de la plantilla es la total ausencia de una dirección política”, añade otra de las personas consultadas, de la escala intermedia.
Un ejemplo de la falta de criterio que de manera espontánea refieren diversos policías son los nuevos comisarios nombrados en abril. “Solo hay que mirar sus trayectorias y edades”, señalan, en referencia a que dos de los ocho elegidos tienen 60 y 61 años, y otros dos, 56 y 57. “¿Qué proyecto para el cuerpo tiene una persona de 61 años?”, reprochan, sobre unos ascensos que nunca agradan a todos. A partir de los 57 años, los mossos pueden retirarse de la primera fila.
El dispositivo Toga es otro ejemplo de disgusto: la obligación, por orden de los jueces, de que una patrulla de mossos custodie cada edificio judicial de Cataluña —más de 60— después de que hayan sido atacados por los comités de defensa de la República (CDR) y Arran, vinculada a la CUP. “Tenemos que estar vigilando los edificios y dejando a la ciudadanía sin protección efectiva”, protestan. Los Mossos sufren una falta de efectivos estructural (unos 2.000, según los sindicatos). Una dirección policial valiente, desaprueban algunos mandos, hubiese propuesto alternativas a los jueces, haciéndoles comprender el precio a pagar por esa protección 24 horas, todos los días.
]A pesar de todo, hay quien vislumbra la luz al final del túnel. “Hemos invertido en tender los puentes [con jueces y fiscales] y tras las últimas declaraciones en el Supremo se ha apreciado la sinceridad de los comisarios y eso ha sumado. Poco a poco, la situación se va revertiendo”, observan. Lo que se traduce en “pequeños tics” de mejora en aquellas relaciones profesionales que estaban muertas.
En enero, a través de un decreto y sin tener en cuenta la opinión de la cúpula de Mossos, que dirige el comisario Miquel Esquius, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, anunció la creación de una nueva área de escoltas para dar seguridad a presidentes y expresidentes. Sus funciones las definirá el departamento de Presidencia y orgánicamente, su jefe será también un político: el director de la policía catalana. La decisión ha sentado mal en el cuerpo.
Hay quien lo cuestiona precisamente por la carencia de mossos en las calles. “Falta gente en todas partes y se sacan esa unidad que quieren dotar con hasta 270 efectivos [la cifra oficial todavía no ha sido comunicada]. Y si no eres afín al régimen, ni te presentas”, se quejan desde la base del cuerpo. “Trapero no hubiese permitido algo así”, añaden desde la estructura de mando sobre la dirección clara que ejercía el mayor. Públicamente, solo se han quejado los sindicatos de base de los Mossos. El proceso de selección de los nuevos escoltas sigue todavía en marcha, y las plazas serán de libre designación." (Rebeca Carranco, El País, 03/05/19)
Los Mossos viven atrapados en el procés: primero, por las consecuencias que tuvo para el cuerpo el desafío independentista, que les dejó intervenidos, divididos, cuestionados y con unas heridas abiertas de las que aún intentan sanarse; y ahora, por el debate público sobre su trabajo para impedir el referéndum que se revive en el juicio del Tribunal Supremo desde hace más de dos meses. “Cada uno interpreta las declaraciones en función de su ideología”, explica ese mismo mando.
Las fuentes policiales consultadas opinan distinto según el lugar en la escala del cuerpo que ocupan. “Hartazgo” es una palabra repetida en la base. “Han conseguido trasladar las batallas políticas a los uniformados”, lamentan. “Cada día que pasa, la distancia entre la cúpula y la base se amplía”, añade otro agente. Creen que el procés, que debiera ser un conflicto político, ha mutado en un problema policial y eso ha supuesto “barbaridades” como que en campaña electoral Vox pidiese su disolución. “La máxima preocupación que tenemos es cómo afectará todo esto al futuro del cuerpo de Mossos”, reflexionan.
La parte negativa, que indican diversas fuentes, es cómo la presión del juicio ha afectado a la estructura de mando de los Mossos. “No hay nadie liderando”, lamentan jefes del cuerpo. Políticamente, indican, hay unos responsables que solo piensan en la independencia y en los presos del procés. Se refieren a la “esquizofrenia” de tener que hacer cumplir la ley y estar a las órdenes de unos políticos que juegan con la idea de violarla. Operativamente, describen a una cúpula policial amedrentada por las consecuencias del juicio y atrapada por su deseo de agradar a la Judicatura. “Se dirige el cuerpo sin estrategia, sin pensar en la protección al ciudadano”, analizan.
Otros jefes admiten que los “equipos operativos” ven una “carencia de liderazgo”: “Para ellos la actual dirección es un sinsentido sin rumbo. Y es complicado encontrar el equilibrio diario que permita mantener la tensión”. “Lo que más preocupa al grueso de la plantilla es la total ausencia de una dirección política”, añade otra de las personas consultadas, de la escala intermedia.
Un ejemplo de la falta de criterio que de manera espontánea refieren diversos policías son los nuevos comisarios nombrados en abril. “Solo hay que mirar sus trayectorias y edades”, señalan, en referencia a que dos de los ocho elegidos tienen 60 y 61 años, y otros dos, 56 y 57. “¿Qué proyecto para el cuerpo tiene una persona de 61 años?”, reprochan, sobre unos ascensos que nunca agradan a todos. A partir de los 57 años, los mossos pueden retirarse de la primera fila.
El dispositivo Toga es otro ejemplo de disgusto: la obligación, por orden de los jueces, de que una patrulla de mossos custodie cada edificio judicial de Cataluña —más de 60— después de que hayan sido atacados por los comités de defensa de la República (CDR) y Arran, vinculada a la CUP. “Tenemos que estar vigilando los edificios y dejando a la ciudadanía sin protección efectiva”, protestan. Los Mossos sufren una falta de efectivos estructural (unos 2.000, según los sindicatos). Una dirección policial valiente, desaprueban algunos mandos, hubiese propuesto alternativas a los jueces, haciéndoles comprender el precio a pagar por esa protección 24 horas, todos los días.
]A pesar de todo, hay quien vislumbra la luz al final del túnel. “Hemos invertido en tender los puentes [con jueces y fiscales] y tras las últimas declaraciones en el Supremo se ha apreciado la sinceridad de los comisarios y eso ha sumado. Poco a poco, la situación se va revertiendo”, observan. Lo que se traduce en “pequeños tics” de mejora en aquellas relaciones profesionales que estaban muertas.
En enero, a través de un decreto y sin tener en cuenta la opinión de la cúpula de Mossos, que dirige el comisario Miquel Esquius, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, anunció la creación de una nueva área de escoltas para dar seguridad a presidentes y expresidentes. Sus funciones las definirá el departamento de Presidencia y orgánicamente, su jefe será también un político: el director de la policía catalana. La decisión ha sentado mal en el cuerpo.
Hay quien lo cuestiona precisamente por la carencia de mossos en las calles. “Falta gente en todas partes y se sacan esa unidad que quieren dotar con hasta 270 efectivos [la cifra oficial todavía no ha sido comunicada]. Y si no eres afín al régimen, ni te presentas”, se quejan desde la base del cuerpo. “Trapero no hubiese permitido algo así”, añaden desde la estructura de mando sobre la dirección clara que ejercía el mayor. Públicamente, solo se han quejado los sindicatos de base de los Mossos. El proceso de selección de los nuevos escoltas sigue todavía en marcha, y las plazas serán de libre designación." (Rebeca Carranco, El País, 03/05/19)
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